Pues sí. Lo habéis conseguido. Y no, no es porque estéis en puestos de poder, sino que años y años de abusar de esos empollotas gafotas cuatro ojos de mierda (acortaremos esta definición a EGCO) como les soléis llamar, al final acaban dando sus frutos.

Me explico.

Esos EGCO son hoy día quienes están al frente de muchas cosas. Dominan la política, el mundo de la empresa, la Administración Pública, quizá hasta son mandos intermedios en cualquiera de las empresas en las que cualquiera de nosotros trabajamos. O para las que trabajamos si prestamos servicios, como es mi caso.

El tema es que a esa gente a la que habéis puteado con collejas en el colegio, con desprecios de todo tipo, dándoles balonazos en la cara en el recreo, ninguneándolos, etc. si no han sabido gestionar la frustración que eso podría causarles en un futuro, puede que la acción-reacción sea desmesurada en cuanto se vean en una situación de poder.

Estas personas se han acostumbrado a ver cómo el poder corrompe, cómo el poder hace que los demás sufran, cómo el poder les ha hecho sufrir, y deciden plantar batalla haciendo sufrir a los demás, mostrando su superioridad en todos los ámbitos (cultural, moral, político, de formación) a través de la agresividad, una agresividad que está ahí como sociedad y que no controlan.

Un ejemplo de este caso lo tenemos en la persona que ha sido nombrada por el gobierno de la Comunidad de Madrid, que no duda en hacer gala de la elegancia que todos conocemos de los hooligans ingleses para responder a cualquier provocación. Ejemplos tenemos aquí o aquí, en la que en lugar de responder con fina ironía como haría un buen caballero inglés (o dando otro sorbo de té mientras mira con cara de autosuficiencia a la provocación) decide utilizar el clásico hooliganismo de a la salida nos vemos, piltrafilla. Otro día podríamos hablar de su independencia política cuando lleva un par de años siendo uno de los activistas del PP más reconocibles en la Red.

Y si este caso es despreciable por lo que nos toca a todos (su sueldo sale de impuestos), peor es cuando un político pone en la picota a periodistas.

Uno de ellos es Girauta tras su bronca con Evolé (aquí y aquí, que son los más regonicos de los ejemplos), utilizando el comodín de la ETA y posteriormente el del victimismo de mira lo que me han dicho que hace llorar al niño Jesús porque, recordemos, los incontrolados asesinos son siempre los de enfrente. O quienes están en cunetas sin haber recibido cristiana sepultura. O aquellos muertos de los que no se sabrá nunca LA VERDAD™.

El otro es, obviamente, el adalid del cambio, la persona que ha venido a salvar el día, el sexto hombre que sale desde el banquillo para ganar el partido, el sueño americano, lo macho™, hablo, cómo no, de Pablo Iglesias. Lo que hizo el otro día en la sesión de control disparando con sorna a un periodista que le hacía ver lo que muchos vemos todos los días (que no da tanta caña al PP como pueda parecer) no es precisamente halagüeño ni demuestra el respeto que debería tener al cuarto poder o contrapeso del poder que es la prensa. Poner en el disparadero en Twitter a un periodista que trabaja en un medio no excesivamente afín (sea lo que quiera que signifique eso) es muy parecido a lo que hizo Girauta con Évole: hacer que esto lo vean tus acólitos para satisfacer el ansia narcisista y el puñetero y español y tú más.

Sí, porque no hay nada peor para el activismo político (y yo lo he hecho) que alguien narcisista que crea bronca, que utiliza el dedo de señalar y de afear lo de los demás, sin darse cuenta que ha caído en el mismo error, multiplicándose el error por mil cuando quien lo hace es alguien que está al servicio de lo público.

¿O acaso no somos nosotros los demás de los que están enfrente?

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