En una novela maravillosa del escritor húngaro Sándor Márai, La mujer justa,  se encuentra una de las reflexiones más inteligentes y pragmática que puede plantearse cualquier persona: “En la vida ocurre todo lo que tiene que ocurrir, y al final, todo encuentra su lugar”. Y tiene su mérito porque la novela se publicó en 1941, fecha convulsa para una Europa que persistía en asociar Siglo XX con el Apocalipsis.

Una novela escrita en primera persona con tres voces protagonistas a modo de monólogo confesional, que viven un desastroso y atormentado triángulo amoroso por desprenderse cada uno de su propia identidad . Las cosas que sienten y dicen Peter, Judit y Marika valen para todos y para todo. Desilusión, rabia, traición, abandono, destrucción, aislamiento, soledad, desesperanza, malas decisiones, indiferencia. Amores rotos, destinos virados y la manía del pasado de volver para quedarse, caiga quien caiga. Sándor Márai volvía a tener razón en boca de uno de sus personajes: “sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir que sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir y ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo en construir algo en la vida o en el trabajo…».

Casualidad o no, guiño del destino o simple azar, empecé a leer esta historia el pasado jueves. El viernes, los que madrugamos de una manera exagerada y no siempre necesaria, nos desayunamos a las 6:00 de la mañana con la noticia de que el Reino Unido salía de Europa. Así lo habían decidido los británicos en un referéndum. Lo escuché en la radio y la sensación de las voces que lo contaban era de conmoción mundial. Una catarsis. El fin de una relación de más de 40 años, un matrimonio entre el Reino Unido y Europa que se rompía, que terminaba, que llegaba a su fín. Recordé las palabras de uno de los personajes de La mujer justa: “Mi padre y mi madre vivían un matrimonio «ideal», es decir, monstruoso. Jamás levantaban la voz”.

Mientras la radio bramaba rayos y centellas, la calle, el bar, las redes sociales y demás foros ciudadanos se preguntaban cosas muy distintas: “Pero ¿cómo afecta esto al rodaje de “Juego de Tronos”? ¿Qué pasará con el futbol?, ¿Bale es ahora extracomunitario, podrá seguir en el Real Madrid? ¿Y Eurovisión, cómo afecta esto a Eurovisión?. Y Gibraltar, será por fin español” . Practicidad ante todo. Puede parecer frívolo, superficial , trivial pero define y mucho lo que realmente preocupa al personal. Unos pasan el día hablando de las fuertes caídas en las Bolsas de todo el mundo, y la mayoría preocupada por la continuidad de su serie favorita, de la Premier League o de si tendrán o no que sacar un visado para ir a Harrods. La vida.

Y de repente alguien pronuncia la palabra mágica: “No es justo”. Y volví a la novela y a uno de sus personajes: “Hay una mujer justa que vive en alguna parte”. Se refiere a la mujer de verdad, con la que un día la dualidad se convirtió en unidad, y que a pesar de que un día se fue, la abandonaron o desapareció, “el cuerpo nunca olvida, como el mar y la tierra no olvidan que una vez fueron uno”. Y frente a esa visión , la de otro personaje del triángulo amoroso: «Estaba tan concentrada en el hombre, que no me quedaba tiempo para ocuparme del mundo. Luego perdí al hombre y a cambio hallé al mundo» . Toda historia tiene dos y hasta tres partes, tres visiones, tres verdades y otras tantas mentiras. Y no sabemos cual es la verdadera, o si lo son todas. Solo cabe esperar a que el tiempo ponga las cosas en su sitio.

Hoy los españoles estamos convocados a las urnas, otra vez, y van…  Sí, las elecciones son la fiesta de la democracia, pero no se puede estar todo el día de fiesta porque terminas amaneciendo con un resaca que te impide ver, pensar y mucho menos decidir, y porque cuando lo extraordinario se convierte en ordinario,  la rutina lo convierte en desinterés, en desafecto, en desgana, en una apatía crónica difícil de tratar. Dan ganas de decirles a los que aspiraran a gobernarnos aquello de “te lo voy a decir rapidito y una sola vez” a ver si se enteran de lo que se les dice, se centran, prestan atención y dejan de obligara los ciudadanosa solucionar lo que deben solucionar ellos, que es exactamente lo que ha hecho el primer ministro británico, David Cameron, con la ciudadanía británica: crear un marrón, no tener la capacidad de resolverlo, y pasárselo a los británicos en forma de referéndum , a modo de decide tú, que a mí me entra la risa. En palabras de Márai: “A veces pienso que uno decide hacer algo no porque sea una cosa buena o sensata sino simplemente porque puede hacerlo”.

Es domingo. Disfruten del día y de la fiesta de la democracia. Hay tiempo para todo. Incluso para leer. Márai escribía en La mujer Justa: “El tiempo que nos pertenece, el que es realmente nuestro, no se mide ni con los relojes ni con los calendarios…”.

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