Cuando contratamos cualquier préstamo hipotecario, tenemos que saber que la forma de reembolsarlo es abonar todo el capital y sus correspondientes intereses. Este pago, que se extenderá durante décadas, se irá realizando mediante cuotas.

No obstante, a lo largo de los años que dura la vida de las hipotecas, podemos encontrarnos con dificultades económicas o imprevistos que nos imposibiliten hacer frente a alguna de las mensualidades. Para situaciones así los bancos presentan y ofrecen una figura financiera conocida como carencia, la cual nos permite dejar de pagar durante un tiempo. Aun así, la carencia engloba varias cuestiones que debemos saber para darle el mejor uso posible.

Conociendo el concepto de carencia hipotecaria

Esta posibilidad que aparece en muchos préstamos de distinta tipología puede resultar un recurso muy atractivo a simple vista. Más aún, cuando las entidades lo promocionan como un permiso para no pagar en un momento determinado. No obstante, efectuar una carencia conlleva una serie de intereses que variarán en función de la modalidad que escojamos.

Aunque pueden ser de capital o parcial, en el caso de los créditos hipotecarios, en los que podemos encontrárnosla por contrato, la única opción que nos darán será la de capital. Ésta puede ser de 2 o 3 años como mucho y lo que debemos tener muy claro es que tendremos que pagar los intereses más adelante y a un precio mayor, debido a que el plazo será mayor. Por ejemplo, con una carencia de capital, si nuestra cuota es de 400 €, de los que 250 € son importe y 150 € son intereses, tan solo tendremos que pagar (durante el tiempo que dure la carencia) los 250 € del capital prestado durante el plazo que tenga dicha carencia. No obstante, los 150 € restantes los reembolsaremos más adelante con los intereses que se devenguen.

Beneficios que tiene aplazar el pago de la hipoteca

Esta opción puede sernos de gran utilidad para tomar un respiro al inicio y tras un alto desembolso para nuestro préstamo hipotecario. Por eso podemos plantearnos una carencia inicial, que nos permita recuperarnos económica de la inversión inicial que hagamos al principio y volver a coger aire.

A su vez, este recurso puede servirnos para no caer en un impago, puesto que si prevemos que durante un periodo de tiempo vamos a tener dificultades para pagar la cuota próximamente, es más aconsejable recurrir a una carencia. Hay veces que por contrato nos la incluyen en el contrato y podemos ejecutarla cuando queramos, mientras que tener que negociar la carencia con el banco puede suponernos costes adicionales que tendremos que sufragar.

Desventajas que tienen las carencias en las hipotecas

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la carencia, sea en el tipo de préstamo que sea, es una modificación del plazo. Es más, este recurso lo que hace es alargar el plazo de reembolso por lo que si la conseguimos o la ejecutamos, el coste total de la hipoteca será mayor. Es indiferente que la carencia sea total o parcial, ya que el capital que dejamos de pagar durante ese periodo de tiempo tendremos que reembolsarlo más adelante sumando los correspondientes intereses que se hayan devengado.

Por otro lado, como decíamos en el apartado anterior, la carencia puede aparecer en nuetsro contrato, por lo que no tendremos ningún tipo de problema en hacerla efectiva. Sin embargo, si tenemos que negociarla con la entidad, podemos encontrarnos con costes adicionales que inflarán aún más el coste del préstamo hipotecario. Es típico que para que consigamos dicha carencia, el banco nos exija contratar productos vinculados, por ejemplo.

Por todo esto, podemos concluir que la carencia es una opción que para nada es gratuita como podemos intuir al verla anunciada y que es una opción útil en casos puntuales en los que no vamos a poder pagar por el motivo que sea.

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