Los chiringuitos han muerto. Se han convertido en beach clubs. Están frente a la playa pero han cambiado su fisonomía y también han sofisticado su oferta. Ahora tienen DJ´s, gogós, sillas anatómicas donde reclinarse, una piscina del tamaño de una bañera y todo ello cobrando la cerveza el doble de cara. Es la constatación de que algo ha cambiado en los tradicionales veranos. Y si la revolución aún no ha llegado a su pueblo costero, no tardará en hacerlo. Magaluf es la pionera de Europa en cuanto a tendencias.

La mala prensa de esta población la ha elevado a categoría de leyenda. Es mentira que uno tenga que sortear individuos drogados con flakka para llegar al mar o que estén estudiando elevar el balconing a disciplina olímpica. Pero sí conviene tomar nota de las tendencias de este parque temático del ocio porque es un muestreo de los gustos y hábitos de la juventud europea. El ambiente es como una emisión de la MTV. Si alguien cumple los 31, se le ilumina una esfera roja en la palma de la mano y se le confina en una sala para séniors donde solo suenan éxitos de los 80. Como en La fuga de Logan, la juventud se convierte en la raza dominante y eso tiene algunas contraindicaciones.

Los nuevos hoteles van dirigidos a esa franja de edad (de los 18 a los 30). La intención de algunos nuevos empresarios es que los jóvenes se queden confinados en el establecimiento y ponen a su disposición toboganes gigantes, dj´s punteros y fiestas temáticas.

Hay oficios de una especial relevancia en Magaluf que es un universo en sí mismo, una especie de ilusión óptica que abre el telón seis meses al año. Un invento turístico guionizado que fascina hasta el punto de que la gente de avanzada edad de toda la isla de Mallorca, acude a la mítica calle Punta Ballena y sin bajar del coche, con las ventanillas subidas, observa a los jóvenes en su hábitat.

Entre las castas y profesiones, destacan las gogós. Subidas en sus estrados resisten maratones de danza. Es por ello que gastan muy poquita energía. Que nadie se imagine cuerpos convulsionándose a un ritmo frenético. Más bien parecen intérpretes de teatro kabuki. Optan por aletear los brazos como ancianos haciendo tai-chi en el parque y de vez en cuando, dan un golpe de cadera para recordar que son las más sexys.

Las tiqueteras están más entradas en carnes que las bailarinas y son más amigas de excesos estéticos: tatuajes, pestañas postizas y uñas con purpurina

Nada que ver con el papel activo de las tiqueteras… mujeres que salen al encuentro de uno recitando en voz alta las ofertas del local. Hablan un ininteligible slang mientras tratan de persuadirte para que entres en el bar o pub que les ha contratado. Para evitar confusiones, llevan un chaleco fluorescente con la debida acreditación. Más vale no confundirlas con las lap-dancers o bailarinas eróticas que también están en la puerta de sus locales con minúsculos bikinis y que te prometen carne cuando el negocio es fundirte la tarjeta entre la confusión y la nocturnidad. Las tiqueteras están más entradas en carnes que las bailarinas y son más amigas de excesos estéticos: tatuajes, pestañas postizas y uñas con purpurina.

La juventud europea se ha vuelto «minimal». La estética más sofisticada, como la de las tiquetereas, se observaba años atrás en la playa. Este verano, las chicas han descendido de sus plataformas, se han arrancado las extensiones y no se maquillan para meterse en el agua. Tampoco sugiero que el público de este verano sean los estudiantes de Eaton en viaje de fin de curso pero que, curiosamente, después de la aterradora campaña mediática que insiste desde hace tres meses en que Magaluf es una especie de «territorio comanche», he podido constatar de que los jóvenes de este año tienen un aspecto de lo más estándar.

Años atrás se podía jugar a adivinar el origen de los mismos. Hoy en día, se homogeneizan cada vez más en una especie de Eurovisión de la Fiesta. Ellas no practican el top-less en la playa y ellos llevan bañador largo. Ni sandalias con calcetines ni perolos con lentejas para comer en la orilla. Será por el efecto de las resacas matutinas, por la oferta de restauración o por los horarios de sus lugares de origen pero lo cierto es que con ese criticado perfil turístico, hay ciertas ordinarieces que jamás se ven en Magaluf´s Beach… o Calviá Beach Resort que es el nombre con el que van a rebautizar a esta población que ha sufrido una auténtica «caza de brujas» mediática y ninguno de los muchos periodistas que ha acudido a «informar» ha querido conocer.

Imagen | Flickr – Mark Scott

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