• El líder socialista se asoma al primer fracaso de un candidato a la investidura en 37 años de democracia.
• Garzón y Baldoví hacen naufragar el intento del PSOE de presionar a Podemos a través de sus partidos.
• Los desplantes de la izquierda y la oposición interna a suprimir las diputaciones pueden dar un susto a Sánchez en su consulta a la militancia.
• Todos los partidos han rectificado estas semanas postulados básicos, sin que ello haya alterado un statu quo que aboca a elecciones.

La política es el arte de lo posible. Los partidos españoles llevan semanas entregados a las negociaciones para tratar de formar Gobierno, desarrollando -o simulando que lo hacen- la máxima atribuida a Aristóteles, Bismarck o Maquiavelo. Una actividad que ha sido frenética pero poco productiva y que por momentos ha parecido más un intento por escenificar, por ganar la batalla del relato y de la comunicación, que otra cosa.

El miércoles hubo en el Congreso de los Diputados siete ruedas de prensa en ocho horas. Albert Rivera, Pedro Sánchez, Fernando Martínez-Maíllo, Íñigo Errejón, Antonio Hernando, Sol Sánchez y Joan Baldoví desfilaron ante los periodistas para valorar el único e insuficiente pacto alcanzado hasta la fecha: un acuerdo de más de 200 medidas firmado por PSOE y Ciudadanos que Sánchez desarrollaría si la semana que viene gana la confianza de la Cámara baja. Cosa que no ocurrirá.

Sánchez sólo aspira ya a sumar 137 escaños, aunque podría optar a una segunda investidura

Los socialistas no han podido pescar más que 40 escaños en el río revuelto de las rectificaciones y envainamientos que ha marcado el proceder de los partidos estas semanas. Pablo Iglesias ha vuelto a ser el rey de estas correcciones, en coherencia con una trayectoria de constantes bandazos y alteraciones programáticas en su formación. «La historia reciente demuestra que si algo hace Podemos es cambiar de posición», explicaba César Luena este viernes en eldiario.es. A eso se aferra el PSOE para conservar la esperanza de que el partido morado rectifique una vez más y se mueva del ‘no’ a Sánchez.

No en vano, Iglesias aseguró que no negociaría con los socialistas mientras el diálogo con Ciudadanos se mantuviera, exigencia a la que luego añadió que no se sentaría con el equipo de Sánchez si este antes no le concedía una audiencia personal. Ni lo uno ni lo otro se cumplió, pero Podemos se avino a negociar en el “espacio a cuatro” impulsado por Garzón. Antes de eso, Iglesias ya se había comido sus mil declaraciones afirmando que jamás entraría en un Gobierno socialista para hacer bandera del Ejecutivo “del cambio” en el que él sería el número dos y Sánchez el presidente.

¿Le veremos envainársela por cuarta vez en un mes? El PSOE está seguro de ello y lo cierto es que tiene razones para confiar: a la trayectoria de rectificaciones de Podemos se unen las ventajas que le reportaría bendecir un Gabinete Sánchez-Rivera. En primer lugar, le permitiría vender responsabilidad institucional, erigiéndose como el artífice del desbloqueo, el que impidió la repetición de elecciones. A la vez, podría apuntarse el tanto del desalojo del PP, mientras se le abre la oportunidad de ocupar definitivamente la izquierda sociológica.

Ejercer desde ese flanco la oposición a un Gobierno PSOE-Ciudadanos le permitiría presentarse cada día como el guardián de las esencias izquierdistas, el Pepito Grillo de un socialismo condicionado por las exigencias de Rivera y los inexorables avatares del poder. Además, estar en la oposición es el único modo de eludir las contradicciones y el desgaste a que conduce la gestión pública, como bien sabe ya su amigo y otrora referente Alexis Tsipras. Sánchez y Rivera quedarían atrapados en el centro político por la presión de PP y Podemos. Y ahí no hay espacio para dos proyectos con vocación de mayoría. Ni siquiera sabemos si lo hay para uno.

Bandazos de PSOE, C’s y PP

Pero las rectificaciones no han sido solo cosa de Podemos. La hemeroteca está persiguiendo estos días a los protagonistas del que algunos llaman con retranca pacto Massimo Dutti. Sánchez se hartó de decir en campaña y precampaña que Ciudadanos era un partido de derechas, “las nuevas generaciones del PP”, del que le separaba un abismo. Rivera fue aún más rotundo al garantizar que no apoyaría la investidura del candidato socialista, cosa que hará la semana próxima por dos veces. Además, repitió hasta la saciedad que nunca entraría en un Gobierno que no presidiera y desde el lunes se muestra ya abierto a hacerlo.

Todo ello sin entrar en la letra pequeña del pacto, que incluye grandes cesiones por partes de ambos partidos, como es obligado en acuerdos así. El PSOE ha acabado abrazando un sucedáneo del contrato único que tanto criticó, comprometiéndose a no subir impuestos a las clases medias y pidiendo el cierre de las diputaciones. Ciudadanos ahora defiende un ingreso mínimo vital y ha aceptado las alternativas socialistas a la eliminación del Senado, el CGPJ o los decretos leyes, medidas que presentó en Cádiz en precampaña con toda la pompa posible.

C’s ya no exige eliminar los decretos leyes, el Senado o el CGPJ; el PSOE asume un sucedáneo de contrato único

El PP, por su parte, mantiene la férrea determinación de oponerse a todo proyecto que no lidere, pero también ha incurrido en contradicciones. Mariano Rajoy rechazó ante el Rey ser candidato a la investidura y ahora afea que Ciudadanos se haya entendido con el que sí aceptó la nominación de Felipe VI. No solo eso: mantiene su voluntad de “intentarlo” si Sánchez fracasa, aunque no sume ni un apoyo más de los que hace unas semanas consideraba insuficientes para pedir la confianza del Congreso. Además, el PP lleva desde el día 21 de diciembre defendiendo un pacto de los tres partidos constitucionalistas y ahora se niega a intentar sumarse al firmado por los otros dos.

También IU y Compromís han incumplido su palabra de negociar hasta el final con Sánchez. La izquierda ve el pacto con C’s incompatible con sus postulados, aunque no acierte a señalar qué propuestas son las inaceptables y por qué. “No hace falta entrar en el fondo del documento”, explicaban esta semana fuentes de Compromís, “es un texto muerto porque con la negativa de Podemos se queda sin posibilidades de ser aprobado, las negociaciones no pueden continuar”. ¿Y no será que se niegan a ser utilizados por el PSOE para presionar a Iglesias? “Pues claro” que pesa dicha circunstancia, reconocían.

El riesgo de la consulta

El plan Sánchez pretendía blandir el posibilismo de IU o Compromís para mover al partido morado del ‘no’. La estrategia se le cayó el mismo día que se abrazó con Ciudadanos y podría darle un disgusto adicional en la consulta a la militancia que celebra este fin de semana. El PSOE pide la bendición de sus afiliados al pacto con Rivera -sin citarlo- y podría cosechar un alto índice de ‘noes’ y/o abstenciones como consecuencia de haber seducido solo a C’s y de haber contrariado a no pocos barones con la propuesta de eliminar las diputaciones.

Así que el pacto Sánchez-Rivera tiene toda la pinta de quedarse en papel mojado, pese a que los firmantes subrayan que no tiene fecha de caducidad y será defendido durante toda la legislatura. Es el premio al esfuerzo de unos equipos negociadores que de sábado a miércoles apenas pegaron ojo.

El texto del pacto PSOE-C’s sufrió dos modificaciones el día de su rúbrica

El texto se cerró la madrugada del martes al miércoles, aunque aún sufriría retoques el mismo día de la firma. Primero se eliminó la referencia a un anexo nunca difundido y que iba a recoger el “protocolo” para “la coordinación y el seguimiento de la puesta en práctica de estos compromisos”. Luego, se modificó lo relativo a la indemnización por despido improcedente de trabajadores temporales, que el documento abarataba y finalmente se dejó como estipula la actual regulación.

Dará igual, en cualquier caso, vista la actitud de quienes podrían apoyarlo o al menos permitir que se desarrolle. No pocos han optado por darle la vuelta a la aristotélica enseñanza y reflejar que la política española es el arte de lo imposible.

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