Si hay una letra de moda, esa es la R. Tanto es así, que es la clave sobre la que la Unión Europea ha decidido construir su futuro sistema económico. Ese nuevo paradigma se llama economía circular y se sustenta sobre pilares como la reutilización, la reparación o la renovación de productos y materias primas. También sobre el reciclaje, una de las piedras angulares sobre las que se comenzó a tejer el concepto de economía circular hace décadas y que tiene incluso su propio Día Internacional del Reciclaje.

Precisamente el reciclaje es un concepto que cobrará especial importancia tras la pandemia del coronavirus. Ante unas perspectivas económicas complicadas, los beneficios de esta práctica pueden contribuir de manera decisiva a construir la recuperación. Se trata de pasar de una economía lineal, en la que manda el usar y tirar, a otra en la que cada material cuenta.

Aunque al pensar en reciclaje lo hagamos en una botella de plástico dentro del contenedor amarillo o en cajas de cartón que se transforman en un paquete de folios, lo cierto es que sus ventajas van mucho más allá. Por eso, conviene tenerlas muy presentes la próxima vez que se nos pase por la cabeza la idea de ahorrarnos la molestia de separar los residuos de nuestra casa.

Ahorro de energía y emisiones contaminantes

Tal vez sea el primer beneficio que nos venga a la cabeza cuando pensamos en el reciclaje: el medio ambiente se beneficia. Dicho en otras palabras, el reciclaje está directamente conectado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, formulados por este organismo para crear una sociedad más próspera sin poner en peligro el planeta. En este caso, con el objetivo número 13 (Acción por el clima), que anima a tomar medidas para combatir el cambio climático y sus efectos.

Según explica la Unión Europea, reciclar una lata de aluminio puede ahorrar hasta el 90% de la energía que supone fabricar una nueva. Hacerlo con un kilo de papel en lugar de llevarlo a un vertedero evita la emisión de alrededor un kilo de dióxido de carbono (CO2) y metano, ambos gases de efecto invernadero.

Creación de puestos de trabajo

Este es otro beneficio que normalmente no se nos ocurre cuando colaboramos con el reciclaje con nuestros gestos cotidianos y que cobra más importancia que nunca en el escenario económico en el que nos encontramos. Resulta que estamos contribuyendo a la creación y el mantenimiento de puestos de trabajo, otro de los ODS marcados por la ONU en su Agenda 2030.

En general, invertir en una economía baja en emisiones podría llegar a crear hasta 1,5 millones de empleos, según cálculos de la Comisión Europea. Si se implementa totalmente la legislación sobre residuos de la Unión Europea, se podrían ahorrar hasta 72.000 millones de euros al año en todo el territorio y crear alrededor de 400.000 puestos de trabajo.

Esto se debe en parte a que el reciclaje tiene la capacidad de generar diez veces más puestos de trabajo que otros tratamientos de residuos, como la incineración o el uso de vertederos. De hecho, la incineración requiere una importante inversión económica, pero apenas crea empleo, tal y como subraya la Fundación Zero Waste Europe.

Además, el uso más eficiente de los recursos al que contribuye el reciclaje supone la suma de 150.000 puestos de trabajo por cada punto porcentual que aumente la productividad de dichos recursos, tal y como estima la Unión Europea.

Preservación de los recursos naturales y del hábitat

Reciclar materiales y volverlos a utilizar supone extraer menos recursos del planeta, que son limitados. Esta es una de las principales metas que persigue, precisamente, la economía circular. Junto con algunas de las anteriormente mencionadas, esta ventaja tiene que ver con el ODS número 12 (Producción y consumo responsables), así como con el 15 (Vida de ecosistemas terrestres) y el 6 (Agua limpia y saneamiento).

Conservar recursos naturales como la madera, el agua o los minerales ayuda a frenar la degradación de los ecosistemas y los hábitats naturales de las especies salvajes. Esto es así porque se evitan perturbaciones en la tierra, así como las emisiones contaminantes ligadas a la minería y la extracción de nuevos materiales. Por ejemplo, el reciclaje de papel incide de manera directa en la preservación y biodiversidad de los bosques porque reduce la demanda de madera.

En este sentido, CaixaBank apuesta por el uso de papel reciclado en sus instalaciones, que en 2019 alcanzó el 97,2% del total de papel consumido. Al mismo tiempo, la entidad redujo su consumo de papel un 14,58% respecto al año anterior, en consonancia con el objetivo de minimizar el impacto ambiental de su actividad.

Para lograrlo, CaixaBank impulsa la digitalización y la racionalización de envíos a sus clientes, entre otras medidas. También incentiva la recogida selectiva de residuos y su gestión y minimización en origen, tal y como recoge su Plan de Gestión Ambiental 2019-2021.

Reciclar supone mucho más que una suma de pequeños gestos cotidianos. Si todos apostamos por el reciclaje, reduciremos la contaminación, preservaremos los recursos, ahorraremos energía, impulsaremos la economía y crearemos puestos de trabajo. Esta es la razón por la que el nuevo paradigma de economía circular, inclusiva y sostenible no tiene sentido sin esta R tan importante.

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