PP y PSOE no acordarán nada mientras sus actuales líderes sigan al frente, el PNV se desentiende de la gobernabilidad de España, Podemos y Ciudadanos reeditan sus vetos y los secesionistas mantienen la exigencia del referéndum. España se encamina inexorablemente hacia otra convocatoria electoral.

Había cinco formas de evitar nuevas elecciones y el debate de investidura, teórico catalizador de acuerdos, las ha cegado todas. La posibilidad de volver a votar es ahora mismo no solo la más realista, sino la única materializable. El ‘no’ del Congreso a Rajoy pone en marcha la cuenta atrás para la disolución de las Cortes y las posiciones fijadas por los grupos ante esa votación anulan cualquier opción de investidura exitosa antes del 31 de octubre, fecha límite para designar presidente del Gobierno. O cambian mucho las cosas rápidamente o el horizonte de las urnas en Navidad se echará encima, introduciendo a la España del bloqueo en un nuevo estadio.

Nula sintonía PP-PSOE

Si algo ha dejado claro el pleno de esta semana es que Mariano Rajoy no logrará la reelección gracias a los socialistas mientras estos estén liderados por Pedro Sánchez. La determinación del secretario general es firme, no admite matices y la defiende con pasión. Sánchez aprovechó el debate para dejar claro, hacia fuera y hacia dentro, que la ‘abstención patriótica’ no es una posibilidad. Los poderes fácticos que llevan semanas presionando al PSOE y los cuadros del partido favorables a permitir la investidura de Rajoy saben ya que eso solo será viable si se produce una catarsis en el socialismo. O tumban a Sánchez o se provoca un viraje en el Comité Federal. Alternativas harto complejas por muchas razones, pero principalmente porque alguien en la formación debería encabezar tal movimiento y asumir el coste de vindicar un segundo mandato de Rajoy. Enfrente tendrá a la actual dirección, armada con el rosario de argumentos que Sánchez esgrimió el miércoles con tanta soltura como convicción.

‘Agur’ del PNV

El nacionalismo vasco era otra opción clara de desbloqueo. Sus cinco escaños tienen la capacidad de colocar al PP a tan solo una abstención del éxito, pero el movimiento es “imposible”. Así lo considera el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, muy crítico con el discurso “rancio” de un Rajoy que “no quiere nuestro voto”. “Nosotros tampoco queremos votarlo”, añadió en una intervención que incluyó una cascada de motivos por los cuales cree que media un abismo entre su formación y el PP.

Además, criticó al PSOE por tratar de empujarle hacia el entendimiento con Rajoy y negó que su papel tenga que ser el de garante de la estabilidad. “¿Vamos a ser nosotros quienes salvemos el buen nombre de España en el contexto internacional?”, se preguntó Esteban. Y se contestó: “El PNV no nació con la vocación de dar estabilidad a España. Aléjese de nosotros esa responsabilidad. (…) Arréglense entre ustedes si es que realmente piensan más en España que en sus propios intereses partidistas”. También recalcó la incompatibilidad de su proyecto con el “recentralizador” de Ciudadanos, un partido cuyo objetivo es “poner a vascos y catalanes en su sitio, para eso nacieron”. Concluyó su discurso con un “agur” al candidato y la advertencia de que solo les llame cuando admita que el País Vasco es una nación.

La transversalidad, enterrada

Rechazado Rajoy, pudiera pensarse que se abren oportunidades para otros candidatos. Así ocurrió la legislatura anterior, cuando Sánchez se postuló tras la declinación del líder del PP. Así lo piden también los centenares de figuras públicas que el martes difundieron un manifiesto a favor de un Gobierno PSOE-Podemos-Ciudadanos. Pero los socialistas no están por la labor de volver a enfangarse en una empresa que ven imposible. No se fían de Pablo Iglesias y consideran acreditada la reedición de los vetos mutuos entre emergentes. Este es un hecho incontrovertible, a tenor de lo escuchado en el Congreso.

El líder de Podemos tachó al de C’s de “chicle de MacGyver del régimen”, “muleta de lo viejo” y “marioneta gatopardiana de las elites”. Incluso colocó a su partido al borde de la desaparición, comparándolo con el CDS de Suárez, y se mofó de su responsable económico, Luis Garicano. Rivera correspondió afeándole su sintonía con Otegi, acusándole de no contribuir a desbloquear España y tildándole de “comentarista” del “paisaje” político. Un enfrentamiento que recordó a los de la anterior legislatura y la negativa de ambos a explorar el acuerdo transversal que defendía Sánchez. “Ya lo intentamos hasta la saciedad y no fue posible. Y ahora las cifras no dan. Es imposible”, corroboró el portavoz parlamentario socialista, Antonio Hernando, este jueves en Radio Nacional.

Sin margen para el pacto ‘Frankenstein’

Otra alternativa que permite la aritmética es la que defiende Iglesias y que Rubalcaba bautizó como “Gobierno Frankenstein”: un pacto de las fuerzas de izquierda con los soberanistas. PSOE, Unidos Podemos, ERC, PDC y PNV suman 177 escaños, 178 si se cuenta con Nueva Canarias, aliado electoral de Sánchez. “Los números dan”, defiende el partido morado. Pero la operación requiere superar la barrera del Comité Federal socialista, que tiene vigente la resolución que impide buscar un acuerdo con partidarios de la autodeterminación. Asimismo, el PNV debería rectificar su posición de desentenderse del desbloqueo y los secesionistas rebajar sus pretensiones. Tardá y Homs defendieron este miércoles en el Congreso el proceso independentista que se propone vulnerar el ordenamiento jurídico a corto plazo. Tampoco renunciaron a la exigencia del referéndum. Sánchez no ha dado hasta ahora muestras de estar pensando en una alternativa complejísima de articular y con evidentes riesgos endógenos y exógenos para un PSOE que podría pagar muy caro el mero hecho de intentarlo.

Ni se contempla la solución creativa

El último camino imaginable es la solución creativa. Buscar un candidato de consenso capaz de recabar el apoyo de PP, PSOE y Ciudadanos o de defender el pacto Rajoy-Rivera con más éxito que el presidente en funciones. También el acuerdo Sánchez-Rivera podría rescatarse para buscar el aval de los populares y evitar las elecciones. Es simplemente política ficción. El PP no se plantea presentar un candidato alternativo porque creen que las urnas legitimaron al suyo clarísimamente. Por la misma razón descartan cualquier pacto que no lideren.

El propio Rajoy se ha dicho ya dispuesto a intentar una segunda investidura, enterrando el debate sobre otro aspirante antes de que nazca. Sánchez amagó en el debate con pedir su cabeza al apelar a la bancada popular -“lo grave es que ninguno de los 137 diputados del PP le exija a usted responsabilidades políticas”- pero no llegó a hacerlo directamente. Lo más lejos que llegó fue al reclamar “nuevos actores” para iniciar otra etapa, sin entrar en detalles. Albert Rivera tampoco reivindicó su “plan A”: una mesa a tres PP-PSOE-Ciudadanos para consensuar juntos un Gobierno “nuevo”, sin Rajoy. Solo se refirió a esa idea que ya defendió ante el Rey para recordar que populares y socialistas la rechazaron sin contemplaciones. Podría recuperarla ahora, pero lo cierto es que tiene nulas probabilidades de éxito. ¿Y si se postulara él mismo? Ni el PP apoyaría a un candidato distinto al suyo ni el PSOE aceptaría un documento programático que ha criticado por insuficiente, irrealizable y contradictorio con su ideario.

De modo que todas las salidas aparecen taponadas, a la espera de que las elecciones vascas y gallegas provoquen algún movimiento en el tablero o de que el hervidero socialista culmine en una muy difícil desautorización a Sánchez. España ha tomado el camino de las urnas y no se atisba una forma de eludir ese destino del que unos y otros ya se culpan mutuamente.

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