La energía, las materias primas y la Propiedad Intelectual son los escollos en los que no se ponen de acuerdo las autoridades europeas y las americanas. Las negociaciones llevan abiertas desde 2013 y está previsto que se cierren a finales de este año. Sin embargo, la Comisión reconoce que todavía existen asuntos “sensibles” y que se encuentran “en la mitad del proceso”.

La creación de una alternativa al mercado único europeo es el objetivo que persiguen las dos grandes potencias mundiales de cara a 2016. La eliminación de tasas aduaneras, la convergencia regulatoria y en definitiva la supresión de trabas al comercio son los ambiciosos objetivos del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP).

“El objetivo es acercarnos en la medida de lo posible a un mercado común, algo que podemos hacer porque compartimos muchos principios y valores”, señalaba Jochen Müller, consejero político de la Comisión Europea en España, en un foro sobre ciberseguridad organizado por la Cámara de Comercio Americana.

Sin embargo, el resultado de las negociaciones se está alargando más de lo previsto y, aunque se espera terminar el año con un documento definitivo, ambas partes reconocen que es un “objetivo muy ambicioso”.

El sistema de negociación se basa en la presentación consecutiva de propuestas por parte de la Comisión y de los representantes estadounidenses sobre los asuntos de interés en el tratado, para alcanzar después un documento común que recoja ambas perspectivas. El encargado europeo de las negociaciones es el comisario Malmström y su homólogo estadounidense es el representante de Comercio, Michael Froman.

Ya se han alcanzado grandes acuerdos en algunas materias, como en el caso de las tarifas aduaneras –cuya supresión supondrá un ahorro de 3,6 millones de euros- que se eliminarán entre ambas regiones en un 97% de los casos. Otros puntos de consenso son la eliminación de las duplicidades en las inspecciones y de obstáculos regulatorios para el comercio.

Para lograr estas metas, tanto la UE como EEUU han hecho un gran esfuerzo en la armonización de sus respectivas legislaciones en asuntos clave como las normas de seguridad, los estándares de calidad o las barreras al comercio.

Pero todavía quedan algunos asuntos en el tintero calificados como “sensibles” por la propia Comisión. En primer lugar, el sector energético y el de las materias primas parecen ser dos focos de conflicto para ambas regiones, en los que todavía no se ha llegado siquiera a plantear la estructura de los acuerdos.

Otro obstáculo en las negociaciones es la regulación de la Propiedad Intelectual, donde ni la Comisión ni los representantes americanos han hecho sus propuestas definitivas todavía.

Ciertos sectores específicos están suponiendo también un quebradero de cabeza para los reguladores. La automoción, los cosméticos, la industria química y la textil son algunas de las piezas que todavía no se han logrado encajar en el acuerdo.

En el apartado de servicios, las propuestas en torno a estos y a sus modalidades financiera y digital (e-commerce) están sobre la mesa desde 2014, aunque no se ha logrado sacar nada en claro en este sentido.

La próxima reunión de los negociadores está prevista para el mes de julio, con la vista puesta en el verano como fecha límite para recoger las propuestas de ambos en todas las materias. Para otoño se espera que todos los asuntos relativos a esas áreas más “sensibles” estén solucionados y poder avanzar en el proceso. Si todo sale según los previsto a finales de este año podría haber un documento definitivo que presentar por un lado, al Consejo y al Parlamento Europeo, y por otro, al Congreso estadounidense.

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