Bill Bryson documentó con amor e ironía sus vivencias en Australia -donde el Real Madrid inicia la pretemporada-, incluido el deporte.

Ninguno de los 736 futbolistas que disputaron el último Mundial -Brasil 2014- jugaba en Oceanía, incluidos los 23 de la selección de Australia. Al menos uno, David Villa, jugó luego en el Melbourne City, aunque sólo fuera unos meses a la espera de que se formara su equipo en Nueva York. Es raro, porque nadie suele viajar tan lejos sólo para hacer una escala.

Ahora es el Real Madrid quien vuela a Australia, donde realizará la primera parada de su pretemporada. El equipo jugará dos partidos amistosos en Melbourne, contra Roma y Manchester City. El escenario será el Melbourne Cricket Ground, un estadio donde habitualmente se celebran algunos de los espectáculos que más gustan al público local: rugby, fútbol australiano y, por supuesto, cricket, al que Bill Bryson define como “el único deporte en el que los espectadores queman tantas calorías como los jugadores (o más, si son moderadamente inquietos)”.

El escritor Des Moines (Iowa), célebre por el best-seller Una breve historia de casi todo, publicó en 2000 un maravilloso y mucho menos conocido libro sobre Australia titulado Down Under (En las antípodas). Al plantearlo, le fascinó la escasa atención que se dedica a un estado en el que todo un primer ministro, Harold Holt, desapareció engullido por el océano mientras disfrutaba de un baño, sin que nunca más se supiera; a un continente en el que existen un rancho con mayor superficie que Bélgica y una ciudad -Alice Springs- con un radio de influencia el doble que Francia y sólo 140 habitantes en edad escolar; a un territorio tan inexplorado que el mapa quizá no marque un sólo punto o camino en 500 kilómetros; a una costa con 12.500 kilómetros pero sólo tres docenas de comunidades; a una biodiversidad tan inabarcable que con sólo levantar una piedra puedes dar con una especie arácnida que lleva décadas sin ser vista; a un clima tan extremo que olas de calor como la de 1939 son capaces de derretir las cabezas de los maniquíes en los escaparates.

Una variante de la siesta

“No es verdad que los ingleses inventaran el cricket como una forma de hacer que cualquier otra empresa humana pareciera interesante y animada; eso resultó simplemente un efecto secundario”, ahonda Bryson en la herida con la ironía que nos va refrescando durante todo su viaje, de Adelaida a Perth, de Sydney al Outback.“Escuchar el cricket por la radio es como escuchar a dos hombres sentados en un bote de remos en un gran y apacible lago un día en que los peces no pican; es como echar una siesta sin perder totalmente la conciencia”.

Bryson encuentra sorprendente que “en una sociedad tan vigorosa y activa quede alguien para hacer de público” en el deporte. Aunque Australia no figura -por poco, eso sí- entre los 50 países más poblados del planeta con sus 23 millones, sí acostumbra a colarse siempre entre los mejores en los Juegos Olímpicos. En el medallero de Londres 2012 acabó décima, por detrás de ocho países con más habitantes y de Hungría.

En la segunda mitad del siglo XX la población se multiplicó gracias a los antepasados de los Mark Philippoussis o Matthew Dellavedova

Bryson recomienda no mencionar a ningún australiano cómo se pobló originalmente la isla. Por amable que sea el contexto, la sonrisa más sincera se borra cuando un forastero menciona que los primeros habitantes blancos llegaron encadenados desde Gran Bretaña.

La población australiana se elevó de 7 a 18 millones en la segunda mitad del siglo XX. La experiencia de la II Guerra Mundial concienció al país, hasta ese momento una especie de provincia británica -la única explicación a lo del cricket-, de que debía valerse por sí mismo y ocupar sus propio territorio antes de que lo hicieran otros. Llegaron así oleadas de inmigrantes, sobre todo de Grecia e Italia: los antepasados de los Mark Philippoussis o Matthew Dellavedova. Bryson explica que aquella sociedad es desde entonces más sofisticada y segura de sí misma.

El éxito del cricket le sorprende no sólo por los motivos ya contados, sino porque le parece una práctica muy contenida para un temperamento tan enérgico como el australiano, que prefiere “los deportes donde hombres fornidos con ropa ligera se parten las narices”: “Estoy casi seguro de que si el resto del mundo desapareciera de repente y el desarrollo del cricket quedara en manos australianas, en una sola generación los jugadores llevarían pantalones cortos y utilizarían los bates para pegarse entre ellos. Y la verdad es que el juego mejoraría mucho”.

Imagen | Flickr – Mushu2011

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