El mundo de la caza y el turismo relacionado con las actividades cinegéticas mueven grandes cantidades de dinero en todo el mundo, como ha demostrado el reciente caso de la expedición en la que el dentista Walter Palmer de Minnesota abatió al león Cecil. En España, los más de 800.000 cazadores que hay se dejan unos buenos pellizcos para poder practicar su “hobby”.

Palmer ha asesinado a un símbolo nacional para Zimbabue, al león Cecil, un ejemplar que vivía en un parque nacional del país africano y cuya muerte ha supuesto un gran trauma para la opinión pública mundial, un shock para la conciencia global, que se encuentra ahora mismo sin muchos enredos ni sobresaltos que alteren el sesteo informativo propio de la canícula.

El dentista Walter Palmer, de Minnesota, pagó 50.000 dólares por abatir al león Cecil

Este dentista de 55 años residente en Minnesota, estado de los grandes lagos en EEUU, habría dado pasaporte al felino después de haberlo atraído lejos de los límites de la reserva natural, lo que constituiría un delito en Zimbabue. Una felonía que él pensó que era legal y por la que pagó 50.000 dólares, o 46.015 euros al cambio actual.

Pero Zimbabue no es la única región en la que los aficionados a las monterías pagan por cazar. España, sin ir más lejos, cuenta con una economía de la caza que aporta, de manera directa e indirecta, más de 3.600 millones de euros al país cada temporada, según un estudio editado por la Real Federación Española de Caza y la Fundación para el Estudio y la Defensa de la Naturaleza y la Caza (Fedenca).

El informe “La caza. Sector económico”, firmado por José Luis Garrido Martín y al que ha tenido acceso SABEMOS, es bastante optimista, dado que extrapola cifras medias de gastos como desplazamientos, alojamientos, mantenimiento de perros y costes asociados con el material de caza, que no se dan con la misma alegría en todos los casos. No obstante, aporta algunas cifras interesantes.

En España, las cacerías de perdices generan 306 millones de euros al año

Las cacerías que más dinero generan en España son las de perdices, con 306 millones de euros al año, seguidas por otras especies de caza menor. En caza mayor, las que más aportan son las monterías para abatir venados, con casi 170 millones de euros.

Los gastos por asistir a una cacería de muflones, gamos o venados superan los 400 euros, según recoge el estudio, que también efectúa un desglose del coste económico que tiene cada captura: el trofeo más caro de obtener es el lobo, con 10.000 euros por ejemplar, dado que hacen falta 10 batidas de media para capturar uno.

Lo demás son pagos accesorios y relacionados, como los 42 millones en taxidermia, los más de 75 millones en mantenimiento de rehalas de perros o los más de 160 millones en armas y munición, calculados con un trazo bastante grueso. Destaca también -por lo optimista que es la media de 3 perros por cazador- la estimación de más de 400 millones de euros en el mantenimiento anual de los canes propios de los aficionados.

Según los cálculos del estudio, los cazadores gastan 142 millones al año en restauración y hostelería

Pero eso no es todo, ya que los datos de este estudio incluyen 142 millones de euros en restauración y hostelería, así como 216 millones -anuales- en compra de todoterrenos y 448 millones -anuales, también- en gasolina.

El total, después de sumar los abonos de licencias, seguros y arrendamientos, asciende a 3.635 millones de euros. Esto supondría un 0,34% del PIB español. Además, el informe calcula unos 30.000 empleos relacionados con la caza, 50.000 inducidos.

El caso de Cecil

Las estimaciones que maneja The Washington Post para esta actividad en África son bastante menos optimistas y calculan que la industria de la caza de grandes piezas aporta 744 millones de dólares a Sudáfrica cada año. En total, es responsable de la creación de 70.000 empleos y atrae a 9.000 aficionados extranjeros, como Walter Palmer, al país.

Un cazador puede llegar a pagar 75.000 dólares por abatir un león salvaje o 20.000 dólares por uno criado en una granja

Por su parte, The Economist indica que cada Walter Palmer de turno puede llegar a pagar 75.000 dólares por dar caza a un león salvaje, mientras que la cantidad desciende a 20.000 si se encuentra en una granja, donde son criados para ser abatidos por turistas.

La publicación también recoge un estudio de varias organizaciones conservacionistas estadounidenses que poco tienen que ver con la lluvia de billetes que retrata el informe de los cazadores españoles: según estos ecologistas, el turismo de caza sólo supone un 1,8% del total que reciben los 9 países africanos analizados.

Además, su repercusión económica real es limitada, dado que, de acuerdo con sus cálculos, sólo un 3% del dinero que se gasta cualquier Walter Palmer acaba en los bolsillos de los habitantes de las zonas rurales en las que se realizan las batidas.

Veto al transporte

La compañía española Air Europa se ha sumado a la iniciativa de las principales aerolíneas norteamericanas y ha prohibido el transporte de trofeos de caza mayor, como consecuencia de la polvareda que ha levantado el caso del león Cecil.

Por su parte, el grupo Iberia también tiene vetado este tipo de carga desde hace «varios meses», mientras que Binter, con base en las islas Canarias y con destinos a Senegal, Gambia, Cabo Verde o Marruecos, tampoco transporta piezas de caza, según explica EFE.

Así pues, estas aerolíneas se unen a United Airlines, American Airlines, Delta y Air Canada, además de a la local South African Airways, que tampoco permite el transporte de trofeos de cacería.

Esto lo ha conseguido una sola persona, Walter Palmer, el dentista de Minnesota que llamó la atención de la opinión pública, el hombre de mediana edad por cuya negligencia el resto de cazadores no pueden viajar acompañados por sus trofeos de vuelta a casa.

Foto: Flickr – Emmanuel Rodriguez

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