Esta semana, y debido sin duda a que siguen saliendo de la topera muchos casos de corrupción, oí a alguien sentenciar: “Es que vivimos en los tiempos de Al Capone , necesitamos un Eliot Ness”. Un bombilla de bajo consumo [la crisis, ya sabes] se me encendió en la cabeza.

¿Eliot Ness podría ser uno de nuestros secundarios? De primeras lo descarté porque su nombre es una leyenda; casi medio siglo después de su muerte sigue siendo un referente moral para los tiempos de corrupción [para todos los tiempos básicamente]. ¿Pero qué pasó con Eliot Ness después de encarcelar a Al Capone? Añado: ¿De verdad fue él el que atrapó a Al Capone? Y ahí descubrí a nuestro secundario de la semana.

ELIOT NESS (1903-1957) nació en la ciudad de Chicago, fue el más joven de los cinco hijos de unos inmigrantes noruegos, panaderos para más señas. A pesar de sus origen humilde se esforzó para estudiar derecho y luego criminología para más tarde ingresar en el Departamento del Tesoro con 25 años [siempre que oigo lo de tesoro, pienso en piratas, no sé por qué]. Y en este punto más o menos es cuando empieza lo que sabemos de él a través de las películas y de la ficción. El nuevo presidente americano, Herbert Hoover decidió acabar con la mafia, o por lo menos con tipos como Al Capone, y encargó un equipo especial para perseguirle. Se le cercó por evasión de impuestos y por tráfico de bebidas alcohólicas durante la Ley Seca [parece mentira pero no ha pasado ni un siglo desde que en un país como Estados Unidos estaba prohibido beber cerveza]. En esta segunda parte entraba Eliot Ness y un reducido grupo de agentes insobornables. Al principio fueron cincuenta, luego quince y acabaron siendo nueve, el resto caía en las manos de pistoleros o de sobres con dinero [¿He dicho sobres?]. Los periódicos de entonces decidieron bautizarlos como Los Intocables [algo así como llamar a Míchel, Butragueño y compañía “la Quinta del Buitre”. La prensa, siempre tan acertada a la hora de renombrar la realidad].

Pues ahora te tengo que contar que mucho de lo que creías es falso. Eliot Ness también te engañó. O quizá no fue él en primera persona y sí los periódicos y las masas con sus ganas de encontrar a un héroe en tiempos difíciles. Como sabrás seguro, Al Capone fue a prisión por evasión de impuestos cuando en realidad el grupo de Ness perseguía el tráfico de alcohol. El hombre que de verdad enchironó a Capone por no usar el programa PADRE de la época fue Frank J. Wilson. Lo que sí es cierto, y también muy serio, es que todos los que iban detrás del mafioso se jugaron su pellejo y a veces el de su familia y amigos.

¿Pero qué pasó con el gran héroe Eliot Ness después de que Al Capone fuera encarcelado? Pues Capone entró en prisión en 1932 y la Ley Seca fue abolida en 1935 [sigo flipando con el dato], algo que tuvo que ser duro para un perseguidor de tráfico de alcohol. Pues nuestro secundario de la semana abandonó Chicago porque fue ascendido a Director de Seguridad Pública en Cleveland, Ohio [pronúncialo como quieras]. Siguió combatiendo la corrupción de policías y bomberos [bomberos corruptos, sin declarar la venta de calendarios calentorros, supongo], pero allí sí que de verdad se encontró con su auténtico villano, su Némesis.

Justicia en los tiempos de la Ley Seca

Y es que el gran héroe que acabó con el todopoderoso Capone se cruzó, atención, con el primer gran asesino en serie de los Estados Unidos. ¿No parece un argumento de un cómic? El bien contra el mal, el héroe contra el villano. Sí, habría sido una gran película. De hecho creo que hay un guión escrito y perdido en algún cajón de Hollywood. Pero como la realidad suele ser tozuda cuando se aleja de la ficción el caso del Asesino de los Torsos, también conocido como el Carnicero Loco de Kingsbury Run, quedó sin resolver [en este caso la prensa acertó con lo de llamarle carnicero loco. Desmembraba a sus víctimas y se encontraban sólo los troncos y algún resto más]. Eliot Ness no se implicó demasiado en este desagradable asunto y aquellos doce asesinatos deslucieron su estancia en Cleveland [normal].

Ya entonces se hizo aficionado a visitar los bares que años atrás perseguía. Bebía y contaba sus historias policiales y luego volvía a beber. A la gente le encantaba escuchar aquellas historias de mafiosos y tugurios ilegales. Tras un accidente de coche, probablemente por conducir bebido aunque nunca se confirmó, Ness tuvo que dimitir y abandonó Cleveland. Su vida personal contaba ya el tercer matrimonio y le contrataban más por su nombre que por su talento investigador. Acabó en una empresa de papel timbrado en un pueblecito llamado Caudersport, en Pensilvania [otro ejemplo más de que Messi necesita a Cristiano y Cristiano a un Messi para definirse a sí mismos. Si desaparece el contrario también desaparece algo uno mismo].

Como sus historias policíacas, en buena medida exageradas, habían gustado tanto, decidió escribirlas. Colaboró con Oscar Fraley para publicar el libro “Los Intocables” que con una base real, estaba lleno de invenciones para atraer al mayor número de público. Pero Eliot Ness murió de un ataque al corazón un mes antes de que se publicara nada. Tenía 54 años y la bebida, que tanto persiguió, le había empeorado y acortado la vida. Cobra más sentido esa frase que lanza el propio Ness (Kevin Costner) al final de la película “Los Intocables” (1987) de Brian de Palma. Acaban de condenar a Capone y un periodista aborda a Ness en la calle: “Dicen que van a levantar la prohibición, ¿qué hará entonces?”. Ness, se para, sonríe y antes de perderse entre la muchedumbre de Chicago dice: “Me tomaré una copa”.

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