“Salvemos a las abejas y a los agricultores” nació como una alianza ante las evidencias científicas que relacionan la agricultura intensiva, el colapso de la biodiversidad, la emergencia climática y la rápida desaparición de granjas familiares. Sus objetivos: reducir el 80 % del uso de plaguicidas sintéticos para 2030 y del 100 % para 2035 en la UE, implementar medidas para restaurar la biodiversidad en las tierras agrícolas y lograr un apoyo masivo a agricultores y agricultoras para la transición hacia la agroecología.

El millón de apoyos recibidos plasma la preocupación de la ciudadanía europea frente a los plaguicidas. Ahora tendrán que ser las autoridades europeas quienes validen la iniciativa. Hasta hoy menos del 6% de las ICE (Iniciativas Ciudadanas Europeas) presentadas en la UE han sido validadas. 

La aprobación de la ICE obliga a la Comisión Europea a analizar y responder a las demandas de la ciudadanía. Por su parte, el Parlamento Europeo deberá recibir en audiencia a los siete miembros del Comité de Ciudadanos y tendrá la posibilidad de redactar y votar una resolución basada en sus peticiones. 

En España

En el caso de España los apoyos han superado las 50.000 firmas. Según Ecologistas en Acción, es motivo suficiente para emplazar al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación a que rectifique su política en esta materia. “Hay que tomar medidas serias para reducir de forma drástica las autorizaciones de estos productos que tanto daño hacen a la biodiversidad y a la salud humana”, mantienen.

Hacia un modelo agroecológico

La principal demanda es la transformación de la agricultura hacia un modelo basado en principios agroecológicos, que promueva la biodiversidad, preserve los recursos naturales, evite la degradación del suelo, aumente su fertilidad y contribuya a la protección del clima al absorber de la atmósfera más gases de efecto invernadero de los que libera. El requisito previo será la eliminación de plaguicidas sintéticos en el transcurso de los próximos quince años, pues las consecuencias para la naturaleza son desastrosas. Las abejas, mariposas y otros insectos están desapareciendo de nuestros paisajes. Las aves corren la misma suerte. Mientras, nuestros arroyos y ríos sufren la contaminación por el cóctel diario de pesticidas sintéticos.

¿Por qué esta iniciativa?

La humanidad se enfrenta al mayor desafío de su historia. Con el cambio climático mundial a un ritmo alarmante y la pérdida de biodiversidad a la que nos enfrentamos, el suministro mundial de alimentos y, en última instancia, la supervivencia de nuestra especie están en juego. Este inquietante hallazgo fue alcanzado recientemente de manera independiente por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, febrero de 2019), el Consejo Mundial de la Biodiversidad (IPBES, mayo de 2019) y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, agosto de 2019). Los científicos no han dejado ninguna duda de que las causas principales de esta crisis mundial son de origen humano y que su solución requiere cambios rápidos, profundos y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad. Esto incluye un cambio radical en la producción mundial de energía hacia fuentes de energía renovables y una transformación fundamental del uso de la tierra, especialmente en la forma en que producimos nuestros alimentos.                                               

La oportunidad perdida

Sin embargo, la oportunidad de un cambio más lento se perdió en 2008. Entonces, la Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología Agrícolas para el Desarrollo (IAASTD), realizada por el Banco Mundial, advirtió que en vista de las alarmantes previsiones sobre el estado mundial del clima y la biodiversidad «seguir como hasta ahora no es una opción». La comunidad científica recomendó el cambio a métodos de cultivo con pocos insumos externos, la promoción y el desarrollo de métodos agroecológicos, la sustitución biológica de los productos agroquímicos y las inversiones en fitomejoramiento para mejorar la resistencia a las temperaturas y a las plagas. Pero estas recomendaciones no fueron escuchadas y hoy el mantenimiento de la situación sigue siendo la principal política agrícola mundial, mientras que la oportunidad de poner en práctica medidas para evitar un mayor colapso ecológico es cada vez menor. 

Antecedentes

A lo largo de los últimos años un número importante de movimientos ciudadanos se ha opuesto, en el seno de la UE, a los plaguicidas y al modelo de agricultura intensiva que está destruyendo la biodiversidad y los medios de subsistencia. Desde un referéndum local organizado en el pueblo de Mals, en el Tirol del Sur, hasta los 1,7 millones de ciudadanos que firmaron la iniciativa para salvar las abejas en Baviera, pasando por las protestas regulares de «Stop pesticidas» en Italia y las acciones mensuales de «Queremos amapolas» en toda Francia, los ciudadanos quieren demostrar a los responsables de la toma de decisiones que no apoyan las políticas actuales en materia de medio ambiente, agricultura y plaguicidas.

La visión de la alianza ECI es la de una Unión Europea en la que la agricultura sea un vector del bienestar de las personas en términos de empleo, salud y recuperación de la biodiversidad, pues las políticas agrícolas que unilateralmente se orientaron hacia el aumento de los rendimientos mediante el  uso de agroquímicos tóxicos han llevado a los ecosistemas al borde del colapso. 

Además, la supervivencia de las comunidades agrícolas en Europa está igualmente amenazada por la agricultura industrial. En los últimos diez años, una granja ha tenido que abandonar el negocio cada 3 minutos. Fieles al lema «Crece o muere», cada vez más tierras son gestionadas por un número menor de empresas, centradas en el rendimiento y las ventas más que en la calidad. Por el contrario, las granjas de pequeña escala están luchando por sobrevivir. Con su desaparición, las zonas rurales de Europa pierden puestos de trabajo y su patrimonio cultural.

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