• Pedro Sánchez será mañana el séptimo candidato en pedir la confianza del Congreso para acceder a la Jefatura del Gobierno.
• Todos sus predecesores pasaron el trámite y sólo Calvo-Sotelo (1981) y Rodríguez Zapatero (2008) necesitaron una segunda vuelta.
• «La libertad nunca se alcanza plenamente», proclamó Suárez en la primera sesión de investidura (1979); «La España que hemos dejado atrás no va a volver», anunció Rajoy en la última (2011).

La sesión de investidura es una de las más importantes de la legislatura, si no la que más. En ella, el candidato a la presidencia del Gobierno propuesto por el Rey expone su programa y solicita la confianza del Congreso de los Diputados para comenzar a desarrollarlo. Desde la aprobación de la Constitución, España ha vivido once de estas sesiones con seis protagonistas distintos (Adolfo Suárez en 1979; Leopoldo Calvo-Sotelo en 1981; Felipe González en 1982, 1986, 1989 y 1993; José María Aznar en 1996 y 2000; José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 y 2008; y Mariano Rajoy en 2011). Todos ellos lograron el aval de la Cámara y sólo Calvo-Sotelo en 1981 y Zapatero en 2008 requirieron de una segunda vuelta -donde basta la mayoría simple- para ser investidos.

El socialista Pedro Sánchez es el séptimo candidato a La Moncloa y con toda seguridad será el primero en fracasar, después de que una mayoría de parlamentarios haya anunciado su voto en contra. Eso no es óbice para que Sánchez tenga la oportunidad de exponer sin límite de tiempo su plan para el país, fruto en gran parte del acuerdo alcanzado con Ciudadanos la semana pasada. El escenario es único para mostrar perfil presidencialista, cuajo político y altura de miras. Repasamos cómo fueron los inicios de mandato de los seis presidentes que España ha tenido en democracia.

Suárez (1979): “La libertad nunca se alcanza plenamente”

El arquitecto de la Transición fue premiado por los españoles en las elecciones de 1979, que ganó holgadamente con 168 diputados para su Unión de Centro Democrático (UCD). El 30 de marzo de ese año, Suárez subió a la tribuna de oradores y pidió el apoyo de la Cámara para culminar su “programa centrista”. La sesión no fue un debate en sí, ya que no estaba aún regulada en el Reglamento del Congreso, y las fuerzas de la oposición sólo pudieron tomar la palabra después de votar. Felipe González, Manuel Fraga y Santiago Carrillo pidieron al inicio de la jornada que el formato se cambiara, pero el presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, no accedió y provocó airadas protestas de esos diputados.

La primera investidura no fue un debate: la oposición sólo pudo tomar la palabra después de votar

 “Comienza un nuevo periodo, comienza una etapa de transformación profunda de la sociedad”, proclamó el líder de la UCD con una retórica que en los últimos tiempos ha sido recuperada por algunos líderes emergentes. Suárez ensalzó el consenso logrado en torno a la Constitución de 1978 –“una de las más jóvenes y progresistas del mundo”-, pero advirtió de que no se podía bajar la guardia porque “la libertad nunca se alcanza plenamente”.

“Somos un país viejo que no tiene sus nuevas fronteras fuera de sí, sino dentro de lo que a lo largo de los siglos ha sido la difícil y terca voluntad de convivencia entre lenguas y culturas diferentes”, expuso. Durante la hora y cuarto que duró su intervención, desgranó las medidas que desarrollaría “al servicio de todo el pueblo español”, alertó contra “las tentativas del inmovilismo” y propuso enfrentarlas “con la coherencia de un programa de Gobierno progresista y reformista”.

“Todo ello con el designio final de contribuir decididamente a la construcción de un orden social dinámico, progresivo y solidario que, por favorecer la libertad plena y real de los seres humanos contemplados en sus concretas circunstancias vitales, inserte a España plenamente en el proceso de la Historia, entendida como Historia de las libertades de los hombres. Señoras y señores diputados, señor presidente, solicito la confianza de la Cámara”, fueron sus últimas palabras. A favor de la investidura de Suárez votaron 183 diputados: 168 de UCD, 9 de la CD de Manuel Fraga, 1 del PAR, 1 de UPN y 4 del Partido Socialista Andaluz.

Calvo-Sotelo (1981): “Un rumbo nuevo para la nave del Estado”

Tras la dimisión de un Suárez desgastado por la crisis económica, sus desavenencias con el Rey y las divisiones en la UCD -“no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”-, tomó el timón Leopoldo Calvo-Sotelo. El debate de investidura comenzó el 19 de febrero y no concluyó hasta seis días después, ya que requirió de una segunda vuelta donde se produjo el intento de golpe de Estado del 23-F.

«Dirigiré mi Gobierno en la continuidad, pero desde luego sin la inercia de la continuación»

Calvo-Sotelo ensalzó a su predecesor -“quiero dejar en el umbral mismo de este discurso mi homenaje a la extraordinaria obra de Adolfo Suárez y mi afecto y mi admiración por su persona”- y trató de presentar como normal una dimisión que a todas luces era un acontecimiento extraordinario y un síntoma de la fragilidad de la democracia española. España “pide un rumbo nuevo para la nave del Estado”, aseguró: “Soy sensible a este hecho político y anuncio desde ahora que, si obtengo la confianza del Congreso de los Diputados, dirigiré mi Gobierno en la continuidad, pero desde luego sin la inercia de la continuación”.

El candidato dividió su programa en cuatro bloques -economía, política exterior, política autonómica y seguridad ciudadana- y mostró su preocupación por “el desencanto que se ha extendido entre los españoles ante la gestión de la cosa pública, la acusación repetida a los Gobiernos sucesivos de incapacidad para resolver los problemas”. Tuvo en segunda vuelta 186 votos a favor de UCD, CD, CiU y diputados del Grupo Mixto.

González (1982): “Paz social, unidad nacional y progreso”

El regreso de la izquierda al poder 46 años después de estallar la Guerra Civil es considerado como la culminación de la Transición. Felipe González consiguió en 1982 la victoria más abrumadora de toda la democracia (202 escaños), iniciando un mandato que sería revalidado en otras tres ocasiones. Su primera investidura estaba ganada de antemano, pero eso no la convertía “en un simple trámite”, como el candidato aclaró desde el inicio de la sesión. “Estamos viviendo una jornada histórica y decisiva para nuestro futuro. Histórica, porque hoy comienza el cambio; decisiva, porque desde los primeros pasos por el nuevo camino empezamos ya a ir configurando su trazado”, enunció.

González mostró su determinación de gobernar para “profundizar constantemente en las libertades de las personas y de los pueblos de España” en base a tres principios: “paz social, unidad nacional y progreso”. Sus áreas de actuación serían cuatro: “la lucha contra la crisis económica y el paro”; “el avance hacia una sociedad más libre y más igualitaria”; “la reforma progresiva de la Administración del Estado”; y “la proyección hacia el exterior, digna y eficazmente, de la realidad de España”. “El pueblo ha votado el cambio y nuestra obligación es realizarlo; un cambio hacia adelante, sintonizado con el futuro”.

Las intentonas golpistas estaban recientes y el presidenciable del PSOE garantizó que “el Gobierno cumplirá y hará cumplir la Ley; no permitiremos ninguna actuación al margen de la Constitución”. El resultado electoral “ha supuesto la más importante derrota moral para los que desean suplantar por la fuerza la voluntad de los ciudadanos”. A favor de González votaron 207 diputados: 200 del PSOE, 4 del Partido Comunista, 2 del CDS y 1 de Euskadiko Ezkerra. El presidente del Congreso, el socialista Gregorio Peces-Barba, decidió abstenerse para dar muestra de neutralidad en su condición de tercera autoridad del Estado.

Aznar (1996): “Que se conozca el destino de cada peseta”

La ajustada victoria del PP obligó a su candidato a negociar durante dos meses el apoyo de CiU, PNV y Coalición Canaria para ser designado Jefe del Ejecutivo. Aznar enterró 13 años y medio de felipismo proclamando que “los españoles, tras un largo período de gobiernos socialistas, han manifestado su deseo de renovar nuestra vida pública”.

Tras haberse quedado a 20 escaños de la mayoría absoluta, el líder del PP anunció una legislatura de “intensa colaboración política y parlamentaria”, destacando la “necesidad de un mayor diálogo, de una mayor capacidad de compromiso, de más decisiones compartidas”.

El PP defendió en la investidura de 1996 los acuerdos con CiU, PNV y CC que harían presidente a su líder

Esa apuesta por el consenso vertebró todo el discurso, complementado con referencias a la apuesta por la convergencia europea -la entrada de España en el euro sería uno de los mayores logros de su primer mandato-, la lucha contra el terrorismo y la determinación de imponer la transparencia como antídoto a los escándalos de corrupción desatados al final de la era González. “El Gobierno será el primer interesado en que los españoles conozcan con precisión el destino de cada peseta que se gasta”, indicó Aznar en la sede de la soberanía nacional.

Parte fundamental fueron también sus propuestas para combatir el paro y modernizar el sistema económico, desde “el convencimiento de que la empresa es el verdadero motor de la economía”. “Avanzando juntos, reconociendo nuestro pluralismo y diversidad, respetándolo, logrando acuerdos inteligentes, actuando con lealtad a la Constitución, España podrá afrontar los problemas que tiene planteados y seguir construyendo su historia”, concluyó un candidato que obtuvo el ‘sí’ de sus 156 compañeros de bancada y los 25 de los nacionalistas catalanes, vascos y canarios con los que previamente se había entendido. En el año 2000, obtendría la mayoría absoluta.

Zapatero (2004): “No podemos ni debemos empezar de cero”

El acceso al poder de Zapatero estuvo marcado por los atentados del 11-M, el mayor acto terrorista registrado nunca en Europa, tres días antes de las elecciones. A recordar a las víctimas dedicó el candidato socialista sus primeras palabras en la investidura: “Tenían derecho a estar hoy entre nosotros; su ausencia de hoy debe constituir presencia imborrable”. La lucha contra el terrorismo, continuó, sería “objetivo prioritario” de su Gabinete.

Como todos sus predecesores, Zapatero señaló la “voluntad de cambio” expresada en las urnas, que en su opinión encerraba “una fuerte dosis de esperanza: la de lograr una España mejor”. Entre sus prioridades, citó “el empleo, la vivienda, la atención a las personas dependientes, la educación, el poder adquisitivo de salarios y pensiones”. Todo ello bajo las premisas de “entendimiento y diálogo” que exigía un Congreso sin mayoría absoluta.

«Mi ideario es breve: un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes»

El líder del PSOE tuvo buenas palabras para Aznar -“ha puesto en marcha iniciativas que han contribuido al progreso de España”- y prometió no hacer tabla rasa: “No podemos ni debemos empezar de cero”. Además, se propuso “asegurar el protagonismo ciudadano” en una gestión que tendría cinco ejes: “la renovación de la vida pública; una política exterior marcada por una visión europea y europeísta; un desarrollo económico sustentado en la educación, la investigación y la innovación; la puesta en marcha de nuevas políticas sociales; desarrollo y extensión de los derechos civiles y políticos”.

Zapatero concluyó con una síntesis de su forma de entender la política. “Ese ideario es breve: un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes”. Le votaron 183 parlamentarios: 164 del PSOE, 8 de ERC, 5 de IU, 3 de CC, 2 de BNG y 1 de ChA. En 2004 revalidó mandato, aunque necesitó una segunda vuelta para ser designado por la Cámara baja.

Rajoy (2011): “La España que hemos dejado atrás no va a volver”

El PP obtuvo hace cuatro años el mejor resultado de su historia, beneficiado de la caída libre de un PSOE desacreditado por su gestión de la crisis económica que estalló en 2008. Rajoy se sometió a la investidura el 19 de diciembre: “Los españoles han establecido un punto y aparte; nos reclaman que escribamos una página nueva en la historia de nuestra democracia”.

Se fijó dos grandes directrices -impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo y “asegurar la plaza que corresponderá a España y a los españoles en el mundo que surja de esta crisis”-, convencido de que “a la salida de la crisis no habitaremos el mismo planeta que hemos conocido”. “La España que hemos dejado atrás no va a volver, y esta vieja Nación tendrá que rejuvenecer su actitud, recuperar flexibilidad y fortalecer sus estructuras para competir por un puesto de primera fila en un mundo nuevo”.

El candidato hizo un exhaustivo repaso de la gravedad de la crisis económica para ponderar la dificultad que conllevaría combatirla. Los datos de decrecimiento, paro, déficit, deuda o inversión conformaban “un círculo infernal del que es necesario salir cuanto antes”, para lo cual se avecinaban “enormes dificultades, esfuerzos muy exigentes”. Rajoy dedicó la segunda parte de su discurso a llamar a la esperanza, a ensalzar las “fortalezas” del país y a comparar la situación con la vivida en 1996-98, cuando se pasó de no cumplir “ninguno de los requisitos establecidos en el Tratado de Maastricht” para entrar en el euro a pasar los exámenes y formar parte de la moneda única.

“Desaparecerán los nubarrones, levantaremos la cabeza y llegará de nuevo el día en que se hable de España y se hable para bien. (…) No he llegado a este momento para cosechar aplausos, sino para intentar resolver problemas”, zanjó el candidato antes de recibir el aval de los 187 diputados que fueron en sus listas.

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