Cada partidario sensato de Pablo Iglesias que conozco viene repitiendo durante los últimos días: «Sí hizo mal al criticar al periodista, pero ¡qué mal está el periodismo en España!». Y te sacan a colación las presiones que sufren los periodistas, el ERE en Unidad Editorial, la pantalla de plasma de Rajoy, el bolígrafo en el escote de Aznar o las salidas de tono de Mourinho o Luis Enrique.

Lo que viene a ser, en resumen, la política más vieja del mundo. La política de «es que la cagué con los ERE, sí, pero ¡mira las que arma el PP en Valencia!». La política de «es que Bárcenas y tal, pero no te pierdas lo de Urdangarín, que sí que es grave». La política de «vale, utilicé a mi suegrazo para pillar todo lo que pude, pero ¡mira a Granados!». La política de siempre, para entendernos.

Y, discúlpenme, avispados lectores, pero es que Pablo Iglesias no puede ser lo de siempre. Ha hecho voto de diferencia. Lo cual es especialmente complicado, porque en lo más profundo de su ser hay un político de los de toda la vida. Ruso, cubano o venezolano, pero un viejo conocido.

Por supuesto, los enemigos acérrimos de Podemos se frotan las manos con estos disparates.

Es imposible para una persona tan expuesta a los medios no delatar su forma de pensar en un momento u otro. Iglesias quiere el control estatal de los medios, del mismo modo que en su propuesta envenenada de acuerdo con el PSOE pedía, básicamente, la eliminación sumarísima de la separación de poderes, siquiera en lo nominal. Una separación que aún disfrutamos en España pese a años de ver al PP y al PSOE socavándola durante tres décadas.

Cada vez que me dicen lo de «peor es lo del plasma» de Rajoy tengo que responder: «Ya, pero eso ya lo criticamos hasta la extenuación, y la FAPE ha pedido el boicot a las ruedas de prensa sin preguntas«. Cada vez que me dicen lo del bolígrafo de Aznar en el escote de Marta Nebot, recuerdo que no fue en una comparecencia pública de la que los compañeros nos hubiésemos podido levantar, sino una gracieta en el marco de Noche Hache.

Cuando me hablan de falta de pluralismo o de televisiones de derechas, recuerdo que existe La Sexta. Cada vez que me dicen que los periodistas están contra Podemos me pregunto qué diablos son quienes trabajan en La Marea, Infolibre o Eldiario.es, entre otros. Son periodistas, claro que sí, y ofrecen una visión de la realidad diferente que complementa otras muchas. Cuando me hablan del ERE en Unidad Editorial pienso en que, lamentablemente, tiene mucho más que ver con la actual situación de reconversión del sector que con las presiones del Ejecutivo.

¿El periodismo está en una mala situación? Ojalá fuese mucho mejor, no tiene que venir Pablo Iglesias a recordádmelo. Pero el gran error del político fue de muy vieja política: atacar al débil, al redactor que le sigue, le escucha y le difunde.

Pero por mal que estemos, Pablo, en serio, no te molestes en venir a ayudarnos. Con amigos como tú el periodismo no necesita enemigos.

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