Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Galicia reforzaron el 26-J su apoyo a PP y PSOE, liderando el repunte de los partidos tradicionales sobre los emergentes. El avance de Rajoy y el aguante de Sánchez en la bipartidista meseta hizo que Iglesias y Rivera solo se llevaran seis de los 52 escaños de las Castillas y uno de los diez de Extremadura. El voto rural sigue siendo la gran tarea pendiente de Ciudadanos y Podemos. Populares y socialistas se llevaron todos los diputados en juego en 14 circunscripciones.

¿Ha vuelto el bipartidismo? De momento, ha repuntado. PP y PSOE subieron 4’98 puntos su nivel de respaldo electoral el 26-J (4’38 los populares y 0’66 los socialistas), aunque esa mejora solo supuso más escaños para el partido de Mariano Rajoy (+14). El de Pedro Sánchez pagó los efectos secundarios de la coalición Unidos Podemos y el aumento de la ventaja del PP y retrocedió cinco diputados a pesar de haber subido en porcentaje de votos.

El avance, en cualquier caso, se produjo y lo hizo a costa de las formaciones emergentes. Estuvo, además, muy focalizado, puesto que fue en la meseta, en la España más rural, envejecida y despoblada, donde Ciudadanos y Podemos perdieron peso respecto al 20-D. Su gran tarea pendiente, sigue siendo esa: impactar con mayor éxito en unos territorios donde no es suficiente un digno 10 o 15% de los votos para sacar escaños. Las provincias que designan tres, cuatro o cinco diputados exigen una cota mayor que las circunscripciones más pobladas y penalizan al que queda cuarto, poniéndole prácticamente imposible obtener representación. En esta ocasión, el partido de Albert Rivera fue mucho más penalizado que la alianza de Pablo Iglesias en esos lugares que desequilibran la balanza por sus condiciones sociodemográficas (la gerontocracia española).

Ciudadanos solo sacó escaño en una de las 14 provincias que componen las dos Castillas

C’s se quedó a cero en 32 de las 52 circunscripciones. De las 14 provincias que componen las dos Castillas, solo sacó escaño por Valladolid. Perdió los de Salamanca, León, Albacete, Guadalajara y Toledo. También se quedó en blanco en Extremadura, La Rioja, Jaén, Huelva, Huesca, Teruel, Girona y Lleida, así como en los territorios donde más dificultades ha tenido tradicionalmente para implantarse -Galicia, País Vasco y Navarra- y en Ceuta y Melilla, que solo eligen un miembro del Congreso cada una.

Iglesias, por su parte, perdió los escaños que tenía en Almería y Ourense y volvió a quedarse sin ninguno en Teruel, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Ávila, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Zamora y Cáceres. Su buen resultado en las grandes urbes -aunque peor que el de diciembre- no compensó ese hándicap.

PP y PSOE arrasan en Castilla

De las 52 actas que designan las Castillas, 30 fueron para el PP, 16 para el PSOE, cinco para Unidos Podemos y una para Ciudadanos. De las diez de Extremadura, nueve se las quedaron los partidos tradicionales y solo una fue para la coalición de izquierdas.

Rajoy y Sánchez han experimentado un repunte en esos lugares, quedándose entre los dos con todos los escaños de 14 circunscripciones -Ourense, Teruel, Cáceres, Salamanca, Palencia, Zamora, Ávila, Segovia, Soria, Cuenca, Ciudad Real, Guadalajara, Ceuta y Melilla-, dos más que en 2015. El avance, en cualquier caso, está lejos de igualar los mejores tiempos del bipartidismo (2008) o los guarismos de las antepenúltimas generales (2011), donde PP y PSOE se llevaron todos los diputados en juego de 34 circunscripciones.

Palencia, Teruel, Cáceres, Ciudad Real y Cuenca nunca han elegido diputados de más de dos formaciones distintas

En diciembre pareció que los emergentes habían abierto una espita en la bipartidista meseta, pero ahora no solo no han logrado crecer ahí, sino que han vuelto para atrás. El CIS estimaba que Unidos Podemos iba camino de obtener representación en casi toda España, cosa que al final no se materializó. La pérdida de votos de las fuerzas a la izquierda del PSOE, así como el retroceso de Ciudadanos, les ponen imposible obtener representación en las provincias medianas y pequeñas tradicionalmente más afines a PP y PSOE. Y entre ellas destacan las cinco que nunca han otorgado escaños a más de dos partidos: Palencia, Teruel, Cáceres, Ciudad Real y Cuenca. En las primeras elecciones de la democracia, se los daban a UCD y PSOE; a partir de 1986 a AP/PP y PSOE. Y hasta hoy.

Otros territorios, como Ávila, Soria, Zamora o Segovia, estadísticas similares, pero sí tienen alguna experiencia en repartir apoyos más allá de a los dos grandes partidos del momento. UCD, AP, PSOE y CDS obtuvieron representación a la vez en esos lugares en diferentes ocasiones de 1977 a 1986.

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