Los socialistas solo superan el 20% del voto en cuatro de las nueve autonomías de la mitad septentrional de España. Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura contienen el deterioro de un partido que vive su peor momento desde el regreso de la democracia. Es ya la tercera fuerza en las Cámaras de Galicia, Cantabria y Cataluña, la cuarta en la del País Vasco y la quinta en la de Navarra. La caída del PSOE es especialmente pronunciada en las nacionalidades históricas, donde siempre jugó un papel central.

El PSOE ha perdido el norte. No solo en sentido figurado, con el espectáculo que ha dado recientemente a cuenta de su guerra civil, sino también literal. Los socialistas, que llevan cerca de siete años de continuo retroceso electoral, experimentan un hundimiento sensiblemente más acusado en la mitad septentrional de España. La tendencia tuvo su último reflejo en las elecciones gallegas y vascas del 25 de septiembre: el PSdeG quedó tercero, con el 17’9% de los votos; el PSE, cuarto, con el 11’94%.

Los grupos del PSOE están también fuera de las dos primeras plazas en los Parlamentos de Cantabria -donde les perjudica la competencia del PRC de Revilla y son terceros-, Cataluña -el PSC es tercero, pero sería cuarto si ERC y la antigua Convergència formaran grupos separados- y Navarra -los socialistas son la quinta fuerza-. En Castilla y León y La Rioja son segundos, pero sin posibilidad de condicionar el poder. En Aragón ostentan el Gobierno gracias a un pacto con Podemos, la Chunta Aragonesista e IU que les permitió superar al PP y maquillar el pobre respaldo electoral (21’41%) cosechado en 2015. De las nueve comunidades de la mitad norte, el PSOE solo es primera fuerza en Asturias, donde Javier Fernández ganó las elecciones hace año y medio con el 26’5% de los votos. A nivel nacional, poco después, cayeron al segundo lugar y están prácticamente empatados con Podemos (24’8%-23’8%).

Los números mejoran en el resto de España. El socialismo se mantiene como primer proyecto en Andalucía y Extremadura y es el segundo en todas las demás regiones (Castilla-La Mancha, Murcia, Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias). Sus alianzas con Podemos superan al centro derecha en la mayoría de instituciones de estas zonas, con clara preeminencia del PSOE sobre la formación de Iglesias, cosa que no sucede en el norte.

La pérdida de relevancia en esos territorios “se debe a una falta de conexión -cierta o percibida- con la realidad social de allí”, explica el sociólogo David Redoli. Al partido le faltan “anclajes reales, o que sean percibidos de ese modo, con la universidad, el mundo del trabajo, la cultura, el deporte, la ciencia, la empresa, la administración pública…”

El PSOE ha gobernado en todas las regiones de España, pero en el norte por menos tiempo y con menos apoyo que en el sur. Ha tenido menos ascendencia, por así decir, y eso le hace sufrir más en una época de caída generalizada como la actual. En Galicia, Castilla y León o Navarra partía de cotas más bajas y carecía casi de cualquier resorte de poder, lo que no ayuda precisamente a contener el desgaste que acumula la marca desde el segundo mandato de Zapatero y aguantar el empuje de Podemos.

El PSOE solo superó el 25% del voto el 26-J en sus tres plazas fuertes de la mitad sur: Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha

Redoli percibe “desconexión real entre el PSOE y capas cada vez más amplias de la población” y considera que así lo acreditan hechos como que “en las ciudades de más de 50.000 habitantes viene siendo, en el mejor de los casos, la tercera fuerza política en las dos últimas elecciones generales”. “Incluso en una ciudad tan tradicional como Zamora”, ejemplifica, “el PSOE se vio adelantado por Izquierda Unida, la formación que ahora gobierna con el apoyo socialista”.

En los comicios del 26-J, el partido del puño y la rosa solo superó el 25% del voto en sus tres plazas fuertes de la mitad sur: Extremadura (34’6%), Andalucía (31’2%) y Castilla-La Mancha (27’3%). Las federaciones socialistas de esos territorios son las que mejor resisten la competencia de Pablo Iglesias, manteniéndolo aún a gran distancia. Todo lo contrario de lo que ocurre en el norte. Especialmente intensa es la pérdida de relevancia del PSOE en las nacionalidades históricas -Cataluña, País Vasco y Galicia-. El partido que se preciaba de ser pieza central en los Parlamentos de toda España -contrastando con un PP secundario, cuando no marginal, en la política catalana y vasca- ha visto menguar su electorado en la periferia de un modo alarmante.

El PSC, que ganó todas las elecciones generales de 1979 a 2008 y gobernó la Generalitat de 2005 a 2010, no alcanzó en las últimas autonómicas ni el 13% del voto. En ocho años, ha perdido el 65% de sus apoyos. No le va mejor al PSE, que está a nivel regional diez puntos por debajo de sus números de 2005 y a 19 del 31% que marcó en 2009, cuando no concurrió la ilegalizada Batasuna y los socialistas se hicieron con la lehendakaritza. Bastiones míticos del socialismo, como el cinturón metropolitano de Barcelona o la Margen Izquierda de Bilbao, han pasado a otras manos.

Sus caídas en esos territorios se han producido, como en Galicia, tras articular pactos con otras fuerzas para desalojar a los más votados. En Cataluña, el tripartito PSC-ERC-ICV descabalgó a CiU de 2005 a 2010; en Galicia, la coalición PSdeG-BNG gobernó de 2005 a 2009 gracias a que juntos sumaron un escaño más que el PP; en el País Vasco, la entente PSE-PP se hizo con las riendas de 2009 a 2012 y mandó al PNV, ganador de todas las autonómicas, a la oposición por primera vez. ¿Contribuyeron esas maniobras a profundizar el deterioro electoral que luego sufrieron los socialistas en toda España?

“El PSOE no ha sido el partido de gobierno tradicional en ninguna de esas tres regiones; aunque consiguiera el poder en momentos determinados, nunca ha sido dominante a nivel autonómico”, explica al respecto la politóloga Berta Barbet. Llegó al poder en Cataluña, Galicia y Euskadi “en un momento de mayor hastío con las políticas del partido dominante y lo perdió una vez desapareció esa circunstancia”, sigue. Su declive periférico se debe “a un aumento de la competencia en su espacio, sobre todo a nivel de voto dual”. “El PSOE era el partido del voto dual, al que iban los electores de otras formaciones de ámbito no estatal cuando querían optimizarlo en comicios generales; votaban al PSOE como proyecto viable que se oponía a la visión del PP”, argumenta Barbet. Esto se pierde al irrumpir Podemos y sus confluencias, “que también apelan al voto útil y tienen postulados más cercanos a los de la mayoría de esos votantes”.

La cuestión identitaria

En esos postulados juega un papel clave la cuestión identitaria. Los electorados de izquierda de las nacionalidades históricas son más autonomistas que el resto, que presenta mayor vocación centralista. Así se explica en parte el aguante del PSOE en la meseta y el sur y su hundimiento en Cataluña y País Vasco en un momento en que el citado eje identitario se ha tensionado como pocas veces. Podemos, que defiende el derecho de autodeterminación de las comunidades autónomas, dispone de un cuadro completamente contrario: fuerte en la periferia, más débil en la meseta (excluida Madrid) y en el sur.

Lo explicaba la politóloga Sandra León hace unas semanas en El País: Desde 2010 “en seis regiones la izquierda se ha vuelto en promedio más autonomista (Baleares, Cataluña, Galicia, Madrid, Navarra y País Vasco), mientras que en cuatro de ellas (Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura) ha derivado a posiciones más centralistas”. “La polarización territorial de la izquierda alrededor del modelo autonómico se solapa enormemente con la distribución territorial del voto a Podemos y el PSOE. Mientras Podemos se ha hecho fuerte allá donde la izquierda se ha vuelto más autonomista (o soberanista), el PSOE resiste donde la izquierda se ha vuelto más centralista”.

León concluía que ambos partidos de izquierda necesitaban encontrar un equilibrio para “articular la diversidad de preferencias territoriales evitando que la actual concentración regional de sus apoyos se convierta en un obstáculo para conseguirlo”. “El partido que antes encuentre ese equilibrio estará mejor posicionado para dominar el espacio electoral de la izquierda”.

Los socialistas están hundidos en Cataluña y País Vasco, territorios que eran cruciales para ellos en elecciones generales

David Redoli aporta tres factores adicionales para explicar el declive socialista. “La indefinición sobre cómo afrontar el desafío independentista (modelo de Estado), el alejamiento de los jóvenes del partido (la inmensa mayoría de los votantes del PSOE son mayores de 45 años) y la percepción de contar con liderazgos poco inspiradores (faltan líderes de alto prestigio social”. A los hándicaps estructurales de la formación el norte añade, pues, adversidades adicionales que colocan a las federaciones de esa zona en situación muy delicada.

Dejar de ser competitivo en prácticamente media España es un peligro tremendo para el partido, que podría ver comprometida su capacidad de ser alternativa de gobierno. El granero catalán cimentó las dos victorias de Zapatero, que en 2008 llegó a sacar 25 escaños en esa región, 17 más que el PP -su margen total sobre Rajoy fue de 15 diputados-. Y también Euskadi era territorio propicio para los socialistas en generales, destacando las victorias de 1993 y 2008. Difícilmente podrá el PSOE recuperarse sin volver a ser referencia de primer orden en esos territorios y sin levantar el vuelo en Galicia, Castilla y León, Cantabria, La Rioja o Aragón.

“El riesgo para el partido es que se cronifique su perfil social más que territorial, es decir, que siga conectando solo con ciertas edades y perfiles y no consiga entrar en perfiles más jóvenes y formados”, concluye Barbet: “Es un gran lastre perder la ventaja que tenía sobre el PP en dos comunidades –Cataluña y País Vasco- donde se beneficiaba del voto dual, ha perdido un espacio respecto a Podemos que no va a volver y por tanto quedar por delante del PP en escaños será muy complicado”. Redoli apunta que “los partidos son organismos vivos y nada les garantiza que sean hegemónicos para siempre; si el PSOE no se unifica a nivel nacional, acabará siendo 17 PSOE’s + 1”.

Imagen: @socialistavasco

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