Cuenta la Doctora Jane Goodall que ha leído que hay un debate en España, como en muchos países del mundo, sobre el impacto de la ganadería intensiva sobre el medio ambiente, la biodiversidad y el cambio climático. Y recuerda que cuando conoció por primera vez algunos datos de la agricultura industrial, a fines de la década de 1960, se quedó en shock. «Yo había crecido en un mundo donde los animales de granja pastaban, retozaban o cacareaban afuera. Entonces miré la carne que había en mi plato y pensé: esto representa el Miedo, el Dolor y la Muerte de cada animal. Así me hice vegetariana y, tras enterarme del cruel confinamiento de las vacas lecheras y las gallinas ponedoras, ahora soy mayoritariamente vegana», explica.
Sostiene que este tipo de debates son oportunos, pues hoy no sólo nos enfrentamos a la pandemia de COVID-19, «también a las amenazas gemelas del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y la agricultura intensiva contribuye a ambos problemas». Pero, afortunadamente, comenta, cada vez hay más científicos, asociaciones, ciudadanos y políticos responsables que advierten sobre los peligros de este tipo de ganadería. «Quizás España podría asumir un papel de liderazgo en la prohibición de las granjas industriales y crear campañas para educar a toda la ciudadanía para que comprendan su impacto negativo en el medio ambiente, la salud humana, la economía y el bienestar de miles de millones de animales sensibles, cada uno de los cuales es un individuo con una personalidad y sentimientos similares a los de nuestras mascotas, nuestros queridos perros y gatos».
Amenazas para el medio ambiente
A lo largo de su exposición, Goodall repasa algunas de las implicaciones de la ganadería intensiva. Y comienza apuntando las amenazas que representa, en su opinión, para el medio ambiente.
«Los miles de millones de animales de las granjas industriales de todo el mundo deben ser alimentados. Grandes extensiones se deforestan para cultivar cereales para pienso, una enorme cantidad de combustibles fósiles se utiliza para transportar el grano a los animales, los animales al matadero, y la carne a la mesa, lo que contribuye a mayores emisiones de C02. Se necesita mucha agua para transformar la proteína vegetal en animal. Los animales producen grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero, durante la digestión. El uso de pesticidas químicos, herbicidas y fertilizantes artificiales en las tierras de cultivo tiene un efecto adverso grave sobre la biodiversidad. Los purines animales almacenados en balsas a cielo abierto emiten gases nocivos, incluido el amoníaco, y hay vertidos que contaminan la tierra y el agua. De hecho, este sigue siendo un problema importante en España, uno de los principales productores de carne de cerdo del mundo».
Repercusión en el salud
Entre las amenazas para la salud humana, Jane Goodall pone el acento en el uso estándar de antibióticos en las granjas industriales, «simplemente para mantener vivos a los animales, permite que las bacterias desarrollen cada vez más resistencia; muchos antibióticos ya no son útiles para tratar enfermedades humanas».
La falta de respeto hacia los animales, dice, «ha llevado también al tráfico de fauna salvaje: los animales se venden y confinan a menudo en condiciones antihigiénicas en los mercados de vida silvestre donde un patógeno puede saltar de un animal a un humano; si se une a una célula del cuerpo humano, puede producirse una nueva enfermedad zoonótica. Es casi seguro que la Covid-19 comenzó en un mercado de vida silvestre chino. Pero muchas enfermedades zoonóticas también se originan en granjas industriales donde se hacinan los animales. La salud y la seguridad de quienes trabajan en dichas granjas industriales a menudo se ven afectadas, particularmente para quienes trabajan en los mataderos. Finalmente, las comunidades cercanas se ven afectadas por el olor y la contaminación».
El mundo rural
Otro de los aspectos que destaca la científica es en qué medida la ganadería intensiva amenaza a los medios de subsistencia en las zonas rurales, «ya que las grandes granjas industriales desplazan a las pequeñas granjas que realizan ganadería extensiva, y debido a que gran parte de las empresas están automatizadas y las empresas compiten para producir alimentos baratos utilizando pocos trabajadores mal pagados, generan menos puestos de trabajo en general».
Bienestar animal
Respecto al bienestar de los animales, Jane Goodall considera que la ciencia «ha demostrado de manera concluyente que las vacas, los cerdos, las aves de corral y todos los demás animales de granja son seres sensibles, capaces de sentir emociones como la desesperación, el miedo y, por supuesto, el dolor. De hecho, por amplia mayoría el Parlamento español acaba de aprobar una ley que reconoce que los animales domésticos como perros o gatos son seres sintientes, pero esto es cierto también para otros animales, como cerdos, vacas o aves explotadas, o toros todavía torturados en ciertos espectáculos tradicionales. La magnitud de su sufrimiento es casi inimaginable… miles de millones de animales incapaces de expresar su comportamiento natural o de escapar del cruel destino que se les impone», lamenta.
También espera que cada vez más políticos y autoridades de diferentes países se pronuncien contra la ganadería intensiva y el cambio climático. «El momento de actuar es ahora«, concluye.
Jane Goodall, su periplo
Jane Goodall nació el 3 de abril de 1934 en Londres en el seno de una familia de clase media, criándose en la posguerra en la casa familiar de Bournemouth, en el sur de Inglaterra, desde donde ahora lanza su llamada de atención contra la ganadería intensiva. Allí vivió su infancia y juventud, rodeada de animales. Soñaba con escribir sobre los animales en África. A los 23 años viajó a Kenia, donde trabajó con el famoso antropólogo Louis Leakey, hasta que éste la envió en 1960 a Gombe, Tanzania, con la arriesgada misión de investigar por primera vez a los chimpancés salvajes de la zona. Con la sola compañía de su madre y un cocinero, plantó su tienda en la selva y comenzó su proyecto de investigación que duraría en teoría 6 meses, y que continúa en el presente.
Los resultados de sus exhaustivas investigaciones de campo revolucionaron a la comunidad científica y fascinaron al mundo entero a través de los documentales de National Geographic, entre otros. Su perseverancia, intuición, empatía y capacidad de observación permitieron echar luz en el hasta entonces desconocido mundo de los chimpancés, revelando su conducta instrumental, estructura social, forrajeo, caza, guerra entre grupos, altruismo, dominancia, canibalismo, crianza y adopción, entre muchos otros aspectos. Su extenso trabajo, proseguido por investigadores del Instituto Jane Goodall, cumple 58 años y constituye una de las investigaciones de campo más prolongadas sobre animales en libertad.