A medida que se aproximan las elecciones europeas, el panorama político español se ve sacudido por maniobras estratégicas que buscan reformular la imagen del Partido Popular (PP). Con Alberto Núñez Feijóo, el PP intenta presentarse como una formación de derecha comparable a otras fuerzas conservadoras europeas. Sin embargo, la realidad detrás de esta fachada es profundamente contradictoria, evidenciando una alineación cada vez más estrecha con VOX, tanto en políticas como en discurso.

En los recientes comicios en Cataluña, Feijóo enfocó su retórica en temas que resuenan con las narrativas de la ultraderecha, como la inmigración y los okupas, distanciándose notablemente de cualquier postura centrada y moderada. Esta estrategia refleja no solo una adopción de las temáticas de VOX, sino una fusión de identidades políticas que el PP parece estar más que dispuesto a aceptar en su búsqueda de poder.

Leyes de desmemoria

Esta convergencia ideológica ha llevado a decisiones polémicas y potencialmente regresivas, como la propuesta de las llamadas leyes de desmemoria. Estas legislaciones, que revisan críticamente el periodo de la dictadura franquista y buscan equilibrar la narrativa entre víctimas y verdugos, han provocado una alarma internacional. Los relatores de la ONU han advertido que estos textos vulneran los derechos humanos y representan un peligroso retroceso histórico. Sin embargo, consciente de las consecuencias electorales, el PP ha optado por aplazar cualquier avance en estas leyes hasta después de las elecciones europeas, en un claro intento de esquivar el rechazo electoral que podría derivarse de tales políticas.

Coalición con Vox en Sevilla

Otro aspecto controvertido de la estrategia del PP es su aparente disposición a formar coaliciones gubernamentales con VOX, como se ha insinuado en Sevilla. Aunque públicamente se pospone cualquier confirmación hasta después de las elecciones, en los círculos políticos es un secreto a voces que un pacto está efectivamente en marcha. Esta maniobra evidencia una disposición del PP a sacrificar principios democráticos fundamentales en aras de asegurar el poder, incluso si ello implica dar entrada al gobierno a un partido de ultraderecha.

El manejo de la situación cultural en Madrid, como la eliminación de los nombres de figuras emblemáticas como Paco Rabal y Asunción Balaguer del callejero, es otro indicio de la dirección cada vez más radicalizada del PP. Estas acciones no solo son un ataque a la cultura española, sino que también reflejan una perspectiva política que busca reescribir el pasado a su conveniencia. Muestra de la operación maquillaje que están llevando a cabo los de Feijóo de cara a las elecciones europeas, es cómo Ayuso hizo recular al alcalde respecto a alcalde de Alpedrete.

En última instancia, el Partido Popular de Feijóo se enfrenta a un dilema crítico: continuar con un discurso que alinea cada vez más con posiciones extremas para asegurar bases electorales, o tomar un camino que respete los valores democráticos y los derechos humanos. Con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, el PP debe decidir si persistirá en una estrategia de maquillaje político o enfrentará las consecuencias de sus verdaderas políticas. La respuesta a esta pregunta no solo determinará su futuro inmediato, sino también el de la política española en un contexto europeo y global.

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