Durante la última semana hemos escuchado como el estribillo de una canción de invierno: «No dejemos que los terroristas cambien nuestro día a día». Aquel que lo dice quizá no se da cuenta que por el simple hecho de pronunciar esas palabras ya está influyendo en su vida.

Los terroristas se llaman así porque su principal arma no es un AK-47. Su arma es el terror y el miedo. Las probabilidades aseguran que hoy las opciones de morir en un atentado terrorista en el mundo occidental son casi invisibles. Mucho menores de que nos hagamos millonarios con la lotería. Y sin embargo tenemos miedo. Un miedo a que algo pueda ocurrir igual de intenso que la esperanza de que nos toque el Gordo. Son sentimientos poco racionales. Si lo pensáramos durante mucho tiempo probablemente no compraríamos billetes de lotería ni tendríamos miedo a los terroristas internacionales. Pero ahí estamos todos los diciembres, haciendo colas en Doña Manolita.

No voy a escribir sobre terror ni miedo. Voy a escribir sobre aquellos que no lo sienten. Y no hay muchos. Es algo tan poco frecuente que en realidad es una enfermedad poco común llamada Urbach-Wiethe. Se ha diagnosticado en apenas 300 individuos, y de ellos tan sólo 10 casos no tienen miedo.

SM, así conocemos a una mujer, nuestra secundaria de hoy, uno de los casos más extraños de toda la historia de la medicina. Se mantiene en el anonimato porque los médicos creen que podría ser muy fácil aprovecharse de ella debido a su enfermedad. Aún así, este mismo año concedió una entrevista al Daily Mail. Gracias a ella sabemos que SM ahora tendrá entre 44 y 45 años, que es estadounidense y que es madre de tres hijos. Y que no siente miedo.

No es un personaje de ninguna de las películas de los X-Men, aunque podría serlo porque su enfermedad surge cuando se produce una mutación en el cromosoma 1. Las consecuencias son visibles: daños en la piel, abultamiento en los ojos y en las manos. Pero en algunos casos, y sin entrar en detalles, se ha detectado una malformación en la amígdala cerebral. Podría haber sufrido esquizofrenia o epilepsia, pero dejó de sentir miedo.

Cuenta que una vez un ladrón le asaltó en una tienda y le amenazó con un cuchillo en la garganta. Ella respondió: «Adelante, córtame. Volveré y te patearé el trasero». Él, suponemos que sorprendido, la dejó marchar. Cuando llegó a casa no avisó a la policía porque no sintió peligro en ningún momento.

Lo de no sentir miedo puede parecer algo muy atractivo. Sentirse siempre valiente es como ser el protagonista de una película de acción. Pero no olvidemos que el miedo, en el fondo, es un mecanismo de defensa que los humanos, y los animales, venimos perfeccionando desde hace miles de años a través de la evolución. Nos ha servido para sobrevivir, para no meternos en la cueva del oso y para no cruzar la calle cuando no toca, así que tan malo no será.

Así que no se asusten, lo normal es tener miedo. O mejor dicho, asústense, que es lo normal. Tan terrorífico como suena.

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