• El retroceso electoral del bipartidismo llevó a Rajoy a ceder 3.757 concejales en mayo y todas sus mayorías absolutas en capitales y autonomías, salvo Ceuta y Galicia -que no se puso en juego-.
• El PSOE se dejó 948 ediles y 41 diputados autonómicos en 2015, aunque recuperó mucho poder territorial gracias a los pactos.
• La caída del PP en los comicios locales le hizo perder 93 escaños en las diputaciones y once más en las Juntas Generales vascas.
• Los socialistas mejoraron algo su pobre representación en Ceuta y Melilla y ganaron once presidencias provinciales y el mando de la FEMP.
• Los populares se estrellaron en los cabildos canarios y consells baleares, pasando de 87 representantes a 52. El PSOE bajó de 64 a 52.
• Las elecciones generales arrojaron un Congreso con menos presencia que nunca de los dos grandes partidos.

El deterioro del bipartidismo tiene cifra: 5.167. Ese es el total de cargos que PP y PSOE perdieron a lo largo del año que concluyó ayer y que estuvo plagado de procesos electorales. Todas las Cámaras autonómicas se renovaron -a excepción de la gallega y la vasca-, como también lo hicieron los ayuntamientos, diputaciones, Juntas Generales del País Vasco, cabildos canarios y consells baleares, además del Congreso y el Senado. El retroceso de los dos grandes partidos en el conjunto de las instituciones fue más que notable, sobre todo para la formación de Mariano Rajoy, que venía de su ciclo electoral más exitoso y se dejó de golpe 4.135 representantes públicos. Los socialistas siguieron erosionando su suelo histórico, con hasta 1.032 cargos perdidos, si bien recuperaron poder territorial gracias a pactos con otras fuerzas de izquierda y nacionalistas.

Para el PP, 2015 fue el peor año desde su refundación. El primer varapalo llegó en las andaluzas de marzo, donde cedió 17 de los 50 escaños logrados en 2012 y se quedó una vez más sin opciones de gobernar una región que solo conoce Ejecutivos del PSOE. Susana Díaz aguantó con 47 diputados el empuje de Podemos y pudo conservar el poder tras pactar con Ciudadanos. Ese sería el mejor registro electoral de los socialistas, con permiso de los alcaldes de Soria y Vigo, últimos mohicanos de las mayorías absolutas junto a los presidentes de Ceuta y Galicia.

Dos meses después de ese prólogo, llegaría la prueba de fuego de las elecciones municipales, donde a priori los partidos emergentes más difícil lo tenían por carecer de estructura territorial. El batacazo del bipartidismo fue absoluto: el PP perdió 3.757 concejales respecto a 2011 y el PSOE otros 948. Como consecuencia de ello, los populares fueron desalojados del poder en 15 de las 34 capitales que gobernaban y los socialistas se vieron superados por las distintas marcas de Podemos en las ciudades más pobladas.

Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Vitoria, A Coruña, Cádiz… Numerosas capitales cuentan hoy con alcaldes ajenos a los partidos tradicionales, que tienen menos peso que nunca en los municipios, con todo el coste económico y de impacto social que ello supone. Las 1.500 concejalías de Ciudadanos y la llegada al poder de plataformas municipalistas afines a Pablo Iglesias sentaron entonces las bases de su irrupción definitiva en la política nacional.

Las elecciones locales trajeron consigo la renovación de las diputaciones provinciales. Aquí el principal damnificado volvió a ser un PP que en 2011 había tocado techo. Sus 508 escaños se quedaron en 415, provocándole la pérdida de doce de las 27 presidencias que ostentaba. Los socialistas aguantaron mejor este envite, pues hoy solo tienen cuatro diputados menos que hace un año (391) y han pasado de gobernar siete de estos órganos a hacerlo en 18. También han recuperado el control de la FEMP y capitales como Sevilla, Córdoba, Oviedo o Valladolid.

A la vez que los comicios municipales, tuvieron lugar los autonómicos en todas las regiones salvo Andalucía, Cataluña, País Vasco y Galicia, que siguen su propio calendario electoral. El PP puso en juego ocho mayorías absolutas -Castilla y León, Cantabria, La Rioja, Madrid, Castilla-La Mancha, Murcia, Comunidad Valenciana y Baleares- y perdió todas, además de las mayorías de gobierno en otras dos -Aragón y Extremadura-. En total, teniendo en cuenta también las elecciones andaluzas de marzo y las catalanas de septiembre, Mariano Rajoy cuenta hoy con 154 diputados autonómicos menos que hace un año (376 frente a 530), sin contar las Asambleas de Ceuta y Melilla.

El PSOE, por su parte, cedió 41 escaños regionales (tiene 323) pero recuperó cinco gobiernos gracias a los pactos postelectorales. Además, mejoró algo su pobre representación en las ciudades autónomas, subiendo de tres a cuatro diputados/concejales en Ceuta y de dos a tres en Melilla. El PP también retrocedió aquí, manteniendo por la mínima la mayoría absoluta ceutí (se llevó 13 de los 25 escaños, por los 18 que obtuvo en 2011) y perdiendo la melillense (bajó de 15 a 12 actas).

El 24 de mayo tuvieron lugar también las elecciones a Juntas Generales vascas, cabildos canarios y consejos baleares. El bipartidismo se llevó las mismas malas noticias que en ayuntamientos y Cámaras autonómicas. En las instituciones forales, el PP bajó de 28 apoderados a 17 (12 en Álava, cuatro en Vizcaya y uno en Guipúzcoa) y el PSE de 28 a 21 (cinco alaveses, siete vizcaínos y nueve guipuzcoanos). El PNV se hizo con el mando en todas ellas tras el pacto global firmado con los socialistas.

Además, Rajoy se dejó 20 de sus 47 diputados en los cabildos canarios y 15 de los 40 en los consells de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. El PSOE bajó de 43 a 36 y de 21 a 16, respectivamente.

El declive del bipartidismo continuaría a la vuelta del verano en las elecciones catalanas y tendría su reflejo definitivo en las generales de final de año. El 27-S, socialistas y populares se vieron ampliamente superados por Ciudadanos, que con sus 25 escaños sacó prácticamente el mismo resultado que los otros dos juntos (16 y 11, respectivamente).

El batacazo del 20-D, con el PSOE hundido en los peores resultados de su historia y el PP regresando a los niveles de apoyo que tenía hace un cuarto de siglo, ha sido la imagen del fin de una era. Nunca los dos grandes partidos habían sumado tan pocos escaños en el Congreso. Los 120 diputados populares -descontando los dos de UPN y el de Foro Asturias que fueron en sus listas y sumando a Gómez de la Serna, con expediente interno abierto- y los 89 socialistas -restado el de Nueva Canarias que concurrió por Las Palmas con el PSOE- no alcanzan los dos tercios de la Cámara necesarios para cualquier reforma importante de la Constitución y se quedan a uno de los tres quintos perentorios, por ejemplo, para los nombramientos del CGPJ.

En el Senado, el PP sí ha conservado la mayoría absoluta, al adjudicarse 124 de los 208 escaños que los ciudadanos designan de forma directa. Son 12 menos de los logrados en 2011, pero le sirven al partido de Rajoy para mantenerse ampliamente por encima de los 47 senadores socialistas (bajan uno). Además, a unos y otros les corresponde una veintena de las actas que reparten los Parlamentos autonómicos.

Así las cosas, se abre un escenario nuevo donde el bipartidismo tiene menos presencia institucional que nunca y verá muy menguados sus ingresos vía subvenciones. El adelgazamiento de su estructura territorial y la pérdida de protagonismo en el tejido social son circunstancias muy importantes que pueden acentuar el desgaste de los partidos que han vertebrado la política española las últimas décadas.

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