Las previsiones de subida del nivel del mar para 2030, en sólo seis años, muestran que numerosos puntos de la costa andaluza se verán afectados. |Foto: Lluís Gene

No hay región costera española que no esté expuesta a riesgos por exceso de urbanización e infraestructuras, contaminación, la construcción de barreras artificiales (como diques, espigones, paseos marítimos o puertos deportivos), el despilfarro de recursos naturales y el encauzamiento, soterramiento y desvíos de cauces fluviales. Todas estas actuaciones han provocado desequilibrios que se traducen en el retroceso y la pérdida de las playas, y con ellas, su función de barrera protectora, lo que supone un riesgo para millones de personas residentes en el litoral. La turistificación es otra mala práctica que está acosando muchas ciudades españolas, especialmente del litoral, como Barcelona, Palma o Valencia. En esta línea, Greenpeace acaba de hacer público el informe Crisis a Toda Costa 2024. Análisis de la situación del litoral ante los riesgos de la emergencia climática, donde realiza una radiografía del estado de los más de 8.000 km de costa española ante las amenazas que vienen.

Riesgos en el litoral

A estas malas prácticas hay que sumar las debidas específicamente al cambio climático: la subida del nivel del mar, el aumento en frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos (como olas de calor, sequía, lluvias torrenciales, temporales, huracanes, incendios e inundaciones), el incremento constante de la temperatura de mares y océanos y la pérdida de oxígeno disuelto en el agua, que dispara de forma exponencial los riesgos.

En cuanto a la subida del nivel del mar, según las previsiones de la NASA, ocasionará la pérdida de playas en la totalidad del litoral. Cabe recordar que, según la regla de Bruun, de media se estima que por cada centímetro que suba el nivel del mar, la costa retrocederá un metro. Para 2030 ya se esperan impactos muy graves en la costa de Barcelona, Vigo, A Coruña, Villagarcía, Almería, Málaga, Huelva, Cádiz, Gijón, Santander, Bilbao, Las Palmas y Tenerife. Para final de siglo, en ciudades como Vigo, Cádiz, Bilbao o Las Palmas el mar se habrá comido más de 40 metros de costa, llegando hasta los 70 en ciudades como Barcelona.

Los datos de la subida de la temperatura de mares y océanos muestran que las olas de calor marinas se suceden sin tregua desde 2022. Tanto el Golfo de Bizkaia como las aguas baleares son las más vulnerables a su creciente intensidad. Temperaturas marinas más altas provocan la disminución del oxígeno disuelto en el agua y a ello se suma la contaminación, que provoca la acidificación del agua. Es lo que la Agencia Europea de Medioambiente denomina “el trío letal”, que ya está provocando graves impactos sobre la biodiversidad y los ecosistemas marinos, así como sobre la pesca y el marisqueo. 

Asimismo, se prevén más eventos meteorológicos extremos y de mayor intensidad. El agua más caliente se evapora más y esto provoca la formación de DANAs y ciclones más potentes y peligrosos, aumentando los daños por inundaciones. Murcia, Palma, Girona y Cartagena tienen más de 15.000 viviendas cada una situadas en zonas inundables.

“Durante décadas hemos deformado la costa a nuestro antojo, pero eso ya no funciona más. Ya no llegamos a anticiparnos al problema, porque ya está aquí, pero las soluciones tienen que ponerse en marcha con urgencia. Todo retraso resultará en mayores costes económicos y humanos”, explica María José Caballero, responsable de Costas en Greenpeace España.

Estado del litoral por CCAA

Andalucía. El viejo y erróneo modelo basado en urbanizaciones turísticas, campos de golf y hoteles sigue muy presente. La lista de los peores proyectos es larga y va desde los planes urbanizadores del Ayuntamiento de Tarifa en Cádiz hasta el hotel ilegal de la playa de El Algarrobico y el hotel en la Bahía de los Genoveses, ambos dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. La costa andaluza presenta zonas que ya están gravemente afectadas por la erosión, especialmente en Málaga. Además, las previsiones de subida del nivel del mar para 2030, en sólo seis años, muestran que numerosos puntos de su costa se verán afectados. La NASA destaca especialmente el tramo de costa del Golfo de Cádiz como uno de los más afectados.

Asturias. Presenta uno de los litorales menos artificializados. Aún así, algunos puntos no escapan de la degradación, especialmente por contaminación: vertidos industriales de la papelera CEASA en Navia, vertidos a la ría de Villaviciosa en un área protegida y constantes vertidos de aguas residuales especialmente en el tramo oriental. La erosión y la subida del nivel del mar representan graves amenazas. Se espera un retroceso de la costa de hasta tres metros para 2040 y un aumento de la erosión del 20%. 

Cantabria. La masificación turística y el aumento de temperaturas en el sur está desplazando la presión urbanizadora y turística hacia la costa cantábrica, creándose proyectos de grandes complejos turísticos con viviendas y campos de golf, incluso en terrenos con figuras de protección como el planeado entre Langre y Loredo. La contaminación en la costa cántabra tiene un nombre: Solvay, que realiza vertidos altamente peligrosos en la playa de Usgo, afectando a 12 km de costa. La erosión y la subida del nivel del mar impactarán en la práctica totalidad del litoral de Cantabria en 2030.

Cataluña. Presenta tramos de costa en muy mal estado debido a las barreras artificiales y a la erosión que provocan los eventos meteorológicos extremos, intensificando los daños y las pérdidas. Playas y paseos marítimos desaparecen con cada temporal o DANA. La subida del nivel del mar estimada para 2030 afectará a extensas zonas de la costa catalana. Un 15% de la superficie urbanizada está en zona inundable (marítima o fluvial), lo que aumenta mucho el riesgo durante las lluvias torrenciales. La turistificación afecta severamente a la costa catalana, especialmente a Barcelona, donde la situación es tan insostenible que el Ayuntamiento ha anunciado medidas para poner coto tanto a la afluencia de cruceros como a los alquileres turísticos.

Comunidad Valenciana. El 64,8% de las playas de la costa valenciana han visto disminuir su extensión en la última década. El exceso de urbanización y de barreras artificiales junto al aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos agrava la situación cada año. A pesar de estos claros avisos, el afán urbanizador sigue presente en normativas y proyectos, como el anteproyecto de ley de Protección y Ordenación de la Costa Valenciana, que plantea acabar con la protección de las 7.500 hectáreas de costa que todavía permanecían sin urbanizar. Las previsiones de subida del nivel del mar para 2030 amenazan a numerosos puntos del litoral.

Euskadi. A pesar de tener un litoral que sobrevivió con pocos proyectos al boom urbanístico, está amenazado por uno de los peores ejemplos en un espacio protegido: el segundo museo Guggenheim dentro de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Otro de sus puntos negros es la planta de Petronor en la ría del Barbadun gracias a la cual Muskiz se ha convertido en una cloaca. Se une a estas dos aberraciones el proyecto para construir una piscifactoría en los terrenos de la central nuclear de Lemoiz, donde el Ministerio para la Transición Ecológica ha levantado la protección que le otorga la Ley de Costas, y el proyecto de una granja de engorde de atún rojo en Getaria. Las estimaciones de la subida del nivel del mar afectará al 70% de las playas de Gipuzkoa y el 45% de las de Bizkaia 

Galicia. En su costa hay que destacar la contaminante celulosa ENCE, gracias a la negligente e interesada gestión pública que ha destruido una de las marismas más ricas, y el vertido de aguas residuales de la mina San Finx al arroyo de As Rabaceiras, parte de la red fluvial que alimenta la ría de Muros e Noia, donde 1.500 familias de mariscadoras recogen el 70% del berberecho gallego. Otro proyecto que tendría un impacto negativo en la costa gallega será la macrocelulosa de la empresa Altri en Palas del Rei (A Ulloa), que vertería 30.000 m3/día de aguas contaminadas, las cuales terminarán en la ría de Arousa afectando a sus bancos marisqueros y su pesca tradicional. Junto a la contaminación, también la disminución de la salinidad del agua marina y el cambio climático están amenazando la supervivencia de especies como el percebe, varias especies de almejas, la nécora y el centollo. Las previsiones sobre la erosión y la subida del nivel del mar muestran un retroceso de las playas de entre 20 y 30 metros para 2050.

Islas Baleares. El modelo turístico masificado y sin planificación está siendo fuertemente contestado por un amplio sector de la población desesperada por los daños e inconvenientes que presenta tener ciudades como Palma, donde el precio de la vivienda ha subido un 158% en la última década. Pero el Gobierno balear ha vuelto a la política miope del “todo vale” con normativas que legalizan construcciones y aparcamientos ilegales y amnistían a ayuntamientos que incumplen su propia normativa urbanística. Las aguas que bañan Baleares se encuentran muy afectadas por el cambio climático: olas de calor marinas constantes y niveles alarmantemente bajos de oxígeno (el peor punto del Mediterráneo). De mantenerse la tendencia actual de calentamiento, el litoral de las islas asistirá a una pérdida de playas muy elevada. 

Islas Canarias. El deterioro debido a la turistificación vivió la primera gran movilización social del país, encendiendo la chispa para otras. Pero siguen surgiendo nuevos proyectos en casi todas las islas, especialmente en La Palma. La contaminación de las aguas canarias es una de las grandes asignaturas pendientes: el 72% de los puntos de vertido de aguas residuales al mar no está autorizado. Se estima que la subida media del nivel del mar oscilará entre los 27 y los 75 cm para finales de siglo, lo que supondría una pérdida de la superficie de las playas de en torno al 48 % en un escenario de bajas emisiones, pero del 80 % en un escenario de altas emisiones causantes del cambio climático. 

Región de Murcia. Su franja costera alberga contrastes. Se trata de una de las zonas mejor conservadas del Mediterráneo y, al mismo tiempo, acoge uno de los peores ejemplos ambientales: el grave deterioro del Mar Menor. Estamos ante una de las regiones sancionadas por la Justicia europea debido a la contaminación provocada por los vertidos agrícolas y ganaderos y la falta de medidas para poner solución a la contaminación por el nivel excesivo de nitratos en las masas de agua. Presenta extensos tramos de costa amenazados por la subida del nivel del mar y la erosión costera en 2030.

Soluciones para la costa

Es urgente hacer frente a estos riesgos. Tan sólo con una reducción moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero se podría evitar el 40% del retroceso de las playas de todo el mundo. También son necesarias medidas de adaptación a todos los niveles (municipal, autonómico y estatal) que minimicen los daños y busquen soluciones reales y duraderas. Las soluciones aplicadas hasta ahora, como las regeneraciones artificiales de playas y la reconstrucción de paseos marítimos, ya no sirven. Cada nuevo temporal destruye las costosas intervenciones artificiales que no atienden a la raíz del problema. Sólo entre 2016 y 2020 se gastaron cerca de 60 millones de euros en la reposición artificial de arena en las playas. 

Las soluciones han de ser locales, según el informe de Greenpeace, porque cada tramo de litoral tiene características propias, pero deben ser acordadas por las administraciones y participadas por la ciudadanía de forma urgente. Proteger y conservar las playas supondría un beneficio 150 veces superior a dejar que sigan deteriorándose.

“La costa nos protege de los eventos meteorológicos extremos y la subida del nivel del mar provocados por el cambio climático, pero seguimos maltratándola. La pérdida de sus características naturales tiene que revertirse para que pueda protegernos”, explica Caballero.

Para revertir la situación actual, resulta imprescindible aplicar políticas ambiciosas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y normativas de adaptación y protección de la costa de acuerdo con lo que marca la ciencia; devolver la calidad ambiental a los espacios costeros para tener sistemas naturales estables que protejan de los peores riesgos; acabar con la contaminación que empobrece la calidad de las aguas y nos supone el pago de cuantiosas multas a la Unión Europea; poner coto a la turistificación masiva a través de medidas como la limitación de vuelos y cruceros, el establecimiento de tasas por pernocta que repercutan en la mejora de los servicios públicos y la regeneración de ecosistemas o la limitación de alojamientos turísticos y la participación ciudadana en la planificación turística; introducir las previsiones sobre el cambio climático en la planificación urbanística y de infraestructuras; impedir la construcción de infraestructuras y la urbanización que generen barreras artificiales que hacen de pantalla e impiden que la arena se deposite en las playas y aumentan la virulencia de los temporales marinos; conservar y facilitar la expansión hacia el interior de marismas y humedales (son grandes disipadores de la energía del mar y, por tanto, muy buenos aliados en la protección). Prohibir proyectos en estas zonas y retirar las que existan; revisar los deslindes (la delimitación) que determinan el dominio público marítimo-terrestre (100 metros en zona no urbanizable y 20 en zonas urbanizables),  que constituye la zona mínima de protección frente a DANAS, temporales y la subida del nivel del mar; recuperar las zonas inundables. En España, las inundaciones son, después de las olas de calor, el segundo fenómeno natural que más muertes provoca. Liberarlas de construcciones (su presencia aumenta exponencialmente los daños y riesgos) y recuperar los cauces naturales de ríos y avenidas y, por último, promover la investigación científica de las afecciones provocadas tanto por las barreras artificiales como por el cambio climático en los ecosistemas, las especies marinas y la salud de las personas.

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