Los organicistas afirman que la sociedad es un ser vivo. Herbert Spencer (1820-1903, teórico social inglés de formación autodidacta, está considerado el padre de la filosofía evolucionista) propuso la utilización del modelo del organismo biológico para describir la evolución social; según la tesis spenciarana, seguida por muchos otros, los procesos que rigen la vida biológica (evolución, función, organización, estructura, homeostasis) también gobiernan la vida social. Bajo este enfoque, cada órgano de nuestro cuerpo –y, por analogía, cada elemento de la sociedad– tiene una función que cumplir para que todo el conjunto funcione perfectamente. Si uno de ellos falla, el resto del organismo se ve afectado, ya que las partes del organismo vivo funcionan en una relación de interdependencia.

Al igual que la sociedad puede ser considerada  como un sistema vivo, así también cada uno de los elementos que la conforman. En este sentido, la empresa como organización y parte de un sistema mayor también puede ser catalogada como tal: un organismo vivo y en permanente proceso de adaptación.

Aries de Geus, autor de The Living Company, ha investigado por qué sólo algunas organizaciones sobreviven o son más longevas que otras, descubriendo que existe una correlación positiva entre adaptación y permanencia durante décadas o siglos de la empresa. Aries de Geus invita a que veamos e interpretemos las empresas con “lentes biológicas”; es decir, que contemplemos a la empresa como a un organismo vivo, en el que el resultado de la vida y calidad de la misma no proviene de la satisfacción inmediata y egoísta del momento, sino de la coherencia, mesura, precaución, moderación, austeridad (e incluso de la abstinencia, añado). Los grandes y continuados excesos se pagan con enfermedades y acortamientos de vida.

Actualmente se estima que la vida media de la empresa es menor de 20 años. Según recientes investigaciones, en un gran número de casos la muerte de las empresas se produce en la pubertad; concretamente estos estudios sitúan la esperanza media de vida empresarial en torno a los 12 años y medio.

Las empresas que más años duran son aquellas que se comportan como “especies vivientes” Compañías como la suiza Stora o como las japonesas Sumitono o Mtsui, creadas hace más de siete siglos, han sobrevivido porque se han comportado como seres vivos siendo sensibles a su contexto, han tenido un fuerte sentido de identidad corporativa, han sido tolerantes con las normas y prudentes desde el punto de vista financiero. El secreto de perpetuarse –según investigaciones desarrolladas por Royal Dutch Shell– es mantener la armonía con el mundo circundante, adaptándose permanentemente como lo hace un ente biológico.

La realidad es que la mayoría de las empresas no están consiguiendo esa armonía con su entorno, porque no están gestionando adecuadamente los cambios que se están produciendo. En muchos casos siguen respondiendo con remedios viejos a nuevas patologías, sin adaptarse a los nuevos tiempos, lo que implica que no están  aprendiendo aquello nuevo que sirve y olvidando lo viejo que ya no es útil. En general, parecen no comprender adecuadamente el mundo al que se enfrentan y esa incomprensión las hace incurrir en mensajes contradictorios, hacia dentro y hacia fuera.

Como señalaban Gosling y Mintzberg,  en su famoso artículo de las cinco mentes de un directivo,-“se dice a los directivos que sean globales y, a continuación, se les conmina a ser locales. Que colaboren y que compitan. Que cambien, constantemente, y que mantengan el orden. Que alcancen los objetivos y que al mismo tiempo mimen a su personal. ¿Cómo se supone que puede una persona conciliar todo esto?”. La contradicción excede al ámbito interno de las empresas y se extiende a los mensajes que lanzan al exterior.

La situación es más grave de lo que parece a simple vista, por la importancia decisiva que la empresa –y con ella la función directiva– tiene en la economía y en la sociedad actual. En buena medida, la inadaptación de la realidad empresarial a los cambios, la contradicción entre sus mensajes y sus hechos, están sometiendo a la sociedad humana de la que dependen a una tensión psicológica casi esquizofrénica que está haciendo que los protagonistas de las propias empresas, las personas, sufran una especie de psicosis con pérdida de contacto con la realidad. Ya sabe nuestro querido lector que según la ciencia médica –concretamente la psiquiatría–, la diferencia entre una psicosis y una neurosis reside en que en esta última no existe perdida de contacto con la realidad.

¿Por qué mantengo esta tesis? Sinceramente creo que a la mayoría de las empresas y a sus directivos se les llena la boca hablando de la importancia de su gente; afirman que es su capital fundamental, y hasta hablan del ser humano como fin. Sin embargo, a la hora de la verdad, demuestran con  hechos y decisiones una filosofía que considera a las personas como un medio; incluso se las llama recursos, es decir, algo puramente material, un objeto, una cosa, algo perfectamente sustituible e intercambiable que sirve para hacer algo -siempre lo mismo- en todo momento e independientemente del que el contexto sea uno u otro. Esta cosificación del individuo está lejos de representar lo que realmente es: capital o fuente generadora de valor y riqueza. En función de cómo se gestione este capital su resultado no será siempre el mismo Este comportamiento espurio y falso es el factor desencadenante y fundamental de las patologías, o mejor dicho, de las  psicopatologías de las organizaciones.

Las preguntas que ahora deberíamos hacernos serían: ¿cuáles son las raíces etiológicas del problema?, ¿cuáles son las causas responsable de esta patología?, ¿por qué las personas en las empresas viven en una disociación permanente casi esquizoide que les hace perder el contacto con la realidad?, ¿por qué se les dice que son algo especial y luego, a las primeras de cambio, se les retira ese calificativo positivo?, ¿por qué se les asegura que son importantes e inmediatamente se les demuestra su insignificancia?

En mis próximos artículos de nuestra sección del Humano Digital analizaremos algunas de las actuaciones empresariales que –a nuestro juicio– son responsables etiológicos (la etiología -del gr. aitía, causa y logos, tratado- es la parte de la ciencia médica encargada de explicar las causas por las que se producen las enfermedades) de estas psicopatologías organizativas, causantes de los grandes males que padece la empresa.

José Manuel Casado

Socio de 2.C Consulting

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