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En la mayoría de los países, la brecha entre ricos y pobres es mucho mayor cuando se analiza la riqueza que cuando se analizan los ingresos, lo que genera debates sobre los impuestos a la riqueza. Sin embargo, no está claro si los votantes conocen y comprenden estas diferencias.

En un gran estudio realizado sobre una gran muestra representativa de la población holandesa, los investigadores Thomas Douenne, Oda Sund y Joël J. van der Weele examinaron las percepciones de los votantes sobre las distribuciones de ingresos y riqueza. También compararon estas percepciones con datos administrativos reales sobre los propios ingresos y riqueza de los encuestados.

Las conclusiones son reveladoras dado que, a pesar de que la literatura académica hace una distinción destacada entre impuestos a la renta y a la riqueza, tales argumentos no se reflejan en las opiniones de la ciudadanía en general.

Incluso después de recibir una importante formación respecto a la distinción entre los ingresos y la riqueza, los encuestados subestimaron la brecha entre el 10% superior de ingresos y riqueza en un factor de 10.

La ciudadanía suele utilizar información sobre los ingresos para predecir la distribución de la riqueza y viceversa, lo que muestra confusión sobre los dos tipos de desigualdad.

Realizar una intervención sobre los niveles reales de desigualdad y los rangos personales en la distribución del ingreso/riqueza afectó las percepciones de las personas sobre la desigualdad y su justicia, pero tuvo poco efecto en sus preferencias políticas.

Esto es importante para el debate político: la falta de conciencia sobre la desigualdad de la riqueza podría explicar por qué los impuestos sobre la riqueza se han vuelto menos populares en los países de la OCDE en las últimas décadas.

Para generar apoyo para políticas específicas, como los impuestos a las herencias o beneficios de capital, los políticos necesitarán explicar y enfatizar mejor las diferencias entre la desigualdad de ingresos y de riqueza.

Mientras tanto, el tiempo va pasando y los ricos van incrementando sus patrimonios, sus activos y sus cuentas corrientes a costa del resto de la ciudadanía. Son como una especie de parásitos que van absorbiendo los recursos de la mayoría de un modo egoísta gracias a la inactividad de la clase política que, en muchos casos, se convierte en cómplice de la destrucción del estado del bienestar.

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