Respondiendo a un guion que casi todos previmos inexorable, el encuentro de este viernes entre Mariano Rajoy, Presidente (aunque sólo en funciones), y Pedro Sánchez, aspirante, terminó como el rosario de la aurora, con malos gestos incluidos. Una España sacudida ya por las primeras ráfagas del nuevo vendaval económico y financiero se enfrenta ahora a un forcejeo final de semanas que, según los síntomas, desembocará, allá para la primavera en nuevas elecciones. Creer que éstas den lugar a un Gobierno sólido y capaz de enfrentar con éxito el deterioro de hoy, más el que se sume hasta entonces, depende del nivel de voluntarismo que cada uno de nosotros quiera aplicar.

Es momento de analizar cómo se ha llegado a esto y las posibles salidas que ese horizonte comicial ofrece.

Lo primero conduce a una conclusión más que asequible para todo el mundo, salvo para Mariano Rajoy y ese estado mayor que lo rodea en la especie de bunker del Führer construido entre Génova y La Moncloa. A esto se ha llegado gracias al menosprecio mostrado desde el poder hacia el sufrimiento de unas bases sociales a las que se castigó cuatro años con medidas de terrible dureza -aunque en su mayoría fueran necesarias-, para salir del hoyo en que nos dejó ZP. Y la ceguera que los gerifaltes populares, tanto desde la Administración central como los instalados en las autonómicas y locales, mostraron hacia el hartazgo a que había llegado esa sociedad sometida a sacrificios destructivos de millones de vidas. Debieron de pensar que la sociedad española estaba formada por resignados idiotas.

Ese hartazgo no llegó de la noche a la mañana ni por las medidas en sí –han sido admirables la disciplina y aceptación de sacrificio exhibidos por este pueblo-, sino por la absoluta burla con que la dirigencia ha retribuido esas virtudes: corrupción lampante y continuada hasta alcanzar niveles de saqueo de los recursos públicos, justificaciones alucinantes para su delincuencia, que ha alcanzado niveles de sistémica y que ha ido ascendiendo hasta rodear a quienes se han encerrado en ese búnker. Círculo de cómplices que, parece cada vez más claro, perecerán en él con su caudillo, no al estilo enloquecido pero grandioso de `Los Nibelungos´ sino enterrados en caspa y mugre, como en la tragedia de Puerto Hurraco.

Esperábamos una reacción en las filas del PP. Que hubiera un grupo de dirigencia joven, no manchada por tanto robo ni por hacer la vista gorda cuando pillaban a compañeros de filas con las manos metidas en la caja pública. Capaz de presentarse en uno de los despachos de este Don Tancredo y decirle: “Nos debemos a la sociedad que nos votó y nos paga, y que acaba de decir que no quiere seguir teniéndolo de Presidente. Usted se tiene que hacer a un lado y propiciar el relevo, porque si no es así la derecha no va a sobrevivir en este país. Nosotros podemos llegar a acuerdos. Con usted no quiere pactar nadie”. Ya se vería después cómo se le buscaba esa “salida honorable” de que se habla en los ambientes comme il faut, aunque cada día que pasa la merezca menos; y, más, la puerta de servicio que da al callejón de las sombras.

¿Imaginaría el gallego que Sánchez podía tragar el desbarre de asociarse en un Gobierno presidido por él –por activa, integrándose, o por pasiva, permitiéndole con su abstención la investidura- cuando precisamente en las últimas semanas la ola de la corrupción le ha llegado al cuello? Hubiese sido un contrasentido inimaginable en este joven quien, a medida que se le conoce, más muestras de carácter está dando. Al mismo tiempo que parece madurar por días.

Ya sólo le queda una intentona final de asociarse con Podemos y los separatistas. Esperamos que fracase, por el bien de este país y el suyo propio. Lo primero, por razones obvias ya que quizá significaría el suicidio del Estado español. Lo segundo porque, desde que aceptó el encargo del Rey para formar Gobierno, su figura parece haberse centrado notablemente y crecido en igual medida.

Muchos temen que, en el caso de convocarse nuevos comicios, los resultados sean similares a los del 20-D, con lo que quizá dejaríamos Guatemala atrás para meternos en Guatepeor.

No pensamos igual. Creemos que, de aquí a la fecha de votar, la sangría que puede afectar al PP –sobre el que la certeza de que se trata de una formación sólo leal a un jefe que defiende a los estafadores, brotados en su derredor cual si fueran hongos, y no a la sociedad que la llevó hasta donde está- va ser como cuando se saja una femoral. Apostaríamos a que perderían el hasta hace poco inverosímil suelo del 20% de apoyo popular, y se deslizaría hacia la irrelevancia.

Por el contrario, Sánchez, si se mantiene firme en los principios que deben hacerle inaceptable asociarse con un Iglesias antisistema y con partidos que quieren romper el Estado, habrá dado pasos de gigante en todos los frentes que tenía abiertos y erosionaban su credibilidad como estadista.

Estimamos que, con tal hoja de ruta, silenciaría a los discrepantes de su partido, que se volcarían en apoyarle como siempre ocurre en el PSOE cuando disponen de un proyecto creíble; frenaría en seco la euforia de Podemos, al haber demostrado que él es quien puede marginar a la peor derecha sin llevarnos por ello hasta un peligrosísimo abismo; crearía confianza entre quienes no aceptan que se pongan en riesgo los frágiles avances económicos alcanzados , muchos de ellos votantes hasta hoy del PP, que se repartirían entre un PSOE centrado y un C´s, en el que Rivera también está dando la talla y que mañana podría ser un aliado ideal en las grandes reformas que tenemos pendientes.

Conviene tener en cuenta que el chorreo de basura continuará salpicando al PP como un caudaloso manantial durante las próximas semanas, según todos los indicios. E influyendo en una evolución de la opinión pública. Por lo que es muy posible que unas próximas eleccionessignifiquen cambios sensibles en el mapa político español. Tanto, que no sería de extrañar que entre PSOE y C´s alcanzasen entre una holgada mayoría.

Mientras, ese lamentable remedo de Partido en que se ha convertido el PP tendría que hacer su travesía del desierto, enterrar el actual expediente que le pesará como una losa y reorganizarse para aparecer como derecha moderna. Concluimos que deberá olvidarse durante una buena temporada de cualquier aspiración de ocupar el centro. Tendrán mucha penitencia que expiar.

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