Una de las locuras televisivas de los últimos años ha sido el éxito de la ficción de zombies The Walking Dead, seguida de una secuela mucho menos afortunada, Fear The Walking Dead. En España estamos asistiendo a una versión de serie z –nunca mejor dicho–, del show, protagonizada por Gracita Morales y dirigida por Uwe Boll. Llamémosla PSOE The Walking Dead.
¿Qué tiene que ver el PSOE con los zombies? Después del lamentable espectáculo de la semana pasada, la pregunta es, más bien, ¿qué no tiene el PSOE que ver con los zombies?
Dejadme que me quede con un momento en particular. Atrincherados, con decenas de seres golpeando las puertas, los protagonistas se pasan más tiempo matándose entre ellos que resolviendo sus verdaderos problemas. Sólo me fastidia la metáfora Noemí López Trujillo y su loca, loca aventura de Telepizza.
Ignacio Urquizu publica un brillante artículo en ‘El País’ en el que lamenta que el principal problema del PSOE es que está totalmente alejado de la población más avanzada de nuestra sociedad. No es un debate de izquierda y derecha, es un problema de una notable incapacidad de atacar a los universitarios jóvenes en zonas urbanas.
Un problema reciente de Podemos, fruto de su juventud y de la campaña mediática brutal que se ha lanzado en su contra, es que en muchas zonas menos avanzadas, poblaciones rurales y personas, en general, con poco o nulo acceso o interés en la información más allá de la televisada, se mantiene un duopolio mental entre PP y PSOE. Estos han conseguido transmitir las ideas, equivocadas, de que Ciudadanos es sólo una marca blanca de los populares y que Podemos básicamente está integrado por los Cuatro Tuiteros del Apocalipsis.
Todo es más complicado que eso, pero intenta explicárselo a «las capas menos avanzadas de la sociedad», recurriendo a la terminología de Urquizu.
Así pues, el PSOE se ve en su torre de marfil madrileña, rodeado de criaturicas, y se pone a hacer lo que todos los humanos han hecho en todas las películas de zombies de la historia: Olvidarse de la verdadera amenaza, matarse entre ellos y poner al frente a líderes inverosímiles.
Susana Díaz se perfila como una mezcla de La Gobernadora y Negan. Tiene la cabeza de Pedro Sánchez en una pecera, un bate de béisbol cubierto con alambre de espino en la otra y la escalofriante idea de que puede ganar unas elecciones nacionales o conseguir mejor resultado que su predecesor –que, para colmo, podría levantarse de entre los muertos en las primarias y comerle un tobillo–.
Si el PSOE tumba al PP en dos años, después de haber trabajado duramente para ponerle en el poder y, muy probablemente, tras entregarle su apoyo para la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, se enfrentará a las urnas y, por primera vez, veremos a esta protagonista de memes sobre Despeñapedros enfrentada a la terrible verdad: El enemigo no estaba en casa y se han quedado en inferioridad numérica frente a los zombies de verdad.
El Partido Socialista Obrero Español sólo tiene una esperanza: Que los muertos vivientes que tiene a la puerta sólo estén interesados en comer cerebros. Eso podría salvar a los barones de una muerte segura.