Las elecciones catalanas han tenido como resultado principal la victoria del Partido Socialista de Cataluña (PSC) de Salvador Illa, un triunfo que no genera, a priori, las alianzas necesarias para lograr la mayoría absoluta, salvo que desde Ferraz se imponga un pacto con Carles Puigdemont. Sánchez necesita a Illa como president de la Generalitat pero, conociendo al personaje, nada es descartable si en ello está en juego su supervivencia.
La otra opción supuestamente más lógica sería la configuración de un tripartito entre PSC, Esquerra Republicana de Catalunya y Comuns Sumar. Sin embargo, Pere Aragonès ya dejó claro que ellos se iban a mantener en la oposición, por lo que esa opción queda cerrada.
Pedro Sánchez afirmó en el cierre de campaña que «O Illa, o bloqueo». Los resultados electorales indican que está más cercano ese bloqueo que se configure un gobierno.
Lo que ha dejado claro el pueblo catalán es que el nuevo presidente de la Generalitat tiene que romper los bloques. Ahora los políticos tendrán que decidir si hacen caso o no y, según las declaraciones de los líderes independentistas, el escenario que se ha anunciado genera inquietud en Ferraz y Moncloa.
Carles Puigdemont dejó muy claro que no renuncia a un posible gobierno independentista. Sumarían 61 escaños, a 7 de la mayoría absoluta y, eso sí, con una diferencia de 13 diputados con la unión de la izquierda del PSC y Comuns.
Ahora bien, ¿eso sería posible? ¿Será capaz Sánchez de sacrificar al hombre que ha ganado en votos y escaños las elecciones con tal de sobrevivir? Conociendo al personaje, la pregunta es retórica.
Tras el éxtasis del triunfo de Salvador Illa, Sánchez se va a encontrar con una situación que pone en peligro el débil apoyo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Ya vio cómo Junts votó en contra de la ley de amnistía y sabe perfectamente que su agenda social no es la del partido de Carles Puigdemont.
Si el expresidente prófugo de la justicia ha anunciado su intención de promover un gobierno de la Generalitat puramente independentista, eso va a tener un coste para Sánchez y Puigdemont se vuelve a convertir en el paciente que le decía al dentista «vamos a llevarnos bien».
El independentismo catalán, sobre todo Junts, sabe que la ley de amnistía no va a tener una aplicación inmediata, por más que se apruebe el día 30 de mayo en el Congreso de los Diputados. Las cuestiones prejudiciales elevadas al Tribunal de Justicia de la Unión Europea se van a multiplicar y no serán resueltas hasta, al menos, en año y medio.
Sánchez puede pensar que, como no tiene presupuestos que aprobar este año, su gobierno está garantizado hasta 2025. Craso error, puesto que los apoyos comenzarán a depender de las negociaciones de cara a la formación del nuevo Govern.
«O Illa, o bloqueo», decía Sánchez, pero ¿qué bloqueo? ¿El de España o el de Cataluña?
El escenario no descarta que si Salvador Illa se empecina en gobernar, los partidos independentistas pasen factura en Madrid. La debacle de ERC ya coloca al partido presidido por Oriol Junqueras en una situación crítica frente a su electorado natural. La postura de reconocimiento de que la vía unilateral no era el camino para alcanzar la independencia de Cataluña les ha pasado una factura que se ha traducido en tres fracasos electorales en menos de un año: municipales, generales y autonómicas. Eso puede llevarlos a una reconsideración de estrategia, sobre todo cuando su adversario natural, Junts, hace bandera de la oposición al españolismo.
Por tanto, Sánchez no está tranquilo. Igual que Gabriel Rufián afirmó que los acuerdos entre partidos quedaban fuera de lo prometido a los ciudadanos en los programas electorales, esos pactos pueden romperse en cualquier momento sin ningún tipo de sanción. Y mucho más cuando los pactos entre el PSOE y las formaciones independentistas estaban supeditadas única y exclusivamente a la investidura de Pedro Sánchez. Si el apoyo a los socialistas y Sumar se quiebra en Madrid por lo que suceda en Cataluña, nadie podrá decir que haya una ruptura de pactos porque, a día de hoy, no hay pactos de legislatura.
Este escenario, que es más posible de lo que en el PSOE pudieran pensar, coloca el bloqueo más cerca de Madrid que de Barcelona y, como ha dicho Puigdemont, la diferencia entre el PSC y Junts no es muy distinta de la que tenía Feijóo con Sánchez. A buen entendedor…