El partido de Pablo Iglesias aspira a superar el mal trago de las generales con un gran resultado en las autonómicas de Euskadi el próximo otoño. La candidatura de Pilar Zabala parte con opciones de disputarle la victoria al PNV, que ha ganado todas y cada una de las citas regionales vascas desde 1980.

Las elecciones al Parlamento Vasco, a celebrar en octubre o noviembre, están marcadas en rojo en el calendario de Podemos. Tras el fiasco que supusieron las generales de junio, donde la alianza con IU no logró el objetivo de superar al PSOE y quedar cerca del PP, el partido de Pablo Iglesias se ha sumido en una espiral de melancolía y tensiones internas que aspira a romper a la vuelta del verano, con la tierra que vio nacer a Baroja y Unamuno como lanzadera. El País Vasco es fetiche para Podemos. Se trata de la región de España donde con más éxito ha conseguido implantarse, devorando paulatinamente los electorados de EH Bildu y PSE y colocándose a la par del hegemónico PNV, que por primera vez en 30 años ve amenazada su preponderancia.

Iglesias ganó al PNV en junio en las tres provincias vascas y le sacó en total cuatro puntos y 47.000 votos

El 26-J, Iglesias se llevó el 29’05% de los votos y el 33% de los escaños de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, siendo la primera fuerza autonómica en las tres provincias. En diciembre, ya había superado en sufragios al nacionalismo vasco (por más de un punto), aunque sacó un diputado menos. La coalición con Alberto Garzón apuntaló el sorpasso y confirmó que la formación emergente está en condiciones de disputarle la victoria a Íñigo Urkullu en otoño.

Las dinámicas de voto son muy distintas en generales y autonómicas, sobre todo en territorios históricos como País Vasco o Cataluña, pero a nadie se le escapa que Podemos Euskadi está aglutinando ya un bagaje lo suficientemente importante como para resistir bien en citas regionales los hándicaps de ser un partido de ámbito estatal.

Si los resultados de junio se calcaran en las autonómicas, el partido morado se llevaría 25 de los 75 escaños de la Cámara vasca, quedando muy por delante de PNV (18), PSE (11), EH Bildu (10), PP (10) y Ciudadanos (1). Puede permitirse, por lo tanto, un bajón considerable y aun así aspirar a la victoria. Las encuestas anteriores a las generales apuntaban a un triunfo de Urkullu por amplio margen, superior a los diez puntos, con la excepción de la que en enero difundió la Universidad del País Vasco, que dejaba esa distancia sobre Podemos en apenas cuatro puntos. Ello sin contar con la alianza con IU, que se reeditará para la cita de dentro de unos meses. Desde que esta se fraguó, el único sondeo que ha habido es el de las urnas hace apenas cuatro semanas.

Estas halagüeñas expectativas han movido a los de Iglesias a echar el resto en Euskadi. El lunes 1 de agosto proclamarán oficialmente a su candidata, Pilar Zabala, que previamente tiene que superar el correspondiente proceso de primarias. La hermana del que fuera víctima de los GAL en los 80, el miembro de ETA José María Zabala, ha sido la sorprendente elección del aparato, que no debería tener problemas para recibir la bendición de las bases.

Problemas internos

Podemos Euskadi ha presentado graves problemas internos desde su fundación -el secretario general, Roberto Uriarte, y sus fieles dimitieron antes de las generales de diciembre por discrepancias con Iglesias-, unas disputas que pretenden zanjarse con la promoción de Zabala y la conjura para tratar de ganar los comicios autonómicos. El sector crítico tiene a su propio aspirante, el médico Juan Luis Uría, pero sería una sorpresa mayúscula que se impusiera.

La izquierda abertzale puede perder hasta diez de sus 25 diputados regionales por la irrupción de Podemos

Zabala, odontóloga de profesión, goza de mucha proyección pública y estimable capital social en el País Vasco. Nunca hasta ahora había tomado partido por una formación, limitándose a defender un discurso crítico con el terrorismo y favorable al entendimiento entre todas las sensibilidades políticas. Con su fichaje, Podemos busca consolidarse en ese amplio nicho que abarca desde bolsas electorales abertzales al izquierdismo descreído de la política identitaria. El que pretende ser candidato de EH Bildu a lehendakari, Arnaldo Otegi, ha salido al paso de la elección asegurando que Zabala es “una persona que ha criticado con dureza a la izquierda abertzale”, aunque ha reconocido que su perfil contribuirá por sí mismo a colocar en la agenda “la violencia del Estado y la guerra sucia” que “algunos quieren ocultar en un relato que quieren que sea monocorde”.

Sin duda, EH Bildu será quien más perjudicado salga de la irrupción de Podemos en la política vasca. Los 25 escaños que Laura Mintegi logró en 2012 difícilmente pasarán ahora de 16-17, aunque finalmente consigan presentar a Otegi. Pero también los socialistas están viendo menoscabados sus apoyos, que ya menguaron mucho de 2009 a 2012, y podrían quedar en guarismos parecidos a los del PP, con poco más de diez actas.

Pese a ello, es improbable que el próximo lehendakari pueda ser alguien distinto a Urkullu. La suma de Podemos-IU y EH Bildu no alcanzará la mayoría absoluta y se hace impensable que el PSE vaya a permitir un Ejecutivo en coalición de esas fuerzas. Más bien parece que los socialistas, liderados por Idoia Mendia, profundizarán su alianza con el PNV –ya gobiernan juntos las tres diputaciones y decenas de municipios-, pacto que necesitaría el apoyo externo del PP de Alfonso Alonso. La presencia de Ciudadanos, si finalmente logra algún representante, será testimonial.

Iglesias rechaza asumir este escenario y se limita a asegurar que Zabala tiene “muchas posibilidades de ganar” las elecciones. Ante el proceso de primarias, él se mantendrá “neutral”, pero no oculta la “admiración enorme” que siente por ella. Se trata de “un ejemplo de la reconciliación, del compromiso con las víctimas, del compromiso con la memoria histórica”, declaró el jueves en TVE. Los partidarios de Iglesias y los de Íñigo Errejón están unidos en torno a esta aspirante, patrocinada por la dirección de Podemos Euskadi al frente de la cual se sitúa la diputada Nagua Alba, de la máxima confianza del secretario político morado.

La batalla contra el PNV

País Vasco y Navarra fueron las únicas regiones donde Unidos Podemos mejoró los resultados de Iglesias y Garzón en diciembre. No funcionó la estrategia de PNV y EH Bildu de reivindicarse como los guardianes de las esencias y los actores que con más fuerza y legitimidad pueden defender los intereses de los vascos en Madrid. Que la rama morada de Euskadi está supeditada a los designios de Iglesias y el resto de la dirección nacional es un ataque lanzado con frecuencia desde el soberanismo para desacreditar a la formación emergente. A buen seguro, será la principal baza que jueguen en la campaña y precampaña de las autonómicas.

El partido morado critica con dureza a los ‘jeltzales’ por haberse entendido con el PP para conformar la Mesa del Congreso

Un primer reflejo de la disputa PNV-Podemos que se avecina ha tenido lugar los últimos días. Iglesias ha criticado con dureza a los jeltzales por haberse entendido con el PP en la constitución de la Mesa del Congreso. El PNV votó en blanco en la elección del presidente, facilitando el triunfo de Ana Pastor, y pudo apoyar a los vicepresidentes propuestos por los populares y Ciudadanos.

Ellos lo niegan, pero Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP, reconoció que habían conseguido adhesiones “individuales” tanto del PNV como de Convergència. Además, los de Rajoy cedieron un puesto a los nacionalistas vascos en la Mesa del Senado y les prestaron dos senadores para que pudieran formar grupo propio en la Cámara alta.

Parafraseando a Javier Krahe, el líder de Podemos acusó al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, de “hablar con lengua de serpiente” por negar el pacto con el PP. Este respondió negándolo de nuevo y añadiendo que él nunca señalará a nadie “sin pruebas ni conocimiento”. El líder del Grupo Vasco en el Congreso, Aitor Esteban, también negó el acuerdo y adelantó que votarán ‘no’ a la investidura de Rajoy tantas veces como tengan ocasión de hacerlo.

La actitud de todos ellos demuestra la tensión que se vive ante la inminencia de las elecciones vascas más abiertas en 30 años. Solo en 1986 estuvo en riesgo la victoria del PNV, que entonces sufrió la escisión de Carlos Garaicoetxea y su Eusko Alkartasuna y estuvo a punto de ser superado por el PSE. De hecho, obtuvo dos escaños menos, aunque ganó en votos y acabó reteniendo el poder gracias a un pacto con los socialistas.

Desde entonces, el PNV no ha tenido rival y es la fuerza que mejor ha aguantado el revolcón sociopolítico vivido en España desde 2014. Pablo Iglesias escribió hace un año en El País que las Fuerzas Armadas, la Monarquía y el partido de Urkullu eran las únicas instituciones del régimen de 1978 que “gozan de relativa buena salud”. Ahora, está decidido a hacer lo imposible para que la tercera de ellas abandone el club y de paso le permita soñar con su primera presidencia autonómica.

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