El presidente del Gobierno reivindica su derecho a formar Gobierno destacando que sacó siete puntos al segundo y que ganó en 39 de las 52 provincias. Promete «diálogo» y «generosidad» a los partidos con los que comparte postura en los grandes asuntos de Estado y con los que quiere llegar a un acuerdo «estable». Ferraz asegura que no facilitará su investidura pero los barones de más peso presionan en sentido contrario.

¿Se repetirán las elecciones? El fin del bipartidismo y la atomización parlamentaria resultantes de los comicios del domingo han tenido en el bloqueo político su primera consecuencia, antes que el pactismo y el diálogo que algunos aventuraban como protagonistas del nuevo tiempo. De momento, los partidos aparecen enrocados en sus respectivas posiciones, calculando al milímetro cada movimiento en la partida de ajedrez a varias bandas en que se ha convertido la política española.

Especialmente convulsa es la situación en un PSOE que se niega a facilitar la investidura de Mariano Rajoy a la vez que renuncia a impulsar una alternativa, con el ruido de fondo de la ya tradicional polifonía que impera en la casa socialista ante escenarios así. Importantes barones, con Susana Díaz a la cabeza, presionan para que Pedro Sánchez no explore una heterogénea alianza con Podemos y los nacionalistas, mientras en Ferraz reina la zozobra y falta de determinación.

Sánchez puede optar entre varias opciones y ninguna parece favorecerle. Ayer, el mensaje que decidió lanzar fue el de rechazar categóricamente a Rajoy y asegurar que se presentará a la reelección como secretario general del PSOE en el congreso de primavera. Maniobras que no contribuyen en nada a desencallar la situación y que parecen destinadas a ganar tiempo. Es difícil prever qué pasará en las próximas semanas, pero los escenarios posibles son estos cuatro:

1. Acuerdo PP-PSOE. Rajoy (123 escaños) no tiene posibilidades de ser investido si el PSOE (90) no se abstiene, pues los ‘noes’ de Podemos, IU, y el independentismo periférico (90 diputados en total) están más que descontados. Aparte de Ciudadanos (40), solo con PNV (6) o Coalición Canaria (1) tendrían los populares alguna posibilidad de entendimiento, en cualquier caso insuficiente. Susana Díaz, la baronesa con más poder del PSOE, es partidaria de que Sánchez deje gobernar al más votado imponiéndole condiciones y una legislatura corta de transición, tal y como ayer informó este diario.

La presidenta andaluza no quiere ni oír hablar de un pacto a varias bandas para desalojar al PP del poder, pues entiende que lastraría definitivamente a su partido. De la misma opinión son el barón extremeño, Guillermo Fernández Vara -“el PSOE no puede alcanzar pactos con nadie que defiende la independencia de Cataluña o la autodeterminación de los pueblos”- y el castellanomanchego, Emiliano García-Page -“no vamos a buscar pactos complejos ni pastiches de ningún tipo»; al PSOE “le corresponde liderar la oposición”-. Tanto Vara como Page son presidentes de sus respectivas regiones gracias a pactos con Podemos, de quien ahora recelan como socio a nivel nacional.

Parece difícil, en cualquier caso, que Sánchez ceda a estas presiones. Ayer Ferraz aseguró que el “no” a Rajoy es innegociable y eludió valorar qué haría en caso de que el PP decidiera presentar otro candidato. Ese es un futurible que no merece opinión para César Luena, número dos del PSOE -“ni lo sé, ni me importa”- y que el jefe del Ejecutivo no contempla a día de hoy. La cúpula socialista ya está pensando en el congreso federal de primavera, al que Sánchez se presentará. La decisión de investir a Rajoy, aunque fuera absteniéndose y poniéndole un límite de tiempo a su mandato, supondría una incoherencia inexplicable para quien hace ocho días le tachó de “indecente” ante más nueve millones de espectadores. Una gran coalición a la alemana o a la italiana es hoy una posibilidad lejana pero puede acabar abriéndose paso, quizá incorporando a Ciudadanos.

2. Pacto a tres bandas. Esa podría ser la salida que salvara la cara de Sánchez. Un pacto que incluya a Albert Rivera, además de al PP, le resultaría al líder del PSOE más fácil vender, ya que podría encaminarlo a la consecución de amplias reformas institucionales que van en el programa socialista. Una legislatura corta dedicada a emprender acuerdos de Estado para afrontar los desafíos que amenazan a la democracia española, como el secesionismo catalán, la corrupción o el descrédito de las instituciones podría ser su escapatoria. Rivera estaría por la labor -ya el domingo abogó por impulsar ese tipo de pactos y ayer insistió en que debe favorecerse la «gobernabilidad»-, y también para el presidente en funciones es la opción predilecta.

«Vamos a abordar el diálogo con generosidad», aseguró ayer el candidato del PP tras reunirse con la plana mayor de su partido, incluido José María Aznar. Rajoy prometió «generosidad y amplitud de miras» y se mostró dispuesto a entenderse con las formaciones con que coincide en las grandes materias de Estado: unidad de España, igualdad de los ciudadanos, soberanía nacional, política internacional y política antiterrorista. Su discurso sonó a que buscará ese pacto a tres bandas, aunque eludió citar a ningún partido en concreto: «Voy a poner mis mejores esfuerzos en promover ese diálogo y en que llegue a buen término». El PNV o CC podrían entrar en unas negociaciones donde no habría hueco para las fuerzas partidarias de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

3. Alianza de la izquierda con nacionalistas. La posibilidad de que PSOE, Podemos, IU y fuerzas soberanistas como Esquerra o Convergència impulsaran una alternativa al PP parecía destinada a abrirse paso tras el escrutinio. Sin embargo, el propio Sánchez la enfrió al reconocer a Rajoy la legitimidad para intentar gobernar y no postular su candidatura. Esta opción quedó aún más enterrada ayer, al criticarla los barones socialistas más destacados y al poner Podemos el referéndum catalán -que nunca aceptará el PSOE- como condición irrenunciable para empezar a hablar. No puede descartarse aún la alianza de izquierdas, cuando no han pasado ni 48 horas desde las elecciones, pero ya parece la alternativa más improbable de todas.

4. Nuevas elecciones. Es la opción que menos gusta a Rajoy, tal y como deslizó ayer. El presidente del Gobierno no quiere una «involución política» ni que la pluralidad parlamentaria devenga en «parálisis, bloqueo o inacción» pero puede que no quede más remedio que disolver las Cortes al poco de que se constituyan, el próximo 13 de enero. Si el PSOE mantiene su «no» al candidato del PP, Rajoy su determinación de ser el presidenciable -ayer adelantó que se presentará al próximo congreso popular para seguir al frente del partido- y Podemos su ‘línea roja’ del referéndum catalán, el bloqueo será insalvable. Ciudadanos insiste en pedir que se deje gobernar al más votado, pero sus 40 escaños no son determinantes en la Cámara.

¿A quién beneficiarían esos nuevos comicios? La teoría dice que al partido que gana y no puede gobernar. Si el PP, consolidado somo primera fuerza, capitaliza la situación y coloca al resto como culpables de la inestabilidad, puede sacar rédito. Es lo que ocurrió este año en Turquía, por ejemplo. Tras quedarse el AKP de Erdogan lejos de la mayoría absoluta en junio y fracasar las negociaciones postelectorales, en noviembre se repitieron las elecciones. Entonces sí, el partido del presidente se hizo con más de la mitad de los escaños. 

En España, tenemos el precedente de la Comunidad de Madrid en 2003. Los dos tránsfugas del PSOE impidieron entonces la investidura de Rafael Simancas, en el caso que se popularizó como Tamayazo y que desembocó en nuevos comicios a los cinco meses de los primeros. El PP de Esperanza Aguirre cosechó en otoño una victoria más amplia que en primavera, por mayoría absoluta, que le permitió conservar el poder.

Podemos podría ser el otro beneficiado. Pablo Iglesias reconoció ayer que ese no es un escenario que le disguste, remarcando su tendencia al alza y lo cerca que se quedó del segundo puesto. En efecto, si logra polarizar la campaña entre él y Rajoy, afeando al PSOE que no aceptara sus reformas constitucionales para impulsar un pacto de izquierdas, puede salir ganando. Pero también corre el riesgo de que se le vea como el culpable de la inestabilidad, al negarse a negociar nada fuera de esas propuestas que incluyen el referéndum de autodeterminación para Cataluña.

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