El ICE que une Múnich y Berlín no es lo que uno puede esperar de un tren alemán de alta velocidad: seis horas para conectar dos ciudades separadas por apenas 600 kilómetros. En Alemania, las rutas ferroviarias acostumbran a ser largas, de extremo a extremo, pero esta la han exprimido más de la cuenta.

Un viaje así desde el corazón de Baviera a la capital de la República Federal, pasando por Fráncfort, da para mucho. Puedes subir con un libro casi acabado bajo el brazo y bajarte pensando que nunca lo publicarás. Eso le pasó en mayo a Martí Perarnau. De camino a la última final de la Copa de Alemania, entre Bayern y Borussia Dortmund, dio a leer a otro periodista catalán, Isaac Lluch, 20 o 30 folios del borrador de su segunda obra sobre Pep Guardiola. A Lluch le pareció interesante, claro, pero le hizo ver algo: ¿no se estaba recreando demasiado en los detalles del día a día?

Herr Pep, el primer libro de Perarnau sobre Guardiola, era precisamente eso: el diario del primer año en Múnich del entrenador, que le concedió pleno acceso al vestuario y libertad para publicar sin filtros. Resultó un éxito de ventas y se tradujo a catorce idiomas. Así que, para documentar su segundo libro, Perarnau mantuvo sus rutinas: volaba de Madrid a Múnich, veía trabajar al Bayern en Säbener Straße y tomaba decenas de notas que volcaba al regresar a casa. Había reunido ya cerca de 500 folios cuando decidió mandar todo a la papelera. Tenía que buscar otro enfoque. Un cambio.

“Nunca hagas lo que ya sabes hacer”, reza la cita de Eduardo Chillida que abre uno de los capítulos de Pep Guardiola. La metamorfosis, el resultado final de este proceso. Se trata, precisamente, de un libro sobre el cambio. Perarnau, siempre con una metáfora por delante, cree que Múnich ha transformado a Guardiola. Si jugar y entrenar en el Barça era vivir en casa de los padres -Brescia, Doha y Sinaloa fueron mero turismo-, el Allianz Arena suponía independizarse, crecer, pero también y sobre todo aprender. Guardiola, que llegó a casa de Franz Beckenbauer a imponer el juego de Johan Cruyff -otra metáfora del autor-, pronto se dio cuenta de que la Bundesliga tenía mucho que enseñarle: verticalidad, velocidad, pase largo y al espacio… El resultado fue un equipo capaz de jugar como Cruyff y como Beckenbauer, según conviniera.

Pep Guardiola. La metamorfosis está repleto de conceptos futbolísticos con sus correspondientes ejemplos reales. Y por suerte, muchos de esos 500 folios salieron de la papelera de reciclaje y sirven para completar el trabajo, diferenciados tipográficamente.

Fe de errores

En las presentaciones del nuevo libro, Perarnau asegura que Herr Pep contenía un error: escribió que la pasión es el motor que mueve a Guardiola, cuando en realidad es su ansia de aprender, de absorber. De cambiar. Basta con situarse en la primera escena de ambos libros.

En el primero, Guardiola conversa con Kaspárov y ya nos lo presentan como un ladrón de ideas, interesado en muchos campos más allá del fútbol para apropiarse de herramientas. En La metamorfosis el interlocutor de Guardiola en el capítulo inicial es Woody Allen, al que conoció durante su año en Nueva York. Y como al cineasta no le interesa nada el ‘soccer’, Guardiola no pone ningún reparo para acabar hablando dos horas sobre los New York Knicks.

Si Guardiola eligió un histórico de Europa para probarse sin Messi y sin el apoyo de La Masia, el Manchester City es un lienzo en blanco. Un equipo con solera, fundado en 1880, pero sin la vitrina de los grandes del fútbol inglés ni un estilo definido. Y con dinero, mucho dinero.

De momento, Guardiola ya ha sacado a relucir varias veces el escaso historial europeo de su equipo en plena crisis de resultados: seis partidos sin ganar, lo nunca visto en su carrera. No es lo único que repite siempre que puede: “Intentaremos crear un espíritu de equipo lo más rapido posible», dijo en su presentación; «Hemos tenido un gran espíritu de equipo», se felicitó tras la segunda jornada. Sus jugadores también echan mano del concepto cada vez que les preguntan. Perarnau explica a qué viene esto: “Le hablé a Pep de los All Blacks y le recomendé el libro Legacy [de James Kerr], que explica lo que allí llaman “cultura de equipo”. Él ha cambiado cultura por espíritu”. Y no es la única idea de la que se ha apropiado. Una de las tradiciones que mantienen los All Blacks es fregar ellos mismos su vestuario después de los partidos. Perarnau puede dar fe de que el camerino local del Allianz Arena, alguna vez, quedó reluciente.

Imagen | ‘Getty

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