El vienés Otto Skorzeny tuvo una vida apasionante y digna de mucha mejor causa. Este tiarrón de casi dos metros fue ingeniero, alto mando de las SS, jefe del comando que rescató a Mussolini en 1943, prófugo y «facilitador»de otros prófugos nazis, escolta de Evita Perón, conspirador antisemita y, en sus tiempos libres, granjero en Irlanda y empresario en Madrid. Adoraba a España, a la que consideraba su «segunda patria». Al igual que muchos otros nazis huidos de la desnazificación y acogidos por la dictadura de Franco, tenía profundas razones para ello.

El 21 de marzo de 1958, la prensa española informaba de que Otto Skorzeny había pronunciado una conferencia en el Instituto Nacional de Industria (INI) dedicada al apasionante tema de los Diques flotantes.

Las informaciones del día acompañaron la noticia con la imagen de un hombre de aspecto respetable, bien vestido y con gafas, que, por lo visto, no parecía necesitar de más presentaciones. «Skorzeny habla en el INI”, se leía en el titular del ABC. “Conferencia de Skorzeny en Madrid”, indicaba La Vanguardia (por entonces La Vanguardia Española). El rotativo barcelonés, no obstante, fue un poco más preciso en el pie de la fotonoticia (obra del gran fotógrafo José Demaría Vázquez Campúa): “Otto Skorzeny, el oficial alemán que liberó a Mussolini de su prisión, pronuncia una conferencia en el Instituto Nacional de Industria sobre el tema Diques flotantes”.

 

 

“No soy refugiado político, estoy en España porque me gusta”, declaró Skorzeny en 1970 al periodista de ABC Antonio Alférez. El hombre residía por entonces en Madrid, donde disponía de un despacho próximo a la Puerta del Sol, y vivía “bastante bien”, según sus propias palabras. Tranquilo, falto de remordimientos y con sus 195 centímetros y cien kilos de peso a cuestas, el vienés (que residía en Madrid desde 1951, donde regentaba un negocio de importación y exportación) lamentaba que su nombre todavía figurara en boca de un “periodismo sensacionalista” interesado en rastrear su pasado.

Nazis en la España de Franco

Lo cierto es que pasado no le faltaba precisamente a Otto Skorzeny, nacido en 1908 en Viena y fallecido en el emblemático año de 1975 en Madrid a causa de un cáncer. Como tampoco le faltaba a Johannes E. F Bernhardt, un antiguo general de las SS que había jugado un papel fundamental en la llegada de la ayuda nazi a los sublevados del 18 de julio de 1936 y que fue premiado por el dictador Francisco Franco con la concesión de la nacionalidad española, lo que le permitió dirigir desde nuestro país una empresa llamada Sofindus. 

 

Franco rodeado de varios alemanes, entre ellos Johannes E. F Bernhardt, el segundo por la izquierda

De acuerdo con un informe de 1945 remitido por el Gobierno de Franco a los servicios secretos aliados, recuperado en 1997 por El País en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores, en España llegaron a ocultarse al menos 104 oficiales nazis. Entre los integrantes de la lista (por lo general bastante incompleta) figuran personas que llegaron a ocupar cargos de responsabilidad en España, como Hans Juretshke, quien fue catedrático emérito y director del Departamento Alemán de la Universidad Complutense.

La larga lista de criminales protegidos por el franquismo, investigada por autores como José María Irujo o Carlos Collado (y resumida recientemente por ABC) incluye a personajes tan siniestros como el austríaco Reinhard Spitzy, un capitán de las SS que se refugió en un monasterio de Cantabria antes de huir a Argentina con nombre falso; el belga Léon Degrelle, miembro de las Waffen SS, exiliado en España desde 1945 hasta su muerte en 1994 y cuya extradición a Bélgica fue sistemáticamente rechazada por el régimen de Franco; el cónsul nazi en el País Vasco Friedhelm Burbach, conocido como Rudi el Alemán entre los lugareños del pueblo de Burgos en que se refugió; o el austríaco Josef Hans Lazar, jefe de la propaganda alemana en España durante la Segunda Guerra Mundial, quien evitó su repatriación a través de informes médicos falsos y a quien Franco se negó sistemáticamente a extraditar.

 

Léon Degrelle fografiado en España delante de la Cruz de San Andrés, uno de los emblemas de la ultraderecha española

 

También es el caso de Gerhard Bremer, militar de las SS que se refugió en los años cincuenta en Denia gracias al apoyo de Bernhardt y que prosperó como hotelero en Benidorm; del austríaco Paul Maria Hafner, voluntario de las SS y guardia de los campos de concentración de Buchenwald o Dachau, que residió en Madrid entre los años cincuenta y hasta su muerte en 2010, un negacionista que siempre ha calificado el Holocausto de “propaganda”; o, por citar otro ejemplo, del holandés Hauke Bert Pattist Joustra, un miembro de las Waffen-SS que llegó a España en moto en 1956 y que, después de una breve detención, y a pesar de las solicitudes de extradición, pudo vivir una apacible segunda vida en Asturias y Cantabria hasta su muerte en 2001.  

Cara Cortada

Otto Skorzeny, el ameno especialista en diques flotantes, nació en 1908 en Viena, ciudad natal de Adolf Hitler. A principios de los años treinta, se afilió al partido Nazi de Austria y tras estallar la Segunda Guerra Mundial participó militarmente en el Frente Oriental, concretamente en la invasión alemana de Yugoslavia y la Unión Soviética.

 

Skorzeny en Berlín en 1953

 

En abril de 1943, según la biografía que recoge la BBC, fue nombrado coronel de las fuerzas de élite alemanas (las Waffen-SS), al mando de la unidad Friedentahler. Por aquella época, llegó a ser considerado “el hombre más peligroso de Europa”, una calificación probablemente exagerada en una época como aquella (en la que los peligrosos abundaban y tenían mucho más poder que él), pero que reflejaba la importancia adquirida por Skorzeny como especialista en operaciones especiales a las órdenes directas de Hitler.

Uno de los hitos de su trayectoria, al que hacía mención precisamente La Vanguardia, fue su participación directa en el rescate del dictador italiano Benito Mussolini. El Duce había sido apartado del poder, e inmediatamente detenido, por orden del rey Víctor Manuel III en julio de 1943.

El episodio ocurrió en un momento particularmente delicado para Alemania, tras las derrotas de Stalingrado y el Norte de África, y en plena lucha interna en el Gobierno italiano sobre si debía mantener la alianza con Hitler o rendirse a las fuerzas aliadas. Por ello, el Führer ordenó la puesta en marcha de la Operación Roble para rescatar a Mussolini. Otto Skorzeny, alias Cara Cortada (por la espectacular cicactriz de su cara, recuerdo de un duelo durante su época universitaria), fue designado personalmente por el dictador alemán para comandar la operación.

En septiembre de 1943, tras localizar la ubicación exacta del Duce, Cara Cortada efectuó con sus hombres el asalto con paracaídas al Hotel Emperador (en los Apeninos, norte de Italia) en que se alojaba y logró su liberación sin efectuar un solo disparo. «Duce: el Führer me ha enviado a rescatarlo», dijo Skorzeny. «Yo sabía que mi amigo Adolfo Hitler nunca me abandonaría», respondió Mussolini. El Duce fue trasladado a Viena y el austríaco fue ascendido a comandante. La operación fue de tal “audacia militar” que fue elogiada, en esos mismos términos, por el mismísimo Winston Churchill.

 

Skorzeny junto a Mussolini tras la liberación

 

A Skorzeny todavía lo habremos de encontrar en la batalla de las Ardenas (diciembre de 1944) y en la desconcertante Operación Greif (Grifo, por el animal mitológico), en la cual un grupo de soldados alemanes anglohablantes se hicieron pasar por militares norteamericanos para atravesar las líneas enemigas con el objetivo, supuestamente, de asesinar al general (y posterior presidente) estadounidense Dwight D. Eisenhower.

En mayo de 1945, tras la caída del III Reich y el suicidio de Hitler, Cara Cortada se entregó a los aliados. En 1947 fue procesado en Dachau por crímenes de guerra y, sorprendentemente, fue absuelto por falta de pruebas en su contra. Pese a ello, permaneció en prisión para responder de los cargos presentados por otros países, pero consiguió escapar ese mismo año del campo de concentración donde esperaba el juicio gracias a la ayuda de antiguos compañeros de las SS.

 

Skorzeny en su celda de Nuremberg

 

Ficha policial de Skorzeny durante su procesamiento en Dachau

 

Madrid, Argentina, Egipto…

Después de recibir todo tipo de facilidades por parte del régimen de Franco, Skorzeny se trasladó en 1951 a Madrid, donde instaló su residencia permanente y dirigió una empresa de importación y exportación. Su estancia en España, por supuesto, no le impidió seguir con sus actividades, confesables o no, con la capital de España como centro de operaciones y refugio del que tirar cuando las cosas se complicaban en otros países.

 

Visado español para Skorzeny bajo nombre falso fechado en 1950

 

De hecho, por esas mismas fechas empezó a sospecharse que utilizaba sus actividades comerciales españolas como tapadera para ayudar a escapar a antiguos criminales de guerra nazis hacia Argentina. Lo cierto es que Skorzeny efectuó numerosos viajes a este país sudamericano e incluso llegó a ejercer de escolta de Evita, la esposa del presidente Juan Domingo Perón, con la que supuestamente, según las malas lenguas, llegó a mantener relaciones más allá de las meramente profesionales.

Asimismo, a lo largo de los años cincuenta y sesenta, Skorzeny (cuyo archivo personal, con más de 3.000 documentos, fue puesto a la venta en Estados Unidos por su arruinada viuda en 2012) ejerció de asesor militar del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, entrenando en tácticas guerrilleras tanto a las fuerzas armadas del país como a refugiados palestinos, entre ellos el mismísimo Yasir Arafat.

Irlanda…

Uno de los capítulos más extraños de nuestro personaje tuvo por escenario Irlanda. En junio de 1957, cuando aún residía en Madrid, se trasladó a Dublín por invitación del Portmanock Country Club. En la capital irlandesa, el antiguo coronel de las SS fue honrado con una fastuosa recepción de gala a la que asistieron parlamentarios, empresarios, personalidades e incluso el futuro primer ministro Charles Haughey.

Abrumado por tales atenciones, Skorzeny adquirió Martinstown House, una extensa granja del condado de Kildare, tal como declaró a la BBC Kim Bielenberg, un periodista residente en Dublín cuyo abuelo, Fritz von der Schlenburg, había sido torturado por el propio Otto Skorzeny a causa de su implicación en un atentado contra Hitler. Ciertamente, su más que oscuro pasado no impidió que el austríaco recibiera incluso un visado temporal de residencia en Irlanda, que le fue concedido a condición de que no se trasladara al Reino Unido.

 

 

La desconcertante buena acogida dispensada en Irlanda al antiguo oficial nazi, que se podría explicar a juicio de Bielenberg por la histeria nacionalista que reinaba en el país (“el enemigo de mi enemigo es mi amigo”), se empezó a venir abajo en 1959, cuando empezaron a llegar las informaciones sobre la posible implicación de Skorzeny en “actividades antisemitas” aún mucho después del final de la Guerra Mundial, tal como denunció el exministro de Sanidad Noel Brown durante una sesión del Parlamento. “De ser así, no se le debe permitir que utilice Irlanda con ese propósito”.

Aparte, la prensa acusó en 1960 al austríaco de haber utilizado su granja irlandesa para refugiar a sus camaradas nazis procedentes de España. Skorzeny lo negó todo cada vez que se lo preguntó la prensa irlandesa y la justicia nunca pudo confirmar estas acusaciones, pero Cara Cortada finalmente se quedó sin su anhelado visado permanente y se vio obligado a irse de Irlanda.

 

 

… y de nuevo España, su «segunda patria»

El destino final de tan atareada vida, cómo no, fue su querido piso de la Avenida de José Antonio (actual Gran Vía) en Madrid, en el que residió, tranquilamente y sin que nadie le molestara, a pesar de que existen documentos que lo mencionan, durante esos años, como el jefe de Odessa, una red integrada por antiguos miembros de las SS encargada de facilitar la evacuación de nazis a América Latina.

 

Pasaporte especial de Skorzeny en España, fechado en 1951 y donde figura «sin nacionalidad»

 

Otto Skorzeny en Madrid en 1958, fotografiado por Campúa

 

 

«España es mi segunda patria y aquí terminaré mi vida”, declaró en la citada entrevista al ABC. Y así fue. Otto Skorzeny murió de cáncer en 1975, al igual que su gran protector, y fue enterrado en un ataúd envuelto con los colores de la bandera nacional-socialista.

 

Imágenes | Bundesarchiv, Bild / Toni Schneiders / CC Bundesarchiv, Bild CC Wikipedia http://campuafotografo.es/ La Vanguardia www.mve2gm.es

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