Más allá de la evidente crisis climática y sus consecuencias, existen en nuestro planeta impactos que sacuden a los ecosistemas y que a menudo pasan desapercibidos a la vista de los mortales. Es el caso de los denominados contaminantes emergentes cuya presencia en el medio ambiente no es nueva, pero sí la preocupación creciente por sus efectos. Entre estos compuestos de origen químico, los medicamentos suscitan especial desasosiego para organismos internacionales como la OMS, la Comisión Europea o la Agencia para la Protección del Medio Ambiente. Tras los numerosos beneficios de los fármacos humanos y veterinarios se esconde cierto desconocimiento social de sus efectos cuando penetran en el agua, el suelo, el aire y en el conjunto de organismos vivos. 

Primeras evidencias científicas

Hay que remontarse a la década de los 70, cuando la comunidad científica comenzó a detectar estos contaminantes. Desde antibióticos, analgésicos y antiinflamatorios a antidepresivos, ansiolíticos o estrógenos anticonceptivos, por citar algunos ejemplos. Una bomba química que se genera cuando los medicamentos son excretados a través de la orina. De un 30% a un 90% de una dosis de medicamento administrado vía oral se expulsa en la orina de animales y personas. Otros vertidos proceden de la industria, de la actividad ganadera o de hospitales. Lavabos e inodoros son la salida de estos contaminantes al medio ambiente. 

Por otra parte, hace tiempo que las autoridades sanitarias alertan de los riesgos del consumo inapropiado de fármacos, hecho que podría contribuir al incremento de los niveles de contaminación.

Hasta los años setenta se detectaron los primeros contaminantes emergentes © SIGRE

Efectos en el medio ambiente y en humanos

Cuando un medicamento llega al mar, a un río o a las aguas subterráneas sufre cambios. En el caso de los productos liposolubles su impacto provoca la acumulación de tejido adiposo en animales y puede alcanzar la cadena trófica. Incluso persistir tras el tratamiento de las aguas residuales.

Desde las primeras investigaciones en torno a los contaminantes emergentes, sus efectos se han dejado notar en numerosas ocasiones. Historias que solemos conocer a través de alguna noticia científica curiosa que escuchamos en la radio, vemos en el informativo de cualquier televisión o leemos en la prensa e Internet. 

El envenenamiento con diclofenaco casi extingue a tres especies de buitres en India. Los estrógenos feminizan a los peces machos. La presencia de Prozac, fluoxetina, provoca cambios de comportamiento en la fauna marina, menos agresividad frente a depredadores y una rara atracción hacia la luz. 

En cambio, en humanos, agua y alimentos contienen normalmente tan bajos niveles de residuos que no son considerados peligrosos para la salud.

Punto SIGRE de reciclado de fármacos © SIGRE

Entidades de gestión tuteladas

Pero, ¿qué se puede hacer frente al problema? El compromiso de la industria con la economía circular va consiguiendo, paulatinamente, unir los esfuerzos individuales y colectivos. De esta manera, iniciativas como Punto SIGRE, una entidad sin ánimo de lucro que garantiza la correcta gestión medioambiental de los envases y restos de medicamentos que se generan en los hogares, están contribuyendo a una mayor sensibilización ciudadana. Desde 2001 trabajan por construir un modelo eficaz y eficiente, como resultado de la alianza entre la industria farmacéutica, las farmacias y las distribuidoras. Una actividad supervisada y tutelada por las autoridades ambientales a través de las Consejerías de Medio Ambiente de las distintas Comunidades y Ciudades Autónomas.

En estos años se han adherido a su proyecto 336 laboratorios, 21.958 farmacias colaboradoras y 143 almacenes de distribución. Como resultado de estas medidas se ha podido saber que los españoles recogemos por habitante y año 91,92 gr. de envases y restos de medicamentos, lo que ha dado como resultado que la tasa de los materiales de envases depositados en los Puntos SIGRE ascienda al 59,16%. 

En la UE están autorizados cerca de 3.000 principios activos © SIGRE

Reciclar, un gesto sencillo

Basta echar un vistazo al botiquín y comprobar si hay medicamentos caducados o que no vayamos a utilizar más, incluso envases vacíos de medicamentos. La mejor opción es depositarlos en el Punto SIGRE de la farmacia más cercana. 

Con ello se evita que los restos de medicamentos lleguen al medio ambiente protegiendo a la fauna y flora. También se facilita el reciclado de los materiales que componen los envases como el cartón, el vidrio o el plástico, reduciendo la tala de más árboles. 

La generación de energía eléctrica mediante la valorización energética de los restos de medicamentos es otra aliada en esta tarea que ayuda a reducir el consumo de combustibles fósiles y ahorrar cada año la emisión de 1.400 toneladas de CO2 a la atmósfera.

Desde el punto de vista sanitario se evita la acumulación de medicamentos en el botiquín doméstico. De esta manera, disminuye el riesgo derivado de la automedicación inadecuada, así como del uso de medicamentos caducados o en mal estado. Y al tiempo, se fomentan hábitos sanitarios saludables, como el cumplimiento de los tratamientos prescritos por los profesionales sanitarios o la revisión periódica del botiquín. 

A la colaboración ciudadana se suma ahora la necesidad de una mayor regulación, en especial en lo que a vertidos de fabricantes se refiere. De este modo el reciclado de medicamentos se afianzará como un hábito medioambiental muy extendido hoy en los hogares españoles. 

En la actualidad, en la UE están autorizados alrededor de 3.000 principios activos. Europa es el segundo mayor consumidor de medicamentos de uso humano, 24% del total, por detrás de EE.UU. con el 55%.

La búsqueda de nuevos tamaños para los envases es una de las asignaturas pendientes © SIGRE

Un futuro esperanzador

A pesar de todos los esfuerzos realizados, el futuro aún está por escribir respecto a la racionalización en el uso de los antibióticos y otros fármacos, además de reducirse las dosis comercializadas para evitar sobrantes. Asimismo, se requerirá consolidar los sistemas de evaluación de los riesgos medioambientales. Aspectos a los que hay que añadir la necesidad de más programas de formación para el personal facultativo, prospeccionar nuevos tamaños para los envases y poner en valor el papel de los farmacéuticos en la recogida de medicamentos no utilizados. Por estas razones las campañas de información pública pueden desempeñar un gran papel en la carrera por conseguir ecosistemas más saludables y libres de medicamentos. Y todo ello tendrá que suceder con el apoyo de las administraciones públicas, en esta era pos-COVID-19, cuyos efectos sobre el medio ambiente la comunidad científica incorporará -a las evidencias ya existentes- de la presencia de contaminantes emergentes en los ecosistemas del planeta.  

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