Con las luces de la historia casi apagadas, una de las grandes figuras políticas del siglo XX ha muerto. Fidel Castro ha fallecido a los 90 años sin dejar un legado muy claro y, para sus seguidores, un futuro algo incierto.

Durante los próximos días se examinará la figura de Castro al detalle. Saldrán del armario los perros del averno, cargados con el revanchismo -argumentado- contra un líder sin término medio. Habrá quien tache su revolución de dictatorial y contra la gente, con razón; también habrá loas de inspiración sobre un cambio en Cuba, quizá con menos razón. Pero está claro que no dejará indiferente a nadie.

Santiago de Cuba, La Habana, Birán, Sierra Maestra. Cualquiera de estos lugares reúne atributos para convertirse en la última morada del máximo líder de la Revolución cubana, cuya despedida se convertirá en el primer funeral de Estado que viva la isla desde su independencia en 1898.

El presidente Raúl Castro comunicó en una alocución trasmitida por la televisión estatal al filo de la medianoche del viernes que los restos de su hermano Fidel Castro serán cremados. Además, en las primeras horas de este sábado, la Comisión Organizadora de los funerales ofrecerá una información detallada sobre el homenaje póstumo que se le tributará al fundador de la revolución cubana.

Por su enorme capacidad, céntrica ubicación y simbolismo, la Plaza de la Revolución de La Habana, escenario de muchos discursos y actos encabezados por Fidel Castro y donde el prócer nacional José Martí tiene su mayor monumento en la isla, parece a priori un lugar propicio para el acto central del último adiós al cubano más relevante del siglo XX.

Cuestión aparte es el lugar donde reposarán sus restos: además de la capital cubana, una opción podría ser el cementerio de Santa Efigenia, en Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país y donde Fidel, en 1953, abrió las hostilidades contra el dictador Fulgencio Batista al intentar asaltar el Cuartel del Moncada, considerado el inicio de la revolución.

Un referente con altibajos en Latam

Ahora es turno del análisis. Los «sí, pero no». El examen a una figura que no deja indiferente. Fidel Castro llegó a ser un referente regional, no solo para la izquierda, aunque sus relaciones con los otros países latinoamericanos atravesaron diferentes fases y altibajos.

Castro tuvo problemas con muchos Gobiernos latinoamericanos por el apoyo que prestó a grupos armados que buscaban implantar la revolución en sus países y por su enfrentamiento con Estados Unidos, que en la segunda mitad del siglo XX tenía mucha mayor influencia y poder en la región que ahora.

Con el cambio de milenio y en una América Latina más democrática que nunca, surgieron gobiernos que se declaran herederos de la Revolución cubana de 1959, como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, y otros afines, como los de Argentina, Brasil y Uruguay.

La profundización de la integración latinoamericana promovida por esos gobiernos y plasmada en foros regionales como Unasur o Celac, puso definitivamente a Cuba en el mapa regional en detrimento de Estados Unidos.

¿Y su relación con Europa?

La Unión Europea (UE) y Cuba han encarrilado la normalización de sus relaciones políticas con un nuevo acuerdo tras años de enfrentamientos e intentos fallidos de superar sus diferencias en cuestiones como el respeto a los derechos humanos y la evolución democrática del régimen de los Castro.

Tras casi dos décadas de relaciones prácticamente bloqueadas, ambas partes concluyeron el pasado marzo un acuerdo, aún pendiente de ser firmado, que busca reiniciar una relación bilateral hasta ahora plagada de desencuentros.

Lo han hecho en un momento en que Cuba está inmersa en un plan de reformas que persigue modernizar el sistema económico de uno de los pocos países del mundo que aún vive bajo un régimen comunista.

Por el momento, Cuba es el único país de América Latina y el Caribe sin un acuerdo contractual con la Unión, que solo otorga ayuda a la cooperación para apoyar a la población.

Para la UE, esta nueva etapa ha permitido avanzar hacia un acuerdo «sólido, ambicioso y constructivo», en palabras del director general para América del Servicio Europeo de Acción Exterior, Christian Leffler, al término de esa ronda.

Imagen | ‘El Nacional

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