Hace más de un año tuvimos el honor de contar con el protagonismo de Esperanza Fuencisla en esta sección, en un artículo cuya lectura recomendamos encarecidamente antes de continuar.

Nosotros ya lo habíamos avisado. Esperanza Aguirre es una superheroína, quizás la primera en protagonizar una película de Marvel.

Ministra, presidenta, heroína. Sobrevivió en calcetines a los terroristas en Bombay, salió silbando de un terrible accidente de helicóptero e inmune de todos los casos de corrupción que explotaban a su alrededor. Solo ella sabe la verdad, y es que cuando, desde su cargo de la Presidencia del PP de Madrid, encumbraba a Granados, a López Viejo, a González y a los otros trece cargos salpicados por la Púnica y la Gürtel, lo hacía en su labor secreta de denuncia de estos estados elefantiásicos tan propensos a la corrupción que tanto gustan a los rojos de mal vivir.

Ella, Esperanza, ha sido la auténtica defensora del liberalismo, alertándonos desde dentro de los peligros del Estado del Bienestar, cobrando durante 33 años del mismo  modo de Ron Swanson rubia, para evitar que algún rojo peligroso se siente en su lugar y haga algo realmente útil con los cargos que ella ha ocupado.

El problema es que la semana pasada la tapadera de Esperanza Aguirre saltó por los aires. Ella, que tanto había luchado por impedir que la falsa comunista Carmena se sentase en la silla de alcaldesa por Madrid atacándola por la empresa de su marido, tuvo finalmente que desvelar su auténtica identidad.

Así es, amigos. Ahora la verdad sale a la luz. Ella ha estado siempre ahí, peleando por nosotros, fingiendo ser una supervillana que cometía maldades cuando en realidad era una feminista convencida y una campeona de los derechos individuales. No asistíamos a un momento tan emocionante y revelador desde este famoso…

Ahora el daño está hecho, el gato está fuera del saco y no vamos a poder meterlo de nuevo. Esperanza intentó esta misma mañana fingir que sigue siendo una supervillana: dijo que no recordaba si había declarado los tres millones de euros en acciones de Savial, la empresa de su marido, tal y como manda la ley de incompatibilidades. «Pues no lo sé, lo comprobaré. No sé si lo puse o no lo puse [en la declaración de bienes] … No me acuerdo», afirmó.

Pero tú y yo, amable lector, sabemos la verdad. Esperanza Fuencisla, digna heredera de Romanones, portadora del espíritu de Ayn Rand, ha sido descubierta. Hemos –quizás– perdido una superheroína del liberalismo, pero es posible que a cambio ganemos una imputada. No todo puede ser perfecto.

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