Hace unos meses, corrió como la pólvora un anuncio realizado por un grupo de estudiantes de cine que dio mucho que hablar y, más aún, que pensar. El anuncio era de un coche de una conocida marca alemana de automóviles, que enseguida dejó claro que no tenía nada que ver con el spot, en el que uno de sus mejores vehículos atropellaba a un niño en Braunau am Inn, que resultaba ser Adolf Hitler, y cuando su cuerpo desvencijado yacía en la carretera formando una esvástica, una frase aparecía sobreimpresionada en la pantalla: “ Detecta los peligros antes de que aparezcan”.

La polémica estaba servida, los alemanes lo condenaron rápidamente, algunos con la boca pequeña, la marca de coches negó toda implicación, y el común de los mortales guardó silencio durante unos segundos- señal evidente de que había mucho sobre lo que pensar- y decidió alabar la calidad del spot, al menos desde un punto técnico.

Aventurar sobre la Historia tiene sus riesgos, pero si es ficción, nadie puede escandalizarse ni poner el grito en el cielo. Es ficción, aunque se construya sobre un personaje real, y cada uno puede entender lo que quiera. Otra cosa muy distinta es intentar cambiar la Historia desde la realidad. Eso es lo que ha hecho esta semana el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, cuando se le ocurrió decir que Hitler no quería exterminar a los judíos , que sólo pensaba en expulsarlos de Alemania y que fue el gran muftí de Jerusalén y líder espiritual palestino, Amin al Hussein, quien le convenció para llevar a cabo la Solución Final, diciéndole: “Si los expulsas, vendrán todos aquí. Mejor quémalos”.

Luego se han matizado las palabras, se han condenado esas mismas palabras pero esas palabras quedarán ahí, alimentando los anales de la Historia. Aquello de difama que algo queda, pues lo mismo, o parecido. Polémicas aparte, parece poco probable: como si Hitler necesitara que le dieran ideas. Ya se bastaba él solito en cimentar el mal, para desgracia de millones de personas y de todo un pueblo como el germano que todavía no se ha librado del estigma de la Historia.

La maldad no se improvisa, se va macerando, poco a poco, a fuego lento, disfrutando en cada detalle a cual más infame. Iósif Stalin tampoco llevó a cabo sus purgas de manera improvisada, le fue cogiendo el pulso a la vez que el gusto, y cuando quiso darse cuenta tenía una red de cerca de 500 campos de concentración tejiendo su Gulag siberiano, donde murieron millones de personas y donde su maldad de autor nos dejó realidades tan impresionantes como la carretera de las huesos, 2.000 kilómetros de carretera en Kolimá para la que, a falta de otros materiales para conformar el hormigón del firme , se utilizaron los restos humanos de dos millones de presos del gulag. Eso se te ocurre o no, pero no te lo inspira nadie a no ser que uno y otro estén igual de enfermos.

Hay muchos que aseguran que Stalin se inspiró en Hitler y en su Noche de los cuchillos largos para dar rienda suelta a sus execrables purgas, tanto políticas, sociales como culturales. Quién sabe, imitadores ha habido siempre. La inspiración siempre bebe de muy diferentes fuentes. Dicen que la verdadera calidad aparece cuando las imitaciones compiten entre sí, dejando fuera al original. Uno de los que no tuvo reparos en mostrar públicamente su admiración por el dictador austriaco fue otro representante de la maldad, el presidente serbio Slobodan Milosevic, quien reconoció que su hoja de ruta se inspiraba en la que años antes había diseñado Hitler. Quería construir la Gran Serbia inspirándose en la Gran Alemania con la que soñaba el padre del Holocausto. También tenía una Solución Final que no pasaba por gasear e incinerar a quienes consideraba distintos y enemigos a eliminar, pero sí por campos de concentración donde encerró a los bosnios, campos de violación donde se torturó y violó a las mujeres bosnias llevados por el ardor guerrero de la limpieza étnica: si eran serbios los que embarazaban a esas mujeres, la semilla del odio daría lugar a una nueva generación de serbios, aniquilando del mapa genético a los bosnios. Una versión algo dantesca de la herencia biológica de los guisantes de Mendel y su raza pura, aquella que presentaban las distintas cepas de las plantas de guisantes de olor, Pisum Sativum, con las que trabajaba en el jardín del monasterio donde vivía. Dicho así, cualquier descerebrado nos puede sorprender mañana diciendo que la idea de la raza pura se la dio Mendel a Hitler, quien la encontró un día e hizo su propia interpretación de la realidad. A saber si Hitler se puso a leer las leyes de Mendel en alguna tarde tonta de las muchas que tuvo el hombre.Primera ley de Mendel. Ley de la uniformidad: 
Al cruzar dos variedades de raza pura que difieren en un carácter, la descendencia es uniforme, presentando además el carácter dominante”.

La maldad no conoce moldes. Como casi todos los sentimientos y las emociones más profundas y desgarradores del ser humano son imprevisibles, de hecho, es complicado saber cómo nacen sentimientos tan anti natura aunque no por ellos menos comunes, como el odio o la maldad. Siempre he creído que nadie nace malo. Como bien decía el poeta romano Décimo Junio Juvenal, “Nadie se hace malo súbitamente” . Cojan la lista de los hombres y las mujeres más malvadas de la historia de la humanidad y piensen en cómo eran cuando tenían 2 meses de vida o 3 años de edad. La maldad y el odio deben venir de algún lugar escondido, quizá etéreo, de un mundo escondido o invisible, pero que existir existe como que hay Dios, que diría mi abuela, una frase preciosa en boca de una atea convencida, pero es que hay frases y nociones, aunque sean pura semántica, que se heredan sin querer, que se transmiten de unos a otros por tradición o por ciencia infusa. A saber de dónde viene tanta maldad heredada, inspirada, versionada, sugestionada. Imbuida, o no.

“Los malvados son como las moscas que recorren el cuerpo de los hombres y sólo se detienen en sus llagas”. Siempre me ha gustado esta frase del escritor galo Jean de la Bruyere. Es cierto que en francés suena mejor, o quizá más realista, pero el significado y la imagen de la maldad es la misma, y quizá en ella se inspiraron luego para fundar la creencia de las moscas y su atracción por la mierda. No lo sé. Cada uno se inspira en lo que puede y como se decía en la famosa serie de televisión Expediente X, “la verdad está ahí fuera”. Y con ella, la bondad y la maldad. Como todo en la vida , es cuestión de elegir, como hacen las moscas.

Quizá habría que fijarse más en los buenos y menos en los malos, aunque solo sea por alcanzar el racionamiento de Dalí: “no es que sea bueno. Pero los otros son tan malos que la comparación se revela imposible”. Un amigo mío dice que los buenos venden menos. Probablemente. Aunque hay otra opción aportada por Eduardo Mendoza: “ Yo creía que siendo malo tendría el mundo en mis manos y sin embargo me equivocaba: el mundo es peor que yo”.

Quien no se consuela es porque no quiere. Y quien no se justifica es porque todavía está escribiendo su historia.

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