Esta semana en Valencia es imposible abstraerse de la vorágine de luz, música y sobre todo ruido que suponen las fallas, esas fiestas paganas de consagración de la primavera camufladas de fiesta religiosa.

Este impostado carácter religioso se compensa por el hecho de que la mayoría de los participantes aprovechan para ponerse al día de todos los pecados capitales y hacer todos los desmanes que no han hecho el resto del año en las calles de Valencia, convertidas en un gigantesco botellón.

Las fallas nos aportan un ejemplo de cómo la ciencia está implicada en nuestra vida cotidiana. Qué sería de estas fiestas sin el ruido y el olor de la pólvora. La pólvora negra es una mezcla de 75% nitrato potásico, 10% de azufre y 15% de carbón. Este tipo de pólvora hace mucho tiempo que está descartada de las armas de fuego puesto que produce mucho humo. En batalla, después de la salva de los arcabuces, se quedaba una nube negra que impedía la visibilidad. 

La aparición de la cordita y de los explosivos basados en nitrocelulosa o nitroglicerina solventó este problema y dejó a las pólvoras negras para uso principalmente en pirotecnia. En general, la pólvora pirotécnica suele ser 50% de clorato potásico en vez de nitrato, 35% de carbón y  15% de azufre. El mecanismo es bastante sencillo: la mecha prende, el azufre se quema y por la humedad produce ácido sulfúrico y sulfuroso, que reaccionan con el clorato produciendo gases. Si la reacción se produce en un contenedor cerrado los gases tratarán de escapar violentamente produciendo una explosión,  lo que viene siendo un petardo. Si lo diseñas de forma que los gases tengan una vía de escape, esos mismos gases propulsaran el contenedor y tendrás un cohete. La mezcla de pólvora se puede modificar en función de que quieras más ruido o más humo.

Todo muy bonito, pero las fallas también es una fiesta de color, ya sabemos cómo se propulsan los cohetes de los fuegos artificiales, pero ¿cómo se hacen los colores? Aquí tenemos que irnos a la estructura atómica.

Cuando un átomo absorbe energía entra en lo que se llama un estado excitado y los electrones se desplazan a niveles superiores de lo que les corresponde. Luego vuelven a su estado original, desprendiendo esa energía que han absorbido. La energía que absorbe cada átomo es de una determinada longitud de onda, que suele caer en el espectro de la luz visible, es decir, de determinado color. El truco es incluir en la mezcla determinados elementos químicos, que al estar presentes en la reacción producirán luz de diferentes colores. De esta manera el sodio da color amarillo o dorado, el bario verde, el cobre azul, el estroncio rojo y el titanio blanco y plateado. También se pueden trucar con otros elementos, como magnesio que incrementa el brillo, el antimonio que produce como un halo y el calcio, que da más intensidad a los colores. Por lo tanto, ya lo sabéis, sin química no hay fallas. En el próximo castillo de fuegos artificiales, a repasar la tabla periódica.

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