En un nuevo informe, ONU Comercio y Desarrollo ha dado la voz de alarma sobre la creciente deuda pública mundial. Bajo el título «Un mundo de deuda: Una carga cada vez mayor para la prosperidad mundial», el informe destaca el aumento sin precedentes de la deuda pública, que comprende tanto el endeudamiento interno como el externo de las administraciones públicas, al alcanzar un máximo histórico de 97 billones de dólares en 2023, con un notable incremento de 5,6 billones respecto al año anterior.
Ante esta situación, ONU Comercio y Desarrollo ha pedido reformas urgentes de la arquitectura global de la deuda para evitar una crisis generalizada de la deuda en los países en desarrollo.
A raíz de la pandemia de COVID-19, la deuda soberana externa de esos países, en créditos en moneda extranjera, aumentó un 15,7% hasta alcanzar los 11,4 billones de dólares a finales de 2022. Los crecientes niveles de deuda se vuelven aún más complejos por la diversidad de prestamistas e instrumentos financieros.
Igualmente alarmante es el aumento de los costes del servicio de la deuda. Los países de ingreso bajo y medio-bajo, también conocidos como mercados fronterizos, que se endeudaron cuando los tipos de interés eran bajos y existía interés por parte de inversionistas, dedican ahora alrededor del 23% y el 13% de sus ingresos por exportaciones, respectivamente, para pagar su deuda externa.
«Para ponerlo en perspectiva, después de la Segunda Guerra Mundial, la parte de los ingresos de exportaciones destinada al servicio de la deuda de Alemania se limitó al 5% para contribuir a la recuperación de Alemania Occidental», afirma Anastasia Nesvetailova, jefa de la Subdivisión de Políticas Macroeconómicas y de Desarrollo de ese organismo de la ONU.
Se acaban los recursos públicos
El creciente coste de la deuda está agotando los recursos públicos vitales necesarios para el desarrollo. Unos 3.300 millones de personas, casi la mitad de la humanidad, viven actualmente en países que gastan más dinero en pagar los intereses de sus deudas que en educación o sanidad.
«Esta situación es claramente insostenible», afirma Nesvetailova. «Mientras se vislumbra en el horizonte una crisis sistémica de la deuda, en la que un número creciente de países en desarrollo pasan de la angustia al impago, ya está en marcha una crisis de desarrollo.»
Centrar el enfoque de la deuda en el desarrollo
Nesvetailova subraya que la creciente crisis de la deuda no sólo se deriva de la oleada de endeudamiento tras la crisis financiera mundial de 2008, las crisis en cascada desde la pandemia y el agresivo endurecimiento de la política monetaria en los países desarrollados, sino que las raíces principales se encuentran en los problemas estructurales de la arquitectura global de la deuda soberana, «que ofrece un apoyo inadecuado y tardío a los países con problemas de deuda.» El informe analiza las actuales desigualdades, rigideces y problemas de la arquitectura global de la deuda soberana, esbozando una estrategia para resolverlos.
«Es necesario un enfoque de la deuda centrado en el desarrollo», dice Nesvetailova, que destaca los factores que contribuyen a la insostenibilidad de la deuda soberana, como el cambio climático.
El documento aboga por una reevaluación exhaustiva de estos factores, que abarcan la demografía, la salud pública, los cambios económicos mundiales, el aumento de los tipos de interés, los realineamientos geopolíticos, la inestabilidad política, así como las implicaciones de la deuda soberana en las políticas industriales de los Estados deudores.
También propone un ciclo de vida de la deuda soberana en cinco etapas como marco conceptual para analizar y mejorar la arquitectura global de la deuda.
Las etapas incluyen contraer deuda, emitir instrumentos de deuda, como bonos y préstamos, gestionar la deuda, hacer un seguimiento de la sostenibilidad de la deuda y, en caso necesario, reestructurar o renegociar las condiciones de la deuda.