La banda noruega Kakkmaddafakka ofreció anoche un concierto en Madrid que llevaba el sello de la casa: jóvenes con pintas de guiris frikis que hacen una música muy divertida. No faltaron la música bailonga ni las canciones coloridas.

El festival Buenas Noches Madrid reunió en la tarde-noche de este miércoles a un puñado de grupos del norte de Europa, capaces de, al contrario de lo que se puede esperar de los fríos escandinavos que aparecen en las pelis de Ingmar Bergman, llenar de alegría la escena del pop-rock indie.

El espigado Erlend Øye acudió con los Rainbows, esta vez sin su vecino de Bergen (Noruega) Eirik Glambek Bøe, con el que forman el grupo Kings of Convenience. Explicó que, a pesar de su apariencia de despistado, tiene muy claro que lo que quiere hacer es música.

“No duré mucho en la universidad -aseguró-. Estuve un año, hasta que me di cuenta de que me lo pasaba mejor con la música”.

Con sus temas animados, toques de folk y de electrónica incluidos, les allanó el terreno a Kakkmaddafakka, que también se conocieron en Bergen. Algo tendrá esa ciudad para que haya tanta gente dedicándose a la música y repartiendo buen rollo por donde van.

En el fondo, habría sido muy divertido ir al instituto con todos los músicos que ayer se subieron al escenario. Muchos de ellos todavía mantienen el estilismo de inadaptados y víctimas de los matones, con gafas grandes y pantalones ultra cortos de turista nórdico. Son tan entrañables que es imposible no quererlos.

Kakkmaddafakka es la democratización del verbo “molar”. No son unos tíos duros ni unos poetas malditos; más bien, todo lo contrario: los integrantes del grupo son unos jóvenes desinhibidos que hacen el tonto y se ríen de sí mismos, lejos de la impostura de muchos otros artistas. Disfrutan sobre el escenario y hacen que la audiencia brinque y coree sus canciones. Eso es “molar”.

Con la diversión por bandera y la mezcla de estilos de rock, disco y reggae como receta del éxito, la banda ofreció un recital de lo más entretenido, en el que era imposible no ponerse a bailar al son de Self-Esteem, a saltar al ritmo de Your Girl y a berrear con la letra de Is She.

El público, hipnotizado, seguía las órdenes de los integrantes del grupo y jaleó con locura al percusionista cuando se salió de su hueco, al fondo del escenario, para coger el micrófono.

Sorpresa: se puso a cantar Bailando, de Paradisio. Como un acto de rebelión, tomaron el tema más ridículo y friki que se podía escoger, se pusieron a hacer el canelo y bordaron una versión divertida y con un sonido disco genial. Eso es “molar”.

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