El PP valenciano se encuentra al borde de la guerra civil. Mientras Rita Barberá utiliza la sede autonómica del partido para proclamar su intención de no dimitir, en los despachos colindantes a su sala de prensa muchos de sus compañeros de partido buscan formas de apartar a la que otrora fuera el rostro más reconocible del partido en la Comunidad.

Según la visión de los más críticos con la exalcaldesa de Valencia dentro del Partido Popular, la inocencia o culpabilidad de Barberá es irrelevante en términos de daños de imagen al PP, puesto que, al igual que pasara con Francisco Camps —quien fue declarado inocente pero nunca logró volver a la primera línea política—, la figura de la alcaldesa fue condenada mucho tiempo antes por la ciudadanía, aunque no necesariamente por la presunta trama de blanqueo de dinero que investigan ahora los tribunales.

Marzo de 2015. Cientos de personas se amontonan en la Plaza del Ayuntamiento de la ciudad de Valencia para presenciar la tradicional mascletà. Entre vecinos y turistas la palabra más repetida es “caloret”. No sólo es pronunciada y cantada, sino que se luce en camisetas, gorras y chapas. La alcaldesa Rita Barberá sonríe desde el mismo balcón que lleva 24 años presidiendo en fiestas, mientras sus compañeros de partido comentan a la prensa su convencimiento de que, a pesar de las críticas, el polémico pregón de fiesta de la alcaldesa acabará haciendo crecer en votos en los próximos comicios. Un año después, Barberá está fuera del ayuntamiento y se le identifica como uno de los políticos con peor imagen pública de España. Su rápida caída del Olimpo del poder es en realidad el resultado de un largo proceso que, curiosamente, empezó cuando Barberá intentó convertir en realidad una vieja aspiración del partido socialista.

Días de grandes eventos y rosas

Aunque cueste de creer hoy en día, hubo un tiempo en que Rita Barberá era considerada un soplo de aire fresco en la política española. En los años 80, cuando las mujeres no eran nada habituales en las esferas de poder, la llegada de una Barberá joven, soltera y con sentido del humor fue una auténtica revolución. La ahora exalcaldesa era una experta a la hora de manejar su imagen pública, como cuando se adelantó por media hora al alcalde de Bilbao en ser la primera alcaldesa en oficiar una boda civil en España. El gesto no fue una mera cuestión de vanidad, sino una astucia de Barberá para lograr dar un imagen de modernidad a un partido al que se acusaba desde la oposición de ser el heredero del nacionalcatolicismo franquista.

La figura de Barberá se agigantó gracias la apuesta por los grandes eventos del PP valenciano. La celebración de la Copa del América de Vela, la espectacularidad de la Ciudad de las Artes Escénicas de Calatrava, la Fórmula 1, la visita del Papa… hoy son acontecimientos criticados, pero en su día fueron recibidos con alegría por la población de una ciudad, que al igual que la comunidad a la que da nombre, no se siente debidamente reconocida por el resto del país. El nombre de Rita Barberá se convirtió en sinónimo de la modernización de la ciudad, y expansión mundial de la marca Valencia. La alcaldesa podía permitirse casi cualquier cosa en la ciudad, ya fuera sustituir a directivos y jugadores del fútbol al descubrir el proyecto más importante del Valencia Club de Fútbol, o lanzar petardos a la oposición. Parecía que Rita Barberá era Valencia, y que no hubiese existido Valencia antes de Rita Barberá.

El día que Barberá convirtió a Mónica Oltra en una estrella

Si Napoleón subestimó sus fuerzas a la hora de invadir en Rusia, Rita Barberá cometió exactamente el mismo error al entrar en El Cabanyal. En mayo de 1995 Rita Barberá consigue su primera mayoría absoluta y se inviste por segunda vez como alcaldesa de Valencia. Con la Generalitat por primera vez de su lado tras la derrota del socialista Joan Lerma, Barberá se siente suficientemente fuerte como para anunciar su intención de conectar la ciudad de Valencia con el mar, un proyecto en el que llevan fracasando todos los equipos de gobierno de la ciudad desde el siglo XIX. Para ello retoma el tema donde lo dejó el Partido Socialista, y propone la ampliación de la avenida Blasco Ibáñez atravesando el barrio de El Cabanyal, un antiguo poblado marítimo anexionado a la ciudad de Valencia. El problema es que el plan de Barberá contempla alinear las calles derribando 450 casas en un barrio declarado Bien de Interés Cultural.

En marzo del año 2000 la mayoría absoluta del Partido Popular en el Ayuntamiento aprueba su plan para El Cabanyal a pesar de haber recibido 72.834 alegaciones en contra. Barberá no logrará nunca culminar lo que iba a ser el gran legado de Barberá a la ciudad de Valencia. En el camino se enfrentará a dos universidades, una institución de promoción de la cerámica, al Ministerio de Cultura y, sobre todo, a unos vecinos que acusan a la alcaldesa de degradar a propósito el barrio para propiciar las obras. En una de las manifestaciones convocadas por los residentes del barrio se origina el segundo gran error de Barberá. La policía del consistorio retiene a Mónica Oltra delante de todas las cámaras de la prensa. A la por aquel entonces diputada de Compromís se le imputa un delito de residencia a la autoridad, y la alcaldesa intenta dar ejemplo con Oltra mandando a sus concejales a personarse en el proceso que se abre contra la política de izquierdas. El resultado será la absolución de Oltra y dos años de titulares de la política más carismática de la Comunidad Valenciana. Barberá quiso acabar con Oltra y sólo logró convertirla en la mártir de El Cabanyal, cimentando así su ascenso a líder de Compromís.

Será precisamente en El Cabanyal donde por primera vez pasa lo impensable. En mayo de 2015 una pescadera del barrio niega el saludo a la alcaldesa delante de las cámaras. El gesto causa tanto impacto que hay quien toma ejemplo y vuelve a repetirse en el mercado de Ruzafa pocos días después. Barberá ya no es la alcaldesa más querida por los valencianos, y sus críticos ya no tienen miedo a las consecuencias de mostrar su desprecio en público.

El hundimiento

Es en sus dos últimos años cuando una debilitada Barberá cae en desgracia a los ojos de su ciudad. En 2013 es víctima del fuego amigo del PP cuando el ministro Cristóbal Montoro sube el IVA a las fallas. La alcaldesa, que había cimentado una parte significativa de su poder en monopolizar la fiesta fallera, no sólo se muestra incapaz de revertir la medida, sino que se siente humillada cuando los inspectores de Hacienda acuden a la plantà de las fallas de Especial—las que más dinero gastan en sus monumentos y cuentan con algunos de los empresarios más importantes de la ciudad entre sus socios—para pedir a los falleros que dejen lo que están haciendo y les enseñen las facturas. La inspección causa indignación entre un colectivo que agrupa 385 asociaciones repartidas por todos los barrios de la ciudad.

Sin una televisión autonómica ni municipal—el ayuntamiento la clausuró en 2012—, que promocione su imagen la alcaldesa de Valencia protagoniza cada vez titulares más escandalosos. Un salario más alto que el de cualquier político del país, la publicación de sus altos gastos de representación o la revelación de que la alcaldesa no había usado su coche personal desde 1991, descubre a los valencianos una Barberá que muchos no conocían. La alcaldesa sin embargo, se siente tan fuerte que en marzo incluso se burla de sus detractores desde el balcón del yuntamiento, sin saber que la ciudad que un día creyó encarnar ya ha decidido amortizarla en mayo. La pesadilla del PP de Valencia acababa de comenzar.

CAMPS, EN LA PICOTA

En la investigación hay indicios de que Camps participó en la trama del 3% vinculada al partido que presuntamente cobró comisiones por la adjudicación de centenares de contratos y destinó parte de las mismas a financiar al partido desde 2003 hasta 2015. 

Según informa El País, cuando el exvicepresidente valenciano Alfonso Grau le dice por teléfono a su mujer en las grabaciones de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que «hay muchas más cosas que van a seguir saliendo», y que existen «grabaciones que afectan al presidente directamente», se estaría refiriendo a Camps. Porque aunque la grabación se realizó en mayo de 2015, cuando ya había abandonado sus cargos, para buena parte de los dirigentes del PP más próximos a Camps, su sucesor nunca consiguió llenar sus zapatos. Ni sus bolsillos.

 

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