La visita del Santo Padre a la República de Cuba en una actitud de silencio respecto a problemas sociales que sufre aquel país deja en evidencia la obligada necesidad del pontífice de amoldarse a los deseos de los dictadores de Cuba en su condición de anfitriones.

Teófilo de Luis / Secretario Cuarto de la Mesa del Congreso de los Diputados / Diputado Grupo Parlamentario Popular

La arriesgada posición del Papa Francisco se hizo evidente cuando en su visita posterior a los Estados Unidos pudo opinar sobre lo que consideró necesario: la pena de muerte o el comercio de armas, por ejemplo. En Cuba no solo no pudo interesarse por las detenciones de disidentes efectuadas por el régimen para evitar encuentros con su persona, sino que también hubo de soportar un encuentro “fraternal” con Fidel Castro y tratar con él temas de interés mundial, entre ellos, el medio ambiente. El colmo del cinismo cuando la situación de los cubanos en el ámbito social, económico y político ofrece muchos motivos de preocupación.

Posteriormente, en las Naciones Unidas, durante el encuentro con el Presidente Obama, el dictador de Cuba reclamó el levantamiento del embargo, la devolución de Guantanamo y compensación económica por los perjuicios ocasionados al pueblo cubano sin que nadie se atreva a reclamar la voz plural para su pueblo.

En cambio, todo parece indicar que el tráfico económico se intensificará entre ambos países. Esta realidad significa para los que llevamos años trabajando por la libertad de los cubanos que nuestra batalla por los principios se está perdiendo en beneficio de aquellos que pretender primero la reactivación económica.

Dadas las dificultades del proceso entiendo se debe luchar en cada espacio que se pueda aprovechar en beneficio de la libertad. Como ya he defendido en otras ocasiones, en el ámbito de una reactivación económica en Cuba, sería necesario poder oír la voz del mundo del trabajo y así hacer posible la contratación libre de trabajadores, poder fijar su retribución según cada caso, poder reconocer su esfuerzo y productividad, poder escuchar y negociar con los trabajadores los derechos de la mano de obra y, lo que es más importante, entregar a los trabajadores directamente su salario sin intermediación del gobierno cubano. Así la bonanza económica llegaría al trabajador cubano.

Es por ello que parece absolutamente necesario mostrar ante los hermanos Castro el nivel de exigencia preciso para que comprendan la necesidad de cambios estructurales por su parte en el modelo de convivencia de Cuba.

Estas exigencias se ensamblan en el modelo económico y hay que recordar que las empresas que se desarrollan en espacios democráticos son penalizadas por los consumidores si participan en un modelo económico que contribuya a la explotación de la mano de obra.

Imagen | Flickr – Iker Merodio

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