El trumpismo, es decir, la política basada en el populismo más absoluto que no da soluciones reales a la ciudadanía y que sólo beneficia a los privilegiados y a las élites, ha llegado a República Dominicana de la mano de Leonel Fernández. En todos los países del mundo democrático ha aparecido una figura que encarna los valores que representan al expresidente de los Estados Unidos. No se trata de un movimiento ideológico, es un modo de entender la política desde postulados antisistema. Sorprendentemente, ese trumpismo suele ser encabezado por personas, hombres y mujeres, que han hecho su carrera política o han ejercido el poder dentro de ese sistema.

No obstante, el modo en que triunfó Donald Trump, incluso después de perder las elecciones de 2020, el discurso vacío pero contagioso, el uso de los nuevos modelos tecnológicos como herramienta de transmisión política (que no de comunicación), y, sobre todo, la efectividad en las encuestas y los índices de popularidad de los líderes que se acogen a este nuevo modelo de hacer política, ha arrastrado al «lado oscuro de la democracia» a muchos, sobre todo a aquellos que sorprendente pretenden retornar al poder tras muchos años en el limbo de la insignificancia. Tal es el caso de Leonel Fernández, líder del nuevo partido Fuerza del Pueblo.

Cuando la oposición pretende tomar el poder desde el populismo es el mejor síntoma de que el gobierno en ejercicio está haciendo las cosas bien. Sin embargo, personajes como Leonel Fernández son muy peligrosos no sólo para el sistema democrático, sino para el propio pueblo que ahora le jalea porque se ha dejado engañar por las soluciones mágicas propuestas por Fernández. En un momento de crisis global, que también afecta a la ciudadanía dominicana, es muy fácil convertirse en el «Harry Potter» de la política y convencer a la gente que no hay más que hacer un movimiento de varita y un conjuro para solucionar todos sus problemas.

Esa es la raíz del trumpismo de Leonel Fernández: la «todología», intentar convencer de que el gobierno de Abinader lo hace todo mal y que él lo hará todo bien porque tiene «recetas mágicas». En diferentes países ya se ha visto lo que ha ocurrido cuando estos trumpistas logran que el pueblo confíe en ellos. Brasil es un desastre, al borde del default y con unas tasas de criminalidad disparadas, es decir, todo lo contrario a lo que Jair Bolsonaro prometió en su campaña electoral. En Estados Unidos, donde nació el trumpismo tras la victoria de Trump en 2016, apenas se cumplieron las promesas, se provocó una guerra comercial con China, se intentó un golpe de Estado, se benefició a las grandes fortunas y las multinacionales con políticas fiscales irresponsables y, sobre todo, el país está absolutamente polarizado y, según han señalado expertos politólogos, al borde de una guerra civil.

¿Es eso lo que pretende Leonel Fernández que suceda en República Dominicana? Sus palabras parecen indicar que su idea es recuperar el poder al coste que sea, presentando «soluciones mágicas» y sin ningún atisbo del análisis serio que se esperaría de quien fue presidente durante 12 años.

Un ejemplo de ello se dio en Puerto Plata el pasado fin de semana. Leonel Fernández sacó todo su arsenal populista, no se guardó nada. Por un lado rememoró los tiempos en los que él gobernó pretendiendo hacer válido que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Además, utilizó uno de los argumentos que los trumpistas no pueden dejar de lado: la exacerbación de la identidad nacional, algo que le acerca a los movimientos y partidos de extrema derecha de Europa y Estados Unidos.

«Se hizo mucho por Puerto Plata porque puerto plata ocupa un lugar central en lo que es la historia de la República Dominicana. Puerto Plata es orgullo de la dominicanidad y, por tanto, tiene que ocupar ese sitial, pero para hacerlo los gobernantes tienen que estar comprometidos y tienen que tener el conocimiento de cómo las cosas deben hacerse. A un gobierno no se puede venir a improvisar. A veces se dice, tienen buenas intenciones, pero no bastan las buenas intenciones, hay que tener buenas realizaciones en favor de Puerto Plata y de todo el pueblo dominicano», afirmó Leonel.

El análisis político de este extracto de su discurso es sencillo: no dijo nada, absolutamente nada. Palabras vacías pero muy bien colocadas para dar un sentido al vacío más absoluto. La frase «los gobernantes tienen que estar comprometidos y tienen que tener el conocimiento de cómo las cosas deben hacerse» es un verdadero trabalenguas no muy lejano del «la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte» de los Hermanos Marx. Leonel dijo que los gobernantes tienen que tener el conocimiento de cómo las cosas deben hacerse. Sin embargo, como todos los populistas del mundo dice lo que «se debe hacer» pero sin aportar soluciones ni exponer cómo hay que hacer bien las cosas. Debe ser que esa es la base intelectual de Fuerza del Pueblo, es decir, el vacío y la nada.

Leonel, evidentemente, tenía que soportar su vacío en algo para que la gente «comprara» y se enardeciera con su discurso y, sobre todo, se centró en las infraestructuras, algo que el líder de Fuerza del Pueblo sí conoce muy bien, demasiado bien.

Hay que recordar un hecho que es lapidario: los años centrales de gobierno de Leonel Fernández se enmarcaron en una situación global de bonanza económica. Apenas vivió una crisis mundial, dado que los mayores efectos de la de 2008 se hicieron sentir en República Dominicana en los años finales de su mandato, y no con la virulencia que sufrieron otros países como los estados miembros de la Unión Europea o Estados Unidos.

Entonces, es evidente que apelar a lo que se hizo en aquellos años es jugar con las cartas marcadas. El actual presidente dominicano, Luis Abinader, accedió a la Presidencia de República Dominicana en los momentos más duros de la pandemia del Covid-19 y su gestión para revertir la situación de parálisis de la economía ha sido alabada por las grandes potencias en diferentes foros económicos mundiales. Para poner más dificultades, la crisis energética provocada por la subida de los carburantes y de los derivados del petróleo, ha derivado en una inflación desbocada e importada que Leonel no sufrió cuando gobernó.

Sin embargo, el populismo trumpista de «cualquier tiempo pasado fue mejor» es utilizado sin ningún tipo de pudor. Dorar los oídos de la gente diciendo lo que están esperando escuchar es muy fácil. Lo que no es en absoluto demostrable es si Leonel tiene capacidad para gestionar una situación como la que se vive en la actualidad en todo el planeta, no sólo en República Dominicana.

Por otro lado, es normal que Leonel haga referencia a las infraestructuras. En ese capítulo él es un verdadero experto porque durante su mandato se construyeron muchas. Eso sí, según indica la documentación con la que cuenta Diario16, empresas adjudicatarias de obras públicas hicieron aportaciones económicas a la Fundación de Leonel Fernández y, sobre todo, durante los años que gobernó, las obras de Odebrecht se incrementaron a tales niveles que República Dominicana, en proporción, se convirtió en el país líder de la corrupción de la constructora brasileña. Todo ello sin entrar en los negocios con el actual senador, mano derecha de Leonel, Félix Bautista.

El líder de Fuerza del Pueblo, por tanto, no tiene proyecto político porque no sabe cómo gestionar un país en la situación actual. Además, presenta sus argumentos contra Abinader como si mañana fueran las elecciones, como si los presuntos incumplimientos fueran perennes. Quedan dos años de legislatura y Abinader es un presidente que cumple con la palabra dada al pueblo dominicano porque para él eso es más sagrado que las propias Escrituras. Los hechos son los que determinan la validez de los argumentos trumpistas de Leonel y, de momento, Fernández no tiene más remedio que acudir a la manipulación, la mentira y el populismo pensando que el pueblo es idiota. Abinader, por su parte, respeta a la ciudadanía de todos los puntos del país, desde Monte Cristi a Punta Cana, desde Santo Domingo a Puerto Plata. Por esta razón, su gestión está basada en un proyecto global que abarca cuatro años. Cambiar no se hace de la noche a la mañana, salvo que tengas la varita de Harry Potter que, al parecer, está en manos de Leonel Fernández.

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