De un siglo para acá, muchos han imaginado que por estas fechas el transporte autónomo formaría parte de nuestras vidas cotidianas en distintas formas: coches robóticos, aviones sin piloto, autobuses con inteligencia artificial… Si hoy no estamos rodeados de ellos, no será porque la tecnología no haya evolucionado lo suficientemente rápido. Más bien es por el complejo entramado económico-empresarial-jurídico-ético que rodea esta idea tan sencilla de conducir sin conducir.

Paradójicamente, el vehículo autónomo más visible desde hace unos años no tiene ruedas, sino alas. Claro que el hecho de no llevar pasajeros ayuda. De unos años a esta parte, los drones (aeronaves no tripuladas) han pasado de ser un instrumento exclusivo de algunos ejércitos a venderse en centros comerciales (sin dejar ni un momento de lado su uso bélico). Pero el juguete tecnológico de moda no transporta personas y probablemente no lo hará de aquí a un buen tiempo. La principal traba en este caso parece ser la reticencia de los viajeros a volar en un avión sin piloto. 

Si hablamos de vehículos con ruedas parece que estamos más dispuestos a dejarnos llevar, y como los fabricantes lo saben, ya hay varios proyectos en pruebas y prototipos. La mayor variedad de propuestas se concentra en torno al coche.

La industria automovilística y la tecnológica parecen tener visiones diferentes e irreconciliables sobre cómo hacer el transporte privado autónomo definitivo, y cada empresa materializa su interpretación del mismo, aunque por ahora se quedan en exposiciones y vídeos promocionales. Audi, Volvo, Toyota, Mercedes y Lexus van a la cabeza en el sector del automóvil pero también tenemos a Google, Apple, Baidu (el Google chino), Delphi y hasta la NASA experimentando con cámaras, radares y sensores para crear el coche autónomo perfecto.

¿Qué dicen los gobiernos?

En Estados Unidos llevan dos años estudiando el asunto para elaborar la regulación pertinente. La NHTSA (National Highway Traffic Safety Administration, algo así como una agencia nacional de seguridad en carretera) ya ha establecido una escala para medir el nivel de autonomía de los vehículos que va del 0 al 4. El 0 sería un coche convencional y el 4 deja totalmente exento de responsabilidad al conductor. Además, algunos estados se han adelantado y ya han regulado su uso, tanto para permitirlo como para prohibirlo.

Reino Unido quiere ser el líder europeo y ha invertido 19 millones de libras en su prototipo Lutz Pathfinder, que ya han probado por las calles de Greenwich, Londres. Dicen que “no existe ninguna barrera legal para realizar pruebas de vehículos sin conductor en la vía pública” y prometen que en 2017 habrán modificado el Código de Circulación para incluir este tipo de coches.

El Lutz Pathfinder es el coche autónomo más patriota

El Ministerio de Transporte de Japón tiene previsto el acondicionamiento de las autopistas de todo el país para que puedan ser utilizadas por vehículos autónomos y convencionales, de forma simultánea, en la próxima década. Honda, Nissan y Toyota llevan años probando prototipos.

En España tenemos a Platero, un Citroën C3 modificado por el CSIC y la Universidad Politécnica de Madrid que realizó el recorrido de San Lorenzo de El Escorial hasta Arganda del Rey hace casi tres años y del que no se ha vuelto a saber nada.

Platero conduce y tú te puedes dormir  

Pero no todo son coches, también existe un camión sin conductor, de Daimler, y Uber (la aplicación que tiene a los taxistas en pie de guerra) ha llegado a un acuerdo con la Universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos para desarrollar una flota de taxis sin taxista. Verás cuando se enteren ambos gremios.  

Transporte público inteligente

La Unión Europea ha financiado con 9.5 millones de euros un proyecto llamado CityMobil2, que es como un autobús eléctrico automatizado. Pretende ser la solución del transporte público en cascos urbanos y alcanza una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora. León fue la primera ciudad en probar este minibús autómata, en 2014, seguido de La Rochelle (Francia) y media docena de urbes europeas lo harán próximamente.

El minibús de la Unión Europea, en pruebas

Otro prototipo, mucho más ambicioso y futurista, se llama Skytran y está en Israel. Se trata de una red de cápsulas suspendidas de raíles elevados mediante levitación magnética que alcanzan los 240 kilómetros por hora. Casi nada. La idea es que sean solicitadas a través del móvil. La tecnología ha sido desarrollada por SkyTran junto con Israel Aerospace Industries y la NASA y la prueba piloto se realizará a finales de este año en Tel Aviv, con vistas a implantarlo también en París y distintas ciudades indias. Elon Musk anunció en EEUU hace dos años un proyecto similar: Hyperloop.

No es la guerra de las galaxias, es Skytran

 

Pero todo este sueño a lo Minority Report conlleva una serie de dilemas éticos mucho más profundos de lo que a priori pudiera parecer. ¿De quién es la responsabilidad en caso de accidente? ¿Del coche, del ocupante, del fabricante? ¿Qué sucede cuando se da una situación no prevista en la programación del vehículo? ¿Dejamos, por si acaso, margen para quitar el modo autómata? Estas y otras cuestiones que parecen de ciencia ficción están siendo abordadas hoy mismo en empresas, gobiernos y universidades de todo el mundo.

 

 

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