Para los que somos fanáticos de la ciencia ficción no hay nada más divertido que leer cómo han retratado el futuro en el que ahora vivimos algunos autores.

La verdad es que ni las previsiones más catastrofistas ni las más optimistas se han cumplido y simplemente vamos haciendo, pero no vivimos ni en la distopía de 1984, ni en El mundo feliz de Huxley, ni las ciudades están contaminadas ni hay policías que se dedican a buscar replicantes rebeldes que buscan transcender como en Blade Runner, ni tenemos coches que viajan por el tiempo con la energía que obtienen de lo primero que pillas en el cubo de la basura como en Regreso al Futuro 2.

Siendo generosos, Julio Verne tuvo algún acierto como en El Viaje a la Luna a nivel de localizaciones, aunque la documentación de física elemental, dejaba qué desear. En su obra París en el Siglo XX parece que intuye algo parecido al fax. Y lo más parecido a una tablet se vio en Star Trek en los años 60. La teleportación, santo y seña de la serie por motivos presupuestarios, ya que los aterrizajes y despegues de la nave eran caros de rodar, todavía está por llegar. Generalmente lo que sucede es que los autores imaginan el futuro a partir de su presente y lo que vemos no son más que proyecciones o estilizaciones de la cultura y la tecnología que existe en ese momento y no tiene en cuenta que pequeños detalles, algún invento no esperado, puede cambiar todo. En las películas tipo metrópolis todo tiende a ser más grande, cuando la tecnología es cada vez más pequeña. Los aparatos son discretos, pero ¿alguien intuyó el desarrollo de la tecnología de la información? ¿De algo como internet? Creo que el que más se acercó fue Jorge Luis Borges en su cuento El Aleph.

A veces la ciencia ficción y fantasía se toma como real. Los OVNIS, al igual que la virgen, tienen la extraña costumbre de aparecerse siempre en lugares recónditos y apartados, a horas intempestivas y siempre al más tonto del pueblo, con lo fácil que lo tendrían para salir por la tele en hora de máxima audiencia. No obstante cuando la gente describe un presunto avistamiento de un platillo, siempre se parece a la tecnología que le resulta familiar. Así las primitivísimas descripciones que aparecen en la literatura hablan de carros voladores, luego de platillos (saucers en inglés). Lo más curioso es que el origen de esta expresión viene de lo que vio el piloto Kenneth Arnold en el monte Rainer, pero él nunca dijo que tuvieran forma de platillo, sino que se movían como cuando tiras un plato al agua para que rebote (lo que se suele hace con piedras planas). Es muy sospechoso que a partir de ahí la gente viera objetos en forma de platillo.

Hay veces que la ciencia ficción pretende ser seria y se le llama «prospectiva», se supone que gente inteligente y que sabe del tema hace sesudos análisis y llega a conclusiones, que muchas veces son tenidas en cuenta por los políticos para diseñar estrategias, o se hacen estudios para ver la evolución de los mercados, o genios militares diseñan complejos mecanismos de defensa que van a ser como la carta de invulnerabilidad en un juego de rol.

Michael Crichton dijo en una conferencia en Caltech en el 2003 que en el siglo XIX pensaban que en el siglo XX los problemas serían el estiércol de los caballos y la falta de cera para la iluminación. Aunque cita un informe y un autor que he sido incapaz de encontrar. No obstante no hay que ser tan extremo para ver que la prospectiva es un género literario involuntario. La línea Maginot fue una costosa obra de ingeniería para evitar la invasión de Francia por Alemania, por no hablar del programa de la «Guerra de las Galaxias» o «sistema de escudo antimisiles» de Reagan para evitar ataques con mísiles. Ni el ataque se produjo, ni el sistema funcionó nunca. Luego nos podemos ir a la prospectiva dura. Las previsiones económicas, a todos los niveles, desde el analista de bolsa que cuando lo comparas con las previsiones de un niño de cinco años siempre queda peor, a los del fondo monetario internacional. De todas formas, si hay algo que duele no es que las grandes previsiones fallen, sino las de cercanía. ¿Quién no tiene un cuñado que dice que tal tratamiento de adelgazamiento va de maravilla? ¿O un director de una sucursal bancaria que en su momento le dijo que un piso nunca baja de precio?¿O un vecino que dice que invertir en madera, en sellos o en ese portal de internet es garantizarse la jubilación?

Por lo tanto, el futuro lo que tiene es que no se le ve venir, solo podemos especular. ¿cómo seremos dentro de 20 años? Ni idea. Igual hasta comemos todos ecológico o las bicicletas vuelan.

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