En tiempos de creciente violencia y polarización, es elemental abordar estas problemáticas sin ambigüedades ni concesiones. La defensa de la democracia y la igualdad de derechos no puede quedar comprometida por intereses políticos o partidistas. La integridad de nuestros principios democráticos exige una postura firme y decidida frente a cualquier forma de violencia y discriminación.
La necesidad de solidaridad y empatía
La sociedad está actualmente saturada de envidia, odio y desinformación. Las amenazas, insultos y el acoso se han vuelto demasiado comunes, fomentando un clima de agresividad y división. Aquellos que proclaman defender valores cristianos y éticos, a menudo demuestran una profunda hipocresía y prepotencia. La derecha, apoyada por ciertos medios de comunicación tradicionales y emergentes, carece de un verdadero entendimiento de solidaridad y empatía. Estos valores fundamentales, esenciales para una convivencia pacífica y justa, son frecuentemente ignorados o manipulados.
La democracia como proceso continuo
La falta de solidaridad y empatía en el discurso público es alarmante. La cultura del odio y la desinformación no solo socava el tejido social, sino que también amenaza los pilares mismos de la democracia. En lugar de contribuir de manera constructiva al debate público, ciertos sectores se dedican a sembrar discordia y fomentar la ignorancia. Esta tendencia hacia la incultura y la ausencia de aportaciones significativas es un obstáculo grave para el progreso y la cohesión social.
La democracia no es un estado dado, sino un proceso continuo que requiere defensa y fortalecimiento diarios. Vivir en democracia implica mucho más que un simple sistema de gobierno; es un compromiso con la igualdad, la justicia y el respeto mutuo. Permitir que se erosionen estos valores fundamentales, bajo la ilusión de que no hay diferencia entre una democracia y un régimen autoritario, es un grave error. La historia nos ha enseñado que la complacencia ante las amenazas autoritarias puede llevar a la pérdida de libertades y derechos que se daban por garantizados.
Más y mejor democracia
La única respuesta viable a la creciente marea de violencia, odio y desinformación es profundizar y fortalecer la democracia. Esto implica no sólo la participación activa en los procesos democráticos, sino también el fomento de una cultura de diálogo, respeto y cooperación. Las instituciones democráticas deben ser robustas y transparentes, y la ciudadanía debe estar educada y comprometida con los valores democráticos.
Promover una democracia más inclusiva y participativa es esencial para contrarrestar las tendencias autoritarias. Esto significa garantizar que todas las voces, especialmente las de los más vulnerables y marginados, sean escuchadas y consideradas. La educación en valores democráticos y cívicos es fundamental para crear una ciudadanía informada y crítica, capaz de resistir la manipulación y el engaño.
Ante la violencia y la intolerancia, no podemos permitirnos disimulos ni tibiezas. La defensa de la democracia y la igualdad de derechos debe ser firme y decidida. Sólo a través de más y mejor democracia podemos asegurar un futuro de justicia, libertad y dignidad para todos. La solidaridad y la empatía deben guiar nuestras acciones y discursos, reconstruyendo así un espacio público basado en el respeto y la colaboración.