John Oliver, que satiriza la actualidad en su programa ‘Last Week Tonight’, profundizó hace unas semanas en un asunto especialmente oscuro del deporte profesional estadounidense: las millonarias subvenciones a los aún más millonarios propietarios de equipos.

¿Es la información demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas? El humor, algo tan serio, también puede echar una mano para interpretar la actualidad. En el caso de John Oliver, él no pretende abarcar el espacio de los reporteros; aunque compartan materia prima, tiene claro que su territorio es la comedia. Sin el corsé del informador, este británico casado con una veterana de la guerra de Irak protagoniza uno de los últimos éxitos de la televisión en Estados Unidos. Conocido antes por sus apariciones en ‘The Daily Show’ de Jon Stewart y la serie ‘Community’, presenta desde hace un año ‘Last Week Tonight’, un programa breve (no llega a media hora) y de formato sencillo pero muy trabajado que se emite cada domingo por la noche en la HBO.

Histriónico y deslenguado, Oliver repasa la actualidad desde su mesa con apoyo de grafismo, vídeos y un arsenal de recursos para la sátira. Subraya situaciones absurdas, detalles grotescos, que, sin embargo, enfocan demasiado bien la realidad. Suele empezar bromeando con algunas noticias recientes antes de dar paso a un monográfico que lo mismo puede abordar la neutralidad de la red, la salud mental o la moda. También suele fijarse en el deporte. En vísperas del Mundial de Brasil 2014 dedicó un programa al clientelismo de la FIFA; una especie de ‘FIFA para dummies’ para un país en el que, en sus propias palabras, el fútbol sólo interesa de verdad a las niñas de diez años. Oliver habló de los privilegios legales y fiscales que los países organizadores reservan a la FIFA, de las miles de muertes que dejará la construcción de los escenarios de Qatar 2022, de las numerosas sombras de Sepp Blatter y sus discípulos… El tema funcionó bien, ya que ronda los 12 millones de reproducciones en YouTube (HBO sube el bloque central del programa) y tuvo una continuación un año más tarde, cuando varios miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA fueron detenidos en Suiza.

Hace unas semanas, Oliver dedicó su show a los estadios del deporte profesional en Estados Unidos. Por sorprendente que parezca en un sistema consagrado a la iniciativa privada, casi todas las instalaciones se financian con dinero público. ¿Quién es el dummy ahora? Desde los años noventa, el 90% de los estadios han sido renovados y sólo en la primera década de siglo XXI los contribuyentes han aportado 12.000 millones para dotar de un hogar a franquicias rentables cuyos dueños multimillonarios que no devuelven un solo dólar pero amenazan con irse si no les subvencionan. Oliver cuenta que en los últimos 20 años casi la mitad de las 32 franquicias de la NFL ha especulado con mudarse a Los Angeles. El listón más bajo lo colocó Minnesota Twins en 1997, cuando publicó un anuncio en la prensa en el que se podía ver a uno de sus jugadores visitando un hospital: «Si los Twins abandonan Minnesota, este niño de 8 años sometido a quimioterapia nunca recibirá la visita de Marty Cordova», uno de sus jugadores exteriores. Por si fuera poco, se trataba de un niño que ya había fallecido.

Oliver cuestiona con argumentos eso tan extendido de que los estadios revitalizan las zonas aledañas y creen tanta riqueza y empleo como suele predicarse. Los propietarios de los equipos se benefician de bonos municipales libres de impuestos, destinados en teoría a financiar obras en las que la actividad privada no está interesada. En lugar de carreteras o escuelas, se levantan edificios que parecen “diseñados por un Willy Wonka cocainómano”.

Un acuario en el estadio

El reportaje de ‘Last Week Tonight’ es demoledor y cada ejemplo supera al anterior. Los contribuyentes aportaron 500 millones de dólares a la construcción de Marlins Park, el hogar de los Miami Marlins de béisbol. La franquicia alegó insolvencia para pedir la subvención, pero al mismo tiempo se negó a mostrar sus cuentas con un poderoso argumento: «En la historia de la liga de béisbol los libros siempre han sido privados. Es así», dijo sin pestañear presidente, Davis Samson. Se calcula que, en los dos últimos años, los Marlins han generado ingresos por valor de 100 millones de dólares, pero recibió los 500 millones igualmente. Inaugurado en 2012, Marlins Park no es conocido precisamente por su austeridad, sino por el espectacular acuario que rodea el recinto.

Hace dos años, Detroit aprobó destinar 280 millones a los Redwings sólo seis días después de que la ciudad entrara en bancarrota. Se calcula que la fortuna del propietario del equipo, Mike Ilitch, asciende a 5.000 millones. La ciudad de Hamilton (Ohio) aportó 50 millones al estadio Paul Brown, casa de los Cincinnati Bengals, a pesar de haber tenido que vender un hospital y recortar 1.700 empleos. Lo más increíble es que los Bengals se aseguraron por contrato que, si otro estadio en una lista de 14 introduce determinadas mejoras, las autoridades deben pagárselas también a ellos. Una cláusula contempla incluso que, si alguien inventa una máquina de repeticiones holográficas, ellos deben tener también una. Todo esto parecen gags escritos por los guionistas de John Oliver, pero no. A fin de cuentas, Oliver sí aprecia una similitud entre cómicos y periodistas: “Debería haber un silencio incómodo cada vez que un periodista entra en una habitación con políticos; porque lo suyo es haberles molestado antes”.

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