La multinacional sevillana ha tenido que afrontar momentos críticos, en los que su sola supervivencia estuvo cuestionada. Abengoa ha salido airosa de varios envites, en los que se ha enfrentado a los acreedores, a los accionistas y a la justicia.

El culebrón ha llegado a su fin tras un año de incertidumbres, de negociaciones y pullas entre los inversores atrapados en la situación de insolvencia de Abengoa. Todo comenzó en verano de 2015, cuando la compañía lanzó un SOS al mercado, ya que admitió que necesitaba una ampliación de capital para seguir funcionando.

Caídas en bolsa, voces de alarma entre los acreedores, búsqueda de inversores. El precario castillo de naipes que construyó la familia Benjumea peligraba, aunque finalmente muchas de las cartas han conseguido mantenerse en pie frente a los vientos que han soplado en su contra. Abengoa tiene 7 vidas, que ha ido gastando a lo largo de los últimos 12 meses.

Primera vida: el “no” de Gonvarri

Cuando el entonces presidente de Abengoa, Felipe Benjumea, vio que la compañía se precipitaba al vacío por su falta de liquidez, el líder del clan familiar comenzó una ronda de contactos para intercambiar parte del accionariado de la empresa por una inyección de dinero nuevo. La negociación pareció fructificar con la compañía vasca de automoción Gestamp, que a través de su filial Gonvarri barajó hacerse con un 28% del capital de Abengoa por 350 millones de euros.

Todo iba bien hasta que se acabaron las negociaciones. Gonvarri rompió la baraja y Abengoa tuvo que pedir el preconcurso de acreedores, ante la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones de pago. A partir de ese momento tener deuda de la compañía se convirtió en una carga, en una fuente de incertidumbre, aunque el cuento haya tenido un final feliz. Allí se le fue su primera vida.

Segunda vida: el veto a Benjumea

Felipe Benjumea dejó la presidencia de Abengoa en septiembre de 2015. Sin embargo, se mantuvo como asesor hasta la primavera de este año; las fuentes de la banca acreedora consultadas por SABEMOS siempre han sostenido que se aprovechó de ese cargo para intrigar y conspirar, para permanecer como un poder fáctico en la compañía.

En este momento es cuando la empresa se salvó por segunda vez, dado que los acreedores se hartaron de los tejemanejes del expresidente y lanzaron un ultimátum bien claro: no había futuro para Abengoa si continuaba Felipe Benjumea en la compañía. El jefe del clan familiar acabó por dar su brazo a torcer, lo que allanó el camino a la Nueva Abengoa.

Tercera vida: la prórroga judicial

Entre los líos en las altas esferas de Abengoa, con los palos en las ruedas que -según las informaciones de los acreedores- los accionistas históricos ponían en las negociaciones, y la complejidad de la situación de la multinacional hispalense, el acuerdo entre los proveedores tardó en llegar. Si el concurso de acreedores se hubiera declarado, Abengoa habría protagonizado la mayor quiebra de la historia de España, lo que da una idea de la magnitud del problema.

Estaba cantado que los afectados por el preconcurso no iban a alcanzar un acuerdo antes del plazo establecido en el proceso judicial, que caducaba a principios de abril. Por entonces eran insuperables los escollos, a saber, las diferencias de intereses entre los distintos acreedores y los bonistas, así como entre los agentes nacionales y extranjeros. Los bancos y fondos internacionales suelen ser más combativos y lanzar órdagos, se pueden permitir posiciones maximalistas y arriesgarse a perder toda su inversión, dado que tienen un  mayor tamaño y están más diversificados.

Para sortear este obstáculo, la empresa y los acreedores que estaban por la labor de evitar el concurso (el G7, compuesto por Banco Santander, Banco Sabadell, Bankia, CaixaBank, Banco Popular, Crédit Agricole y HSBC) recurrieron a una figura más común en la justicia anglosajona que en la española, la prórroga del preconcurso. Aunque algunas voces cuestionaron la decisión por no estar esta opción extendida en la jurisprudencia española, el juez finalmente otorgó una ampliación del plazo para negociar la salida del preconcurso hasta este mes de octubre, que finalmente no ha hecho falta agotar.

Abengoa volvió a gastar una de sus siete vidas, la tercera.

Cuarta vida: Estados Unidos

Mientras en casa la firma sevillana trataba de poner orden en la dirección corporativa y conseguía una prórroga judicial, sus filiales en Estados Unidos se enredaban en problemas con sus proveedores. La insolvencia de la empresa le impedía continuar con normalidad las operaciones en sus plantas de producción de biocombustibles, lo que le valió contratiempos en los tribunales en lugares tan distantes como Nebraska.

El frente en Estados Unidos amenazaba con quebrar la paz armada que había alcanzado en España con la prórroga del preconcurso, ya que un proceso judicial de quiebra habría complicado sobremanera su situación. Sin embargo los tribunales del país norteamericano homologaron la ampliación del plazo, con lo que se frenó cualquier intento de liquidación de los activos de Abengoa por parte de sus acreedores y sus proveedores.

El frente de Estados Unidos ha conseguido un final feliz, pese al ruido que ha generado durante el preconcurso. Abengoa ha acabado por vender 5 de sus 7 plantas de producción de biocombustible en EEUU por 315 millones de euros.

Quinta vida: el negocio se resiente

La multinacional se volcó en su plan de salvamento y la situación de preconcurso le impidió atender a valiosas licitaciones en todo el mundo. Además, su condición de insolvencia abocó a Abengoa a la pérdida de varias concesiones que se había adjudicado ya. En total, según sus cálculos, la compañía tuvo que renunciar a unos ingresos de 1.640 millones de euros como consecuencia de su preconcurso.

Por otro lado, Abengoa también tenía que deshacerse de activos que no pertenecieran a su negocio principal para reducir la abultada factura de su deuda. Por ello se vio obligada a desprenderse de importantes proyectos, lo que redundó en la reducción de su perímetro corporativo. Y sin embargo, con menos ingresos, la empresa consiguió sobrevivir y gastar otra de sus vidas. La quinta.

Sexta vida: el fondo remolón

Por sexta vez, Abengoa salvó su pellejo. Este agosto consiguió la aprobación de la inmensa mayoría de los acreedores para fijar los términos del acuerdo que permitirá evitar el concurso. Finalmente la multinacional venció el escepticismo de uno de los fondos que se han comprometido a inyectar fondos en la Nueva Abengoa.

La empresa y los acreedores llevaban un par de meses rumiando que el acuerdo estaba cerca. Todo iba bien hasta un par de semanas antes de la firma del compromiso, cuando uno de los fondos de inversión pidió más tiempo para analizar el plan de reestructuración, tal y como admitieron fuentes de la negociación en declaraciones a SABEMOS. De repente se repitió ese miedo que generó Gonvarri cuando decidió no inyectar dinero en Abengoa; el acuerdo estaba cerca, pero de repente podría haberse frenado todo.

No fue así y, finalmente, la compañía ha atado también este último apoyo necesario. La sexta vez que Abengoa se salva, así que ahora tan sólo le queda la séptima y última.

Séptima vida: la definitiva

Ya no le quedan más vidas al gato, ahora tiene que sobrevivir sin la suerte que le ha acompañado. Aún le quedan unas cuantas pruebas de fuego.

Para empezar, la compañía y sus acreedores esperan conseguir el 75% de las adhesiones al plan de reestructuración en los próximos días. Es el paso más importante y el definitivo para declarar a la empresa salvada.

Por otro lado Abengoa tiene que lidiar con el frente laboral que tarde o temprano iba a manifestarse. Como parte de su plan de reestructuración la multinacional diseñó un programa de reducción de plantilla que afectaría a 500 personas, un 10% de los trabajadores. Los empleados de varias filiales convocaron en agosto una huelga para tratar de salvar sus puestos. La extra de verano se ha suspendido en Abengoa, así que la conflictividad laboral está asegurada.

A Abengoa se le han acabado las bolas extra y necesita las firmas de un 75% de sus acreedores antes de octubre. No hay prórrogas, no hay salvavidas; esta vez es la definitiva.

Foto: Efe