La medianoche y la madrugada nunca han tenido muy buena prensa, sobre todo en los círculos de poder. Y tampoco han gozado de mucha simpatía entre la sociedad por aquello de la nocturnidad y la alevosía.

Algo de esto se debió de oler Winston Churchill cuando dijo aquello de que “la democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien llama a tu puerta a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero”. Quizá por eso no abrigo muchas esperanzas en una ley que entra en vigor a medianoche de un primero de julio como sucedió con la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza.

De un tiempo a esta parte la fotografía tampoco goza de buena prensa entre nuestros gobernantes. Solo parece animarles una imagen: la de los tres monos sabios, uno tapándose la boca, otro los oídos y un tercero los ojos. Curiosamente la única imagen que llevaba consigo Gandhi. Hay que ver cómo cambian la historia y sus líderes.

Esa foto de los tres monos místicos es el paraíso terrenal que anhelan algunos gobernantes para sus ciudadanos. Los tres monos son Mizaru, Kikazaru, Iwazaru y significan no ver, no oír, no decir. No es que los monos no puedan hacerlo, es que resulta mejor que no lo hagan. Algunas interpretaciones apuntan a un significado más místico que asegura que es mejor no ver, no oír y no hablar del Mal. Pero hay un significado más cercano a la realidad y que ve en esa representación la disposición de la ciudadanía a rendirse ante el sistema, ante el gobierno, seguir un código de conducta impuesto. En la imagen todos los detalles están pensados. El orden de los monos es fundamental. Nuestros gobernantes querrán, por este orden, al mudo, al sordo y al ciego. No es casual. En esa disposición, los monos no podrán nunca comunicarse. Se evitará que estén juntos y bien organizados para que puedan alcanzar metas que no lograrían por separado. Por eso el orden correcto debe ser primero el mono sordo, que ve y le cuenta lo que pasa al segundo mono, el ciego, que lo escucha sin problemas y se lo comunica al tercer mono, que aunque sea mudo, escucha y ve perfectamente y podrá decidir qué hacer con toda la información. Filigranas legales, prefieren llamarlo algunos.

No me gustan las protestas violentas, las barricadas, ni que los manifestantes vayan con mochilas llenas de explosivos

No me gustan las protestas violentas, las barricadas, ni que los manifestantes vayan con mochilas llenas de explosivos, aunque a juzgar por el caso Alfon, hay a quien le hace gracia. Tampoco me agrada ver cómo un grupo de personas rodean el Congreso, el Senado o cualquier otra institución donde reside el poder de todos, aunque algunos lo consideren su cortijo particular. No creo que a nadie le guste excepto a los profesionales de la violencia, la intimidación y el fanatismo. Pero de ahí a restringir la resistencia pasiva o prohibir hacer fotos a los policías cuando están disolviendo una manifestación o ejecutando un desahucio, es una locura. Vuelvo a Churchill: «Sería una gran reforma en la política el que se pudiera extender la cordura con tanta facilidad y tanta rapidez como la locura».

Protestar es un derecho, aunque eso no ampara ni justifica que se haga con métodos violentos como protagonizan últimamente algunos descerebrados a los que normalmente ni les va ni les viene el motivo de la protesta. Pero lo que olvidan algunos políticos es que la sociedad suele estar a una mayor altura que sus representantes.

Esta ley es como la sinceridad en boca ajena: no la pide nadie, así que para qué darla. Sólo traerá problemas. Al igual que la supuesta reforma de la ley del aborto, esta ley no era necesaria en estos momentos porque no representaba ningún problema real. Solo cabe sospechar que son los intereses creados de los que tanto escribió Jacinto Benavente, los que han entrado en escena.

Nuestras calles no están incendiadas como lo estuvieron y están en Grecia ante la debacle económica propiciada por un gobierno que hizo de la mentira su estandarte, o en Francia durante los disturbios del 2005 cuando las calles ardieron a raíz de la muerte de dos jóvenes musulmanes perseguidos por la policía y que visualizó el problema de la llamada inmigración de tercera generación. La calle en España está tranquila. Claro que hay manifestaciones, protestas y claro que algunas veces las acciones de algunos violentos han avergonzado a propios y extraños. En nuestras calles ha habido más violencia y mucho más grave y a nadie se le ocurrió reaccionar así. Para eso ya existe un Código Penal. Hay otras muchas leyes con una mayor urgencia de ser reformadas , como la ineficaz Ley del menor. Y por supuesto hay otras que piden a gritos ser aprobadas como una ley contra desahucios. Sólo estas dos leyes eran más necesarias que la aprobada hace cuatro días. Esta ley se ha hecho en caliente, justo lo contrario a lo que preconizan los políticos cuando la sociedad les exige tomar cartas en el asunto ante casos como los de Marta del Castillo, Sandra Palo o José Bretón. Esta ley no la pedía nadie, excepto los que temen algo, y no son precisamente los que se patean la calle.

Hay que salir más a esa calle para saber legislar y saber lo que se legisla. Así se evitarían leyes repletas de lagunas, ambigüedades y ajenas a la realidad. Y hay que salir sin miedo y con libertad, y con capacidad para ver, oír y opinar. “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”. Eso también lo dijo Churchill, que a conservador no creo que le ganaran muchos. El mismo que defendió que “la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”.

Pero para frases, la que corre por twitter desde hace semanas, sino meses: “La vergüenza que pasaremos los españoles si algún día un extraterrestre se planta ante nosotros y nos dice: “Llévame ante tu líder”.

Entonces sí que será bueno hacernos los mudos, sordos y ciegos . Por ese orden.

Imagen | Anderson Mancini

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