Iberdrola ha volcado literalmente su campaña de imagen, publicidad y relaciones públicas de los últimos años en un pretendido compromiso con las energías verdes, exprimiendo al máximo ese color como corporativo y centrando buena parte de su estrategia en recordar a sus clientes argumentos como que el 93% de su producción en España en el primer trimestre de 2016 estuvo libre de emisiones, lo que le colocaría en la vanguardia de las empresas europeas del sector.

Gracias a un orquestadísimo  y bien engrasado trabajo  de lobby y eslóganes, la compañía recibía en 2010 el Premio Príncipe Felipe por haberse convertido en una empresa líder mundial en energía eólica, alcanzando posiciones de enorme apariencia en los principales índices mundiales de sostenibilidad del sector energético. La compañía se ha comprometido, además, a ser totalmente neutra en emisiones de CO2 en 2050 -¡largo nos lo fían, a ver cuántos estamos en este mundo entonces para recordar y verificarlo, teniendo en cuenta con qué fiabilidad va cumpliendo sus otros compromisos!-, y lanzó, en 2010, un área de negocio para comercializar soluciones de recarga destinadas a vehículos eléctricos.

SEGÚN GREENPEACE, UNA CORTINA DE HIPOCRESÍA

Sin embargo, son cada vez más los que dudan de que ese compromiso de la eléctrica tenga tanto que ver con las inquietudes ecológicas como con el ánimo de lucro puro y duro. Lo que no es necesariamente malo pero, según denuncia Greenpeace, sí es una cortina de hipocresía si se camufla soltando tinta de calamar destinada a esconder el dato a los consumidores.

El prestigioso grupo ecologista elaboró recientemente un informe titulado “Iberdrola, empresa enemiga de las renovables”, en el que denunciaba que «la compañía utiliza los símbolos y los valores propios de todas las tecnologías de las energías renovables como imagen corporativa, aunque su negocio principal no sea ése».

Una de las principales contradicciones del grupo sobre este apartado tiene que ver con su actitud con las nucleares, una energía que la compañía ha defendido a capa y espada y que, si no incluye lo de «verde», la mete de tapadillo en la categoría de «limpia».

DESCARADO DOBLE JUEGO CON LAS NUCLEARES

Sólo recientemente ha cambiado su discurso en este capítulo. Pero sus dirigentes tampoco lo han hecho empujados por ninguna inquietud medioambiental de cuento chino sino porque en estos momentos la ubre de la vaca nuclear no da más leche y se ha entrado de lleno en resultados  negativos. La gente del sector ironiza sin tasa señalando que ese cambio de posición es coyuntural, y ni mucho menos significa  un abandono para los restos.

Un experto de Greenpeace lo resumió a SABEMOS equiparando este repliegue a  la hibernación del oso: un esperar a la vuelta de tiempos más propicios  desde la convicción de que inevitablemente llegarán. Y a no tardar mucho. Luego bromeó con el blasón de los Stark en la famosa serie Juego de Tronos: “Se  acerca el invierno”.

Iberdrola  sabe que es inevitable que la Administración abandone en la circunstancia actual un proteccionismo a esa energía contaminadora y peligrosa extremadamente impopular y readapta el negocio a marchas forzadas para el nuevo solsticio. A empezar con la operación de lavado de cara actualmente en marcha. Pero con toda la infraestructura en fase de mantenimiento, lista para volver en cuanto en el horizonte vuelva a sonreír el sol atómico y puedan reeditar aquella chapita pero rectificada: “”¿Nuclear…? ¡Sí, gracias!”. No duden de que serán capaces.

DAR GAROÑA POR  LIEBRE

IBERDOLAR (¡el del billete de EEUU sí sería el “verde” corporativo que le encajaría con plena justicia!)  no  tiene  la menor intención de renunciar a esa energía. Sucede que  regulatoriamente ha dejado de resultarle conveniente y ahora mismo le supone una importante carga económica. De ahí la aceptación de que finalmente se pueda cerrar Garoña, siempre que se extienda el plazo de vida del resto de plantas para exprimirlas al máximo durante las próximas décadas.

El pasado mayo, responsables del grupo ecologista mencionado llevaron, con motivo de una –carísima– Conferencia Internacional sobre Seguridad Nuclear en el Museo del Prado, un gigantesco cuadro, imitación de la Rendición de Breda de Velázquez, donde se ve a Mariano Rajoy postrarse ante el presidente de Iberdrola.

¿Premonitorio de que, superada la actual crisis política, las ayuditas oficiales, el quitar los andrajos de la doncella atómica y revestirla con blancas y virginales gasas para colocarla de nuevo en el mercado, los poderes públicos rehabilitarán a la chica favorita de IBERDOLAR, la Gran Contaminadora?

Nos vienen imágenes de Chernóbil, Fukushima y otros desastres y amagos de desastre sobre los que se ha echado un manto de silencio  y los pelos se erizan como escarpias. Hoy, con un buen montón de millones de dólares volcados en crear o distorsionar realidades se hacen maravillas. Y, si no, ahí está Iberdrola proponiéndose como ejemplo de la limpieza medioambiental.

Y, encima, según la OCU, hacen trampas al explicarte la factura.

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