Europa, la Europa del euro, es un proyecto económico que corre hacia una meta política pero va tropezando con urnas y enredándose en parlamentos nacionales. Una estructura que quiere ser férrea en sus planteamientos y toma decisiones que afectan a millones de personas mientras vive atemorizada tanto con las consecuencias de la democracia como con que se le note cuánto le asustan. Y se le nota. Mucho. Según Joaquín Almunia, o vuelve a inyectarse democracia en vena o su futuro está en riesgo.

«Nadie en su sano juicio político puede decidir yo quiero dar marcha atrás en el euro pero la situación es insostenible. (…) Hay decisiones que ya no se pueden tomar a nivel nacional. Cada vez que alguien lo intenta se da con un muro, hay que tomarlas en Europa pero hacerlo de forma democrática. Hay que reforzar las instituciones, reforzar el Parlamento Europeo y sus vínculos» con el resto (de instituciones comunitarias), defendió Joaquín Almunia, ex vicepresidente de la Comisión Europea, en la jornada-debate sobre «Grecia y el futuro del euro» que organizó el Real Instituto Elcano en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 

El título no podía ser más elocuente. Grecia es y ha sido muchas cosas desde su entrada en el euro que detalló sin piedad Almunia, pero también es el caso que ha llevado a la encrucijada de preguntarse qué se hace con las estructuras democráticas actuales, que están creadas a nivel nacional. El propio ex comisario de Competencia fue sembrando su discurso de ejemplos de cuánto se complica todo cuando entran en juego esas estructuras pero también qué ocurre cuando se las da de lado. «La vigilancia en manos de las instituciones (traducción: la troika) fue un error», reconoció Almunia sin sonrojo ante el nutrido público que había acudido a escuchar hablar de economía, política y un país llamado Grecia un viernes a las doce del mediodía de un 10 de julio con un tsunami de calor tostando España. La tecnocracia puesta en cuestión porque dejó de lado la política. «Ahora los políticos hablan, dialogan, negocian» pero todo ello se produce después de años en que se firmaron medidas a nivel técnico que «Grecia sabía que no iba a cumplir y por ahí es por donde se ha ido perdiendo la confianza». 

Para Almunia, la nación helena se ha ganado esa desconfianza a pulso. «Si miramos los últimos diez años» de la historia del euro «Grecia aparece como un caso único. No hay ningún país comparable desde el inicio de la Unión Política y Monetaria. Cualquier otro país puede mostrar que ha hecho muchas más reformas, que ha tomado muchas más iniciativas. No se trata solo de manipulación estadística, que la hubo, ni de deuda externa, que también tenía Italia aunque es cierto que los italianos podían financiarla de forma bastante holgada con su ahorro interno. Comparado con lo que hemos hecho los demás países y lo que no hizo Grecia, la distancia es abismal. Y a eso se añaden privilegios, corrupción, corporativismo…» La culpa no es huérfana, al contrario, desciende de una familia numerosa. «Quién más, quién menos miró para otro lado», comentó Almunia. Desde luego es «responsabilidad de los griegos, y no de un partido, de los dos que se han alternado en el Gobierno, Nueva Democracia y el Pasok».

Y llega Syriza. El ejemplo de lo que Almunia había calificado previamente como ese intento de tomar decisiones a nivel nacional que se da de bruces con una nula capacidad de maniobra. «Syriza tenía un programa inviable más basado en líneas rojas ideológicas que en un análisis de la situación», dijo el Almunia más tecnócrata de la jornada. Han sido además «torpes en la negociación y se ha degradado mucho más la confianza». En este punto del discurso, el ex comisario tuvo que pasar de puntillas para no meterse en el mismo jardín en el que había descrito que está Europa: criticar un instrumento democrático dejando claro que no se cuestiona la democracia. «La guinda (de la actitud de Syriza) fue la convocatoria de un referéndum. No por la convocatoria en sí», aclaró, «sino por la pregunta y el momento elegido, a cuatro días de que venciese el rescate, con un impago al Fondo Monetario Internacional (FMI) que impide al FMI prestar de nuevo a Grecia hasta que no le paguen lo que le deben». 

Salió ‘No’ y, sin embargo, ahora sobre la mesa del Mecanismo de Estabilidad Europea (Mede) está una petición de rescate en la que Grecia acepta, a cambio del dinero que la devuelva a la vida, condiciones más duras de las que le pedían antes del referéndum. A eso ha conducido el reto. En el mundo actual es posible asfixiar a un país en cuestión de días, especialmente a un país que ya vivía en una situación tan delicada como la de Grecia. Ahora, si se dan hasta el domingo los pasos necesarios para aprobar un tercer rescate de Grecia, «habría que encontrar primero una solución puente para recapitalizar sus bancos, que están en una situación insostenible, y ver cómo financiar los 3.500 millones de euros que Grecia le tiene que pagar al BCE el 20 de julio. A continuación, habrá que negociar el rescate». 

Democracias que sí tienen derecho a decir a Grecia que salga del euro

Incluso si se llega a ese punto, no crean que está todo salvado. La democracia acecha. «Hay parlamentos de Estados, entre ellos el mayor Estado de Europa (Alemania), que tienen que dar una respuesta positiva para negociar», dijo Almunia. «Si dicen ‘No’ se abre un proceso diferente al que hemos conocido hasta ahora porque conduciría por desgracia a la salida de Grecia del euro». 

Si se salva la situación hay que evitar seguir en esta mecánica. ¿Cómo? «La zona euro no está acabada en su arquitectura. La crisis griega ha demostrado que faltan muchos instrumentos. Hay que avanzar en la unión económica y financiera» pero además «hace falta mucha más decisión, coraje y voluntad para compartir la soberanía. Coraje para decir a la opinión pública que eso es lo que se va a hacer, tener instituciones comunes, tomar decisiones comunes. Si no, va a sufrir Europa y van a sufrir las democracias nacionales». 

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