La escuela de Atenas, una de las pinturas más destacadas del artista renacentista italiano Rafael Sanzio. 

El término felicidad tiene una infinidad de connotaciones y conceptos que van más allá de un campo complejo y subjetivo; ha sido reflexionada desde los tiempos más remotos; Aristóteles la concebía como el bien supremo del hombre, como aquello que acompaña a la realización del fin propio que se plantea cada ser vivo. Para Sócrates, no existía felicidad sin valores éticos. Epicuro, afirmaba que la felicidad devenía de vivir en un continuo placer.

Por otra parte, Platón mencionaba que la felicidad solo es posible en el mundo inteligible, cuando el hombre puede contemplar las esencias de las cosas que, para este filósofo, son ideas de Dios, y que tiene que ver con el intelecto y el conocimiento, más allá de la ilusión que nos ofrecen nuestros sentidos.

Bajo este contexto, en la actualidad existen muchos estudios de cómo abordar el tema de la felicidad, entre los que rescato al investigador mexicano Mariano Rojas, quien señala tres maneras: la primera, el análisis directo de la felicidad de los seres humanos; la segunda, en la que relaciona la felicidad y determinadas variables económicas como la pobreza, desigualdad, desempleo, inflación; y una tercera que consiste en la utilización de la felicidad como proxy de la utilidad. Esto nos hace ver el amplio espectro del término felicidad.

Un estudio realizado por el psicólogo Daniel Kahneman y el economista Angus Deaton, ganador del premio Nobel de Economía en el 2015, encontró que el bienestar emocional aumenta con los ingresos. Sin embargo, a medida que crecen los ingresos de una persona, su bienestar aumenta a un ritmo cada vez más lento, llegando a un momento que se mantiene constante; la investigación confirmó además que un ingreso escaso genera insatisfacción e infelicidad.

A pesar de este panorama de amplio despliegue económico y social la gente sigue asegurando no ser del todo feliz, al parecer el viejo adagio que afirma que “el dinero compra la felicidad” no es cierto después de todo alentando posiciones francamente negativistas que pretender explicar que la felicidad no existe y que, lo único que le resta al ser humano, simplemente es tratar de ser lo menos infeliz que se pueda.

El concepto de felicidad entonces parece estar, inicialmente, asociado a todo aquello que pueda provocar bienestar y ante la ausencia de uno a algunos de esos factores placenteros, irremediablemente la infelicidad irá ganando espacio en la vida del ser humano. Sin embargo, los criterios e incidencia de cada uno de los factores son personal e individual, para algunos la felicidad está en la salud mientras que para otros está en el éxito profesional; hay quienes encuentran placer en la acumulación de bienes y propiedades materiales en cuanto otros acumulan bienes espirituales, cada uno percibiendo diferentes niveles de felicidad que de todos modos serán siempre subjetivas.

Por todo ello, los fines de la economía deben orientarse a contribuir al logro de la felicidad de las personas, para ello es fundamental el diseño de políticas públicas a nivel de gobierno que contribuyan a ello, con la participación tanto de actores públicos y privados; en esta era de la digitalización de la economía no debemos descuidar al ser humano, su adecuado entorno de trabajo, que permitirá su mejora de la productividad, con beneficio para todos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.