Ya tenemos asumido que las farmacias son servicios públicos que se otorgan por concesión administrativa, pero a la vez negocios. Esto quiere decir que junto con la dispensación de medicamentos con receta, y las indicaciones sobre cómo usarlos (recordad aquello de «en caso de duda consulte con su farmacéutico”), conviven otros productos que poco tienen que ver con la salud como champús, cremas, chicles, o algunos mucho más cuestionables como todos los relacionados con la pseudomedicina como la homeopatía y similares.

Todos tenemos muy interiorizado que el hecho de que un producto se anuncie como «de venta en farmacias» parece aportar un plus de calidad o de seriedad al producto, aunque no necesariamente es cierto. Hace unas semanas ya publiqué una guía de supervivencia en farmacia para ayudar a distinguir entre lo que tenía evidencia científica, lo que no servía para nada y lo que era un fraude.

Pensaba que el límite se había alcanzado cuando vi unas patatas fritas de bolsa de venta en farmacias, pero no, la capacidad de sorprender es como lo que pasaba en «Cañas y Barro», que querían drenar un terreno y por más tierra que echaran aquello no se secaba.

Me envía una amiga (gràcies Carme) la foto que adjunto en este artículo que creo que es suficientemente explicativo. Un viejo truco de venta es poner los dulces y golosinas que llaman la atención de los niños en las cajas para que se sientan atraídos por ellas mientras esperan en la cola y los padres se las compren por no discutir. En algunos países esta práctica, que al final no hace otra cosa que promover las caries y la obesidad infantil, empieza a estar regulada y ya hay supermercados que ofrecen cajas sin dulces.

El problema es que uno no esperaba encontrarse este truco tan burdo en una farmacia y con algo que supuestamente tiene que ver con la salud. Resulta que ahora Peppa Pig, además de entretener a los más jóvenes, patrocina complejos vitamínicos.

A ver, me lo imagino: Un padre o una madre, o abuelos, salen del colegio y pasan por la farmacia para comprar por ejemplo, paracetamol o ibuprofeno, y el niño se pone a señalar como loco el anuncio de Peppa Pig y dice que lo quiere. ¿Qué debemos hacer? ¿Darle un complejo de vitaminas porque Peppa Pig dice que se va poner más alto y fuerte? Lo tienen en una farmacia ¿no? Malo no será. A ver, recordemos lo que no debe olvidarse. Tenemos el aporte de vitaminas y minerales por la dieta, y salvo que el médico indique lo contrario, no son necesarias. Pero es que además habla de fortalecer el sistema inmune ¿eso lo decide un niño en una cola para pagar?

Si por ejemplo el niño está en tratamiento por una leucemia o ha recibido un trasplante eso puede ser contraproducente ya que el tratamiento se basa precisamente en lo contrario. Peppa Pig tendría que advertir de esto. Si como todos deseamos, el niño está sano, su sistema inmune no necesita ninguna ayuda. Y por si fuera poco resulta que estas pastillas anuncian que tienen más energía y vitalidad. Yo desde luego no educaría a mis hijos haciéndoles creer que la energía y vitalidad se puede conseguir con una chuche o una pastilla, que luego de mayores se acostumbran.

En resumen, mensajes muy confusos y dirigidos a un público especialmente vulnerable. Amigos farmacéuticos, si realmente sois un servicio para la salud, no hagáis estas cosas.

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